L1 - Capítulo 11

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Las misiones eran un pago asequible para la comunidad que Charles había conseguido construir. Para Erik, sin embargo, eran el camino más sencillo para llegar a obtener información sobre Shaw.

A veces, brevemente, creía que olvidaba todo lo que ese hombre le había hecho, que en realidad estaba solo jugando con Charles, sentados uno frente al otro del tablero, donde ganar o perder no significaba nada más que otra ronda. A veces sentía auténtica felicidad solo pasando esos días realizando encargos fáciles que no le importaba, pasando sus días con Charles infiltrándose en una fiesta del partido nazi y escuchando conversaciones de miembros menores del partido.

La posibilidad cada vez más palpable de una guerra siempre estaba presente, pero en días como aquel Erik se sentía optimista, porque veía de lo que eran capaces juntos. Prueba suficiente era todo lo que habían hecho en su última misión. Erik había retorcido el metal de las armas de todo el cargamento de un camión, inutilizándolas, y Charles implantado la orden en el cerebro del conductor para que abandonase su vehículo en las afueras de la ciudad, borrando además el recuerdo de todo lo que había ocurrido.

Estaban borrachos de éxito y excitados, riéndose por las calles donde comenzaban a encenderse las farolas. Llamaban la atención en el silencio de la noche, ajenos a las miradas de curiosidad de aquellos que iban de recogida a casa, confundiéndose con los pocos que se aventuraban de fiesta, hombres con un perfil muy diferente al suyo.

Encontraron un pequeño pub y Charles le sostuvo la puerta a Erik, pasando detrás de él. El ambiente estaba agradablemente cargado, caliente por la multitud. Había algún que otro uniforme del partido por la barra, pero eran tan comunes en aquellos días y Erik y Charles los ignoraron, sentándose en una mesa apartada.

Una camarera se acercó para preguntarles qué iban a tomar y Erik se divirtió dejando que Charles fuese el que pidiese dos cervezas con una pronunciación un poco dudosa, pero la chica no pareció impresionada. Les trajo las bebidas y se marchó con discreción.

Otros, sin embargo, los miraban de reojo. Algunas pocas conversaciones se habían detenido, pero había suficiente bullicio como para que no resultase perceptible.

Prost! —exclamaron Erik y Charles casi al unísono mientras chocaban sus jarras antes de dar un largo trago.

—¡Tu acento es horrible! —dijo Erik con una sonrisa en los labios.

—No es mi culpa que tengáis un idioma tan grotesco —replicó Charles en broma.

—Quizás es que no lo hayas escuchado en el entorno adecuado.

Charles bufó, con las mejillas encendidas y la mirada traviesa.

—En la cama creo que seguiría sin saber si me están diciendo que quieren follarme o azotarme.

—¿No has pensado que podría ser las dos cosas? —sugirió Erik, echándose hacia atrás y apoyándose en su respaldo de forma engreída.

Charles se lamió los labios, apoyando un codo en la mesa y su cabeza sobre sus dedos de forma delicada. Erik le sonrió a cambio de forma engreída. Habían estado jugando a ese juego el suficiente tiempo como para que ambos fuesen conscientes de lo que querían, pero era divertido, esa anticipación, ese no saber cuando pero saber que de un modo u otro pasaría.

—¿Sabes cómo llaman en Inglaterra a los chicos como tú?

—¿"Prick-tease"?

Charles abrió los ojos sorprendido y sonrojado, echándose a reír.

—No estaba pensando en eso.

—Corrígeme entonces, profesor.

—Aún no soy profesor —respondió aún riéndose, un poco avergonzado, antes de lograr tranquilizarse—. "Babe magnet". Muy adecuado para ti, ¿no crees?

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