L1 - Capítulo 12

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El edificio al que se trasladaron era más grande y estaba mejor construido que el anterior. Charles lo compró sin mirar el precio, lo que hizo que Erik se burlase de que era un niño rico, pero nadie se quejó de tener ahora su propia habitación y un aseo cada dos personas. Seguía sin ser el lujo al que Charles y Raven estaban acostumbrados en la mansión Xavier pero era una considerable mejora en su estancia en Alemania.

Charles se reservó la habitación más grande en el piso superior, la única en la planta junto a la de Erik, mucho más reducida, pero no importaba mucho porque ambos cuando no estaban fuera o instruyendo a alguno de los mutantes más jóvenes pasaban el tiempo en la habitación de Charles, donde tenían perpetuamente instalado un tablero de ajedrez, al lado de la chimenea y de un pequeña mesita con una botella de whisky y dos copas. Se pasaban noches enteras jugando mientras hablaban. A veces ni siquiera bajaban a cenar y el resto de los que vivían en la casa compartían miradas cómplices sin querer preguntar.

Mientras, las reuniones con los agentes de la CIA cada vez fueron más frecuentes, muy interesados por los progresos de los jóvenes, trayendo a menudo regalos en comida o cualquier petición que Hank tuviese para sus nuevos inventos destinados a consolidar la fuerza del equipo de mutantes.

Era un contacto muy distinto a la que habían mantenido cuando Erik y Charles realizaban pequeñas misiones y la fría hostilidad de Erik no hizo más que aumentar, por eso los agentes, en especial Moira, hablaban sobre todo a Charles cada vez que se reunían, lo que no lo detenía de decir lo que pensaba.

—¿Por qué iba a entregaros a Shaw? —desafió Erik.

—Para que pueda ser juzgado por la justicia por sus crímenes —respondió Moira con seguridad. Era la única humana en el despacho que había visto de lo que era capaz Erik y aún así no le temía. Erik lo consideraba un error estratégico muy grave por su parte.

—Crímenes muchos de los cuales no habría llegado a cometido si hubieses estado donde teníais que estar.

—Este no es nuestro país, señor Lehnsherr y estoy seguro de que se habrá dado cuenta de que este gobierno tampoco es el más favorable —se defendió Moira.

—¿Entonces para qué estáis aquí?

—Por favor, ¿nos dejáis un momento a solas? —intervino Charles rápidamente, llevándose a Erik del despacho en una escena que ya resultaba común—. Erik, ellos no habrían podido hacer nada aunque hubiesen estado en el edificio en el momento del ataque —le recordó Charles una vez que estuvieron fuera.

—Los dos sabemos lo inútiles que son, pero sabes también a lo que me refiero. Tienes que haberlo leído en sus mentes, Charles. Sabes que no le importamos, solo están preocupados porque Shaw tiene a más de los nuestros, porque sabe lo que somos capaces de hacer.

Charles suspiró, metiéndose las manos a los bolsillos y bajando un momento la cabeza antes de volver a mirarle a los ojos.

—Puede que los motivos sean los incorrectos, pero nuestros intereses son comunes. Shaw quiere declararnos la guerra a todos.

—Sabes lo que pasará después. Ahora estamos en misiones encubiertas. Pero muy pronto saldrá a la luz que los mutantes existimos, nos señalarán y comenzarán a eliminarnos. Ya ha empezado entre los humanos, nosotros no seremos diferentes a no ser que ataquemos.

—No lo hará. No si detenemos a Shaw. No si arriesgamos nuestras vidas y evitamos la guerra.

—Y vendrá otra guerra.

—Pero no será solo contra nosotros. Tenemos que trabajar juntos.

—Creo que somos los únicos que trabajamos.

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