L1 - Capítulo 16

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Todas sus acciones y decisiones los precipitaron a ese momento exacto en el que su mundo se quebró.

El grito se perdió en el aire en el instante suspendido en el tiempo en el que la bala de metal atravesó su columna. La espada de Charles se arqueó en un doloroso angulo que revelaba su agonía antes de que su cuerpo cediese a la gravedad.

Erik estaba paralizado, horrorizado por sus propias acciones, su mente en una lucha por negar la realidad. Pero cuando Charles se precipitó hacia el suelo, él se lanzó, deslizado sus rodillas por la hierba quemada para correr y tomarlo entre sus brazos.

Arrodillado como un santo ante un mártir, como María sosteniendo a Jesús cuando descolgaron su cuerpo sin vida de la cruz. Erik lo puso de lado y con cuidado tiró de la bala con la fuerza magnética para sacarla de su cuerpo. Algo tan pequeño y sin embargo cuánto dolor. El alma de Erik estaba desgarrada al oírlos gemidos de Charles y ver su mueca de agonía.

Charles lloraba, intentando entender por qué estaba pasando aquello.

Había tenido esperanza, hasta hacía una hora había estado al servicio de la CIA.

A cada hombre que ayudaba a apartar de en medio se decía que estaba solo un paso más cerca, que la caída del Imperio Nazi era inevitable.

Pero había sido más que iluso, había sido un idiota. El recuerdo de la voz de Erik resonó en su mente: "Te lo dije".

Sí, Erik se lo había dicho, que no podía fiarse de los homo sapiens. Charles podía haberles leído la mente, podía haber sabido qué ocurriría, pero había decidido confiar, siempre confiaba, y maldita sea, podía haber aprendido la lección con Shaw, pero ahora ya era demasiado tarde para lamentarse.

Después de tantos esfuerzos los cálculos de las altas esferas parecían haber determinado que era más útil que la guerra se llevase a cabo a que la frenasen y Charles era una amenaza demasiado grande como para dejarlo salir con vida.

No un humano, no un mutante, un arma, eso había sido Charles, y solo podía alegrarse de haber hecho huir a los chicos cuando tuvo oportunidad. Había esperado que fueran más listos que él, que hubiesen hecho perderles la pista a los agentes en cuanto atravesaron la frontera.

Charles había estado agotado por controlar tantas mentes, tener que usar sus poderes en toda una habitación. Corría mientras se agarraba la cabeza. Había necesitado llegar a Cerebro, Hank estaba haciendo unas pruebas en él la última vez que lo había visto y tenía que asegurarse de que estuviese bien.

Si hubiese tenido tiempo, hubiera usado a Cerebro para llegar a las mentes de los que estaban más lejos y hacerles cambiar de opinión, no sería difícil, solo eran soldados siguiendo órdenes y aunque algunos tenían miedo a Charles muchos otros no tenían alternativa aunque quisieran, pero no podía arriesgarse. Mejor encontrar a Hank y salir de allí.

—¡Charles! —lo había llamado Moira, corriendo detrás de él. Su rostro había estado surcado por arrugas de preocupación y sus ojos acuosos—. ¡Lo siento mucho, yo... cuando supe qué tramaban ya era demasiado tarde! ¡Ellos...!

—¡Ya lo sé! —replicó Charles, con la cabeza le zumbaba.

—¡Tenemos que huir! ¡Te ayudaré a escapar!

Había sonado tan sincera que hubiera sido difícil albergar alguna duda de que sus palabras eran sinceras, pero Charles no volvió a cometer el error de creerla ciegamente y le leyó la mente. Vio que era cierto. Más que eso, que Moira estaba enamorada de él.

Qué demoledor e irracional, ese sentimiento que abarcaba muchos otros al que los humanos llaman amor. Charles deseo no haberlo sabido nunca, no haberlo sentido, pero ahora estaría siempre en su mente incluso si él jamás podría corresponder sus sentimientos.

Como un superviviente, Charles había asentido y aceptado apoyarse en el hombro de Moira para ayudarse a caminar.

—¡Necesito llegar a Cerebro, Hank estaba cerca haciendo unas pruebas!

Ni siquiera habían terminado de atravesar el jardín cuando la onda de una enorme explosión los tiró a tierra. El ruido había sido tan fuerte y tan cercano que durante unos momentos lo único que podía escuchar Charles era un pitido, antes incluso de que su visión comenzase a estar enfocada de nuevo. Había sentido el calor cerca y podía decir que algún trozo de lo que había explotado debía de haberle golpeado.

Frente a él solo habían quedado las ruinas en llamas de la Cúpula que una vez fue Cerebro. Las placas de metal habían sobrevivido, pero se habían soltado y ahora formaban un paisaje desolador por todo el jardín.

Pudo ver la boca de Moira moverse, parecía que gritaba, pero el mundo en ese entonces estaba ahogado detrás de una nube de polvo.

—¡Charles! —fue el grito de Raven quien lo hizo despertar de la realidad. Charles había mirado confundido como Raven, Hank y Erik se acercaban a él corriendo.

—¿Qué hacéis aquí? Pensé que estabais...

—¡Idiota! ¡¿Crees que no sabemos que te reunes aquí con esos agentes cuando la casa está vacía?! —había replicado Erik, rabioso—. Sabía que esos bastardos intentarían algo.

—Erik...

—Mi madre está muerta.

Dolor, sí. Quizás había sido culpa del dolor. O de la traición. Charles había mirado a Moira y había sabido cómo la CIA había ocultado la información, porque Erik era peligroso y la esperanza lo había mantenido atado.

Pero Erik no había dejado de buscar a Shaw junto a Raven y a pesar del odio Shaw había movido del hilos de Erik, le habia revelado la verdad para después desaparecer, sabiendo que desataba al monstruo y eso era justo lo que había querido, que Erik apartase estorbos del camino, que se convirtiese en el malo, el monstruo que él había creado, uno de los suyos.

—Oh, Erik. Lo siento tanto... —le había ofrecido Charles con sinceridad. Pero Erik no había sido suficiente. Erik había querido venganza, con el rostro frío y el corazón ardiendo de rabia. Con los restos de Cerebro a su alcance los había dirigido hacia la casa para destrozarla y matar a todos los agentes en ella y no se detendría allí.

Charles le suplicó, era gente inocente siguiendo órdenes, pero no para Erik.

Charles habría usado sus poderes, pero Moira disparó. Todo ocurrió tan rápido. Y ahora estaba roto.

La mente de Erik era la de un superviviente, se armó de una coraza. Sus ojos se levantaron hacia Moira, que se había quedado paralizada.

—Tú, tú has hecho esto —sentenció, levantando la mano. El collar que llevaba Moira comenzó a estrangularla. La mujer luchaba por respirar, con lágrimas en los ojos.

Charles luchó contra el dolor de su cuerpo y de su corazón, contra el impulso de abrazar el sentimiento de ira y rencor que lo estaba envenenando. Aún amaba a Erik, pero no lo aceptaría, no así.

—Ella no lo ha hecho, Erik. Has sido tú.

Jamás dos frases habían dolido tanto, pero solo esas frases podían hacer que Erik se detuviese como lo hizo.

Moira cayó al suelo, tosiendo y jadeando mientras Erik miraba a Charles con sus ojos verdes brillantes de lágrimas como los azules de Charles.

—Quiero que estés a mi lado, Charles. Queremos lo mismo.

Las lágrimas que había estado reteniendo cayeron por sus mejillas cuando una pequeña y amarga risa, que era más un quejido, escapó de los labios de Charles.

—Lo siento, amigo mío, pero no es así.

Incluso para un telépata como Charles era imposible predecir todas las respuestas de una mente humana. Quizás pudiera haber existido un escenario en el que hubiese rechazado unirse a los planes de Erik y aun así él hubiese permanecido a su lado, pero esta era su verdad y no se sorprendió cuando Erik se levantó y lo abandonó, ni que Raven lo acompañase.

Y así Charles quedó tendido en el suelo, con Moira llorando y suplicando su perdón mientras Hank intentaba comprobar su estado.

No importaba, estaba destrozado. Solo.

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