Capítulo 5

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Y ahí estaba Taehyung, completamente estupefacto, congelado, sin aliento: a punto de desvanecerse al prever que el alma se le saldría del cuerpo.

¿Qué clase de forma tenía esa criatura?

Era grande... como un oso, tenía patas y cola de lobo, melena de león, cabeza de búfalo, colmillos de jabalí, frente de gorila... ¿Cómo es que podía existir tal ser?

—¡Te he hecho una pregunta! —la bestia reprendió y Taehyung tembló más sobre su sitio, se le podía notar en cada parte de su cuerpo, incluso en sus mechones despeinados.

—Soy... soy Kim Taehyung —valor, eso era lo que necesitaba... mucho valor—. He venido a intercambiar mi vida por la de mi hermano —dijo, intentando no llorar ante el recuerdo de Seokjin, reprimiendo el miedo y la ansiedad en su pecho—. Por favor, termine conmigo en su lugar —y si no se hubiera inclinado, para rogar en una reverencia a aquella especie de ser que aún no podía catalogar, hubiera visto la mueca confundida que se pintó en el rostro indistinguible del otro.

—¡¿Quieres morir?! —le preguntó y Taehyung asintió sin levantar su mirada avellanada, lleno de una angustia que se revolvía tristemente, pero que ya estaba cargada de resignación—. ¡Entonces, te mataré! —la brusquedad arribó más rápido de lo que esperaba, siendo tomado de una manera rencorosa por una garra que no se inmutó ni un poco ante su sumisión.

Taehyung no iba a pelear, no iba a rogar por piedad, había ido a morirse, lo tenía muy en claro; por eso no se resistió, no pataleó ni una sola vez, no lo hizo: se mantuvo sereno, aun cuando el trato lo lastimó y fue arrojado a un calabozo insano, oscuro, y vacío.

—Espera a mañana, haré que sufras la desventura más cruel de tu vida... y la última.

La voz gruesa se fue con el viento de la noche fría y, enseguida, Taehyung sintió una liberación que le arropó de mayor pena.

Y, comenzando a sollozar, dio inicio a la postrera noche de su existir, acomodándose al fondo del sitio, en una esquina que le permitió sentir un poco de refugio para poder llorar a sus anchas mientras abrazaba sus rodillas.

Estaba desconsolado... Y es que todavía no lo podía creer: existía un castillo, existía una bestia y, ésta, estaba llena de inhumanidad.

¿Cómo podía condenar a alguien solo por casi tocar su estúpida rosa?

Seokjin se metió en un gran problema por su culpa y, de no haber sido por su regreso, estaría justo en esa celda, temblando de miedo y de arrepentimiento.

Qué bueno que no era así.

Estaba bien, estaba completamente bien.

Daría su vida por Seokjin una y mil veces si fuera necesario.

Pensó, cuando sus mejillas estaban más que empapadas y no podía dejar de hipar entre los sollozos que inundaban a su garganta, mientras su mirada buscaba la única luz que había en el inerte sitio, misma que venía de una pequeña ventana abarrotada, en lo alto del calabozo.

Sí, era bueno pensar en que su muerte no sería en vano, le estaba dando a su hermano una oportunidad muy grande para vivir, para salir al mundo y no seguir estando encadenado a un tonto doncel soñador.

Al final de cuentas, había tenido una vida feliz con él, siempre lo cuidó y le dedicó hasta el último aliento de sus noches más duras, fue su confiable guía y nunca lo abandonó, incluso cuando más cansado se sentía.

No como su padre, esa chatarra de persona que huyó en cuanto tuvo oportunidad, para no tener que cuidar a un hijo "mal nacido", que terminó con la vida de su eterno amor: su bella madre.

Beauty And The Beast || KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora