15. LAS ELEGIDAS

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El infierno está vacío, todos los demonios están aquí.
—Shakespeare

ANNELISE

PARTE II: BULGARIA

Me remuevo en la cama mientras que intento jalar la poca cobija que me cubre, parece más una cortina rota de años atrás que lo que pretendía ser, yo solo necesitaba mi siesta larga y cómoda, es lo único que aquí no se da bien.

Me levanto de la cama, hago una mueca de dolor, ya que mi espalda está teniendo un problemita con meter una queja, suelto una bocanada de aire y me sobó la zona adolorida intentando que el dolor minimice.

Pero claramente son las horas más importantes aquí, aquí comienzan desde muy temprano diría yo, para mí no es problema despertar temprano, pero mi espalda no pudo reposar. Y eso me tiene molesta, estaría mejor si duermo en el suelo, supongo.

Hasta que escucho un golpeteo en la puerta haciendo que yo me sobresalte, ya que este sonó mucho por el eco.

—¡Salgan de ahí! —grita la misma voz de aquel hombre de ayer.

Me visto lo más rápido que puedo, aunque eso ocasionó que me golpeara en mi dedo pequeño del pie, juro que intente aguantar no maldecir tanto como yo quería. Salí de la habitación y me quedé allí parada mientras observaba como salían todos los demás.

—Antes de que se larguen a sus trabajos, quiero que las mujeres de esta ala se queden aquí conmigo, porque el jefe hará un chequeo entre estás —nos miró de arriba abajo, maldito— bellezas. Creo que es el ala más agraciada.

Noté como Rainer siguió negando con la cabeza, yo por mi parte decidí ignorarlo. No haré lo que él me pida, jamás, yo decido por mí misma.

Todos siguieron al pasillo donde marcaba los colores para que los hombres hicieran su debido trabajo. Las mujeres nos quedamos ahí sin decir nada, el uniforme que nos daban es completo, de un color negro con rayas en la parte del pecho doradas. Al igual que tenía botones dorados, bueno no había mala elección en el vestuario.

Me quedé ahí parada, aquel hombre en medio de todas nosotras nos miraba con una mirada matadora, juro que vi tragar grueso a Elske. Reí internamente.

—Elena —susurro—eres una belleza angelical, ojos azules, un muy buen cuerpo. Ivanka, cabello negro como la noche, ojos verdes con tonalidades doradas, figura hermosa, estoy muy seguro de que sabes lo que haces —suspiro acercándose a mí— Valentina, hermosa como el fuego, tu cabello es realmente hermoso. Tu mirada felina advierte a todo el que se te acerca una buena patada, tus pequeñas pecas son un delirio andante, para culminar, tienes una figura que a cualquiera enloquecería. Si el jefe me lo permite, no dudaría ni un segundo en estar a tu lado.

Ahora sí me dieron náuseas, y muchas. Se acercó a tocarme mi mejilla con sus nudillos, él admiraba mis ojos, lo veía intentando averiguar algo que me dio tentación el audífono. Hasta que pensé nunca agradecer escuchar aquella voz a través de las bocinas.

—Muthg —grito Bogdan con enojo aparente—, ¡aléjate de mis trabajadoras!

Él se giró hacia la cámara que enfocaba bien lo que él estaba haciendo y musito con coraje, pero acató la orden.

—Síganme —pidió.

Mientras íbamos por el pasillo con el letrero verde, llegamos al final de este y dimos dos vueltas a la izquierda cuando por fin llegamos a la primera planta. Mire a mi alrededor, nada interesante, paredes blancas, pequeños retratos y nada más.

Allí nos encontramos con muchas mujeres, algunas se veían muy chicas, mínimo de unos dieciocho años creo yo, las otras algunas mayores que yo. Me entran escalofríos al ver que todas ellas se veían entre ellas con coraje, la verdad es que si querían ser su reina, y ahora me daba miedo interactuar con ellas.

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