3. LA CABAÑA

32 4 0
                                    

Solo quedaron escombros y quien te iba a decir a ti, que por eso me construí más fuerte.
—David Sant—

ANNELISE

Mientras estoy en mi cama, observo mi alrededor, detecto cualquier sonido diferente. Y eso es porque desde aquel momento en el que entre al orfanato todos mis instintos necesitaron estar alerta todo el tiempo, lo único bueno que salió de allí fue que aprendí a defenderme...

El olor a quemado inundaba mis fosas nasales, mi respiración se hacía lo más mínimo, no podía respirar, me era demasiado difícil. Me levanté de mi cama tapándome mi boca y nariz con una prenda de mi ropa, busque a mi alrededor a mi compañera de cuarto... No estaba allí. Yo era la única que estaba en ese cuarto, me dirigí a la puerta para abrir y salir de allí lo más rápido posible, el aire era cada vez más reducido.

Pero estaba totalmente cerrado, con llave, el miedo me invadió completamente, no sabía qué hacer, el aire era mucho menos, mis pulmones estaban muy comprimidos, me hacía tanta falta el aire, me asfixiaba. Grite, pegue en la puerta, pero no hubo nada, nadie que me ayudara...

Hasta que intente abrir la ventana que estaba atorada, con todas mis fuerzas intenté, e intenté una vez más, hasta que pudiera si quiera tener algo de aire, que supiera que no morí así de fácil, que no era una presa fácil.

Hasta que mi motivación funcionó y logro abrirse, solté una gran bocanada y salí de allí, el cuarto ya estaba en llamas, y lo único que pude sacar de allí fue mi peluche de estrella que me dio mi madre, junto con una carta. En la ventana allí en lo alto no sabía qué hacer, mi miedo era aún más, a unos dos pisos, no era tanto, pero la caída sería muy grave.

No lo me límite a pensarlo más, y sin más salte, no quería morir allí, caí en el pasto, y por suerte allí estaba la señorita Brentch que me sostuvo en sus manos. Un tiempo después estuve en silla de ruedas, en reposo por mucho tiempo.

Cuando apenas tuve la oportunidad de levantarme, lo hice. El tiempo en qué estuve en cama, me hizo pensar muchas cosas, y también mis compañeras no perdieron el tiempo.

—Qué bueno que estás allí —me dijo Amalia, me miró con desprecio para luego escupirme en el rostro— Te lo mereces, eres una mal nacida, ni si quiera ha sido suficiente con la muerte de tus padres —mi corazón dolía— Te mereces más dolor.

Me prepare tanto física y mentalmente para que nadie, nadie más, volviera a verme vulnerable, ni que hicieran que quieran conmigo.

Fueron meses arduos de trabajo, en el orfanato a pesar de ser pequeño, siempre me encontraba leyendo  libros sobre defensa personal, y libros sobre cómo dominar tu mente. Me fue muy difícil, pero nada es fácil en esta vida, trabaje por ello, y aquí estoy. 

Aprendí muchas cosas en el orfanato, también de la vida, eso es algo de lo cual mamá estaría orgullosa. Estoy segura de que Gretchen está muy orgullosa, sin duda.

Me levanté por fin de mi cama, a pesar de que casi no pude dormir, porque lo que hoy está por ocurrir, acepte con simples condiciones, sé que quizás esté haciendo algo mal, pero de ello aprenderé.

Acomodé mis cosas en mi mochila después de quitarme mi pijama, mi poca ropa que tenía, mis pantalones, abrigos, blusas, suéteres, ropa interior, mi celular, mi computadora, y otras cosas que usaré más tarde en dado caso que las cosas se pongan feas, junto con mi papeles.

Até mi cabello pelirrojo en un chongo perfectamente bien hecho, lave mi rostro antes de hacer algo, y me puse mi ropa; unos pantalones de mezclilla, un suéter blanco, y mi saco negro. Lleve mis maletas a mi coche, hasta que escuche la voz de alguien conocido.

INDELEBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora