Bella perla solitaria parte I

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Se dice que sobre las montañas, más allá de las nubes; en tierras donde alguna vez yacieron inmortales de cientos de años, había un joven.

Este joven fue bendecido con belleza sobrehumana y gran talento para las artes.

Poseyó tal encanto, que se dijo había sido bendecido por los mismos dioses.

En aquella montaña divina se erigió una secta. Los ancestros de dicho clan se caracterizaron por el ascetismo, la austeridad y la disciplina a miles de reglas.

El joven prodigio fue reconocido como la perla del mundo. Su prestigio se extendió por alto y ancho. No hubo nadie que no haya escuchado de su impolutez. Sin embargo, su rostro fue un misterio, y nadie conocía su verdadera apariencia.

No se le permitió salir del clan, ya que se temió que el mundo lo corrompiese.

Si se le preguntaban las reglas, él las sabría. Las seguiría sin objetar. Si se hablaba de poesía, reconocería los versos. Su talento radicó en la música, siendo un maestro a edad temprana sólo por detrás de su gran maestra, la primera líder.

Aunque, cualquiera que escuchase sus composiciones concluiría que gran melancolía se derramó en sus notas.

Fue un llamado sin respuesta. Al anhelo de tiempos mejores.


❖❖❖


El segundo jade de Gusu abrió los ojos al Mao-shi como ya era habitual.

Había tenido un mal sueño la noche anterior, y apenas consiguió dormir nada.

Observó la oscuridad del amanecer por el estimado de una taza de té.

Dio un suspiro antes de girar sobre su costado.

Suspiró.

Hubo noches con buenos sueños. Memorias de tiempos pasados, recuerdos compartidos con su hermano, paisajes oníricos donde su madre estuvo presente.

Así mismo, noches con sueños desagradables y una nada constante que lo devoró provocando hastío.

Dormido o despierto, la realidad fue complicada.

Lan WangJi se enderezó en su pieza, sintiendo un punzón en la espalda baja, como un malestar constante. Su cabeza palpitó dolorosamente ante la falta de sueño, pero lo ignoró, consciente que desaparecería al paso de las horas.

Calzó botas y agregó una, dos y tres túnicas limpias sobre su menuda figura. Cuando se encontró decente se dirigió a paso lento al baúl de pertenencias más cercano y buscó en su alijo una túnica exterior de acuerdo a los preceptos establecidos sobre modestia. Debido al clima, el uso de un aproximado de seis capas se consideró excesivo. En igual medida, el peso extra restringió sus movimientos.

Se desplazó sobre sus rodillas en un intento patético por mantener la gracia en movimientos tan poco dignos. Vislumbró su imagen en el espejo, pero no le satisfizo lo que vio.

Su rostro fue pálido, delgado y anguloso. Sus ojos dorados carecieron de brillo en un apagado tono cobre; bajo sus párpados se desdibujaron tonos purpúreos.

No tuvo ánimos de peinar su cabello de ninguna manera. Engrasó un cepillo y desenredo sus hebras. Lan WangJi ató la cinta reguladora del clan Lan y solo entonces se complació de la apariencia.

Llevar el peso de este anheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora