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Saera caminaba con Aemond para que el cobrara su revancha

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Saera caminaba con Aemond para que el cobrara su revancha. La menor no sabía dónde iban, Aemond solo la tomó del brazo sin darle ninguna explicación.

Saera vio hacia donde se dirigían. El Pozo Dragón. La princesa estaba tan distraída pensando tantas cosas en su cabeza que ni siquiera noto hacia donde se dirigían. Esto la inquietó un poco ya que no sabía lo que su hermano tenia en mente.

-- ¿Qué hacemos aquí Aemond?. Cuestiono Saera dejando de caminar, Aemond también paro. Lo miró al rostro y levanto una ceja soltando su brazo.

-- Este es el duelo que elijo. Saera lo miró confundida. -- Una carrera de Dragones. Respondió con una sonrisa.

-- Se suponía que esto era entre nosotros. Un uno a uno, no dos a dos. Contestó Saera frunciendo el ceño. "Que injusto." Pensó.

-- Tienes miedo de perder, ¿no? Ja. Dijo Aemond entrecerrando su ojo.

-- Yo jamás pierdo. Te lo aseguro. Respondió Saera mirándolo con enojo. Aemond sabía que Saera odiaba perder, solo la estaba retando.

-- Tienes miedo de que Sykar no sea lo suficientemente rápido. Además Vaghar es la reina de Dragones, Sykar no tiene oportunidad contra ella. Dijo Aemond inclinando su cuerpo en su dirección para mirarla y sonreír. Sabía que estaba enojando a Saera y eso le gustaba.

-- Sykar es uno de los dragones más rápidos y fuertes, no crees que Vaghar pueda con el, ¿o si?. Contestó Saera enojada, su hermano sabía lo que hacía, y lo había logrado.

Sykar era un dragón macho, uno de los más grandes y fuertes de Westeros. Causaba temor a cualquiera que se le acercase. Todos sabían que no debían meterse con su jinete sino la venganza sería terrible...

Las escamas de Sykar eran negras, con los cuernos y la columna vertebral del color de la sangre y sus ojos dos ardientes pozos rojos. Su llama era roja, al igual que sus vetas y su calor se puede sentir a treinta metros de distancia.

El vínculo entre dragón y jinete era muy noble, leal e incondicional. Ambos cuidaban del otro como si se tratase su propia vida. Se necesitaban entre sí. Saera amaba volar con el y Sykar amaba llevar a Saera.

Cuando Saera nació, el huevo que contenía a Sykar eclosiono horas más tarde, así mantuvo el calor de su jinete.

A lo largo de su niñez a la princesa le encantaba montar a escondidas a su dragón, su madre creía que era peligroso por esa razón no dejaba a ninguno de sus hijos volar en sus dragones hasta que tuvieran la edad necesaria.

Saera no le hacía caso y salía a escondidas del castillo por los pasadizos en la noche. Al montar a Sykar veía todas las estrellas y constelaciones del cielo, fue en ese momento cuando nació el apodo de su dragón: Sky.

-- Sykar jamás podría con Vaghar hermana, por favor. Tu pequeño dragón no puede ganarle a la reina de dragones. Dijo Aemond arrogante, orgulloso de su dragón. Sólo trataba de molestar a Saera y lo había conseguido.

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