16. QÜALEN

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Amar es como ir a la guerra, jamás se regresa siendo la misma persona
—Ron Israel—


RAINER

PARTE III: BULGARIA

El sonido que emitían las bocinas retumbaba por todo el lugar, y escuchar esa voz me hace querer arrancarme las malditas orejas de una jodida vez. Aún me siento adolorido por mis manos, las cortadas sangran, intenté venderlas ayer, pero no había alcohol para limpiarlas.

Quiero salir de aquí de una maldita vez, no quiero volver a ver este lugar en mi vida, es la única misión que se me ha complicado, no he visto a mis hermanos y eso me mantiene un tanto inquieto, Elske ayer me avisó que ya había entrado en la base de datos, no fue fácil —dejo claro— pero que fin de cuentas se logró.

Me pongo el uniforme con el cual trabajamos aquí, ayer la tarde no fue interesante, tenía a mi lado parloteando a aquel chico, decía cosas sin parar, me dolía la cabeza de solo escuchar su voz.

Salgo de la habitación al igual que todos al escuchar la bocina de las esquinas, miró a su puerta y ella no está, aprieto mi mandíbula pero nada más. Ayer se portó como una... Una.... No sé cómo decirlo, pero odio cuando hace eso.

¡Dices conocerme cuando ni si quiera sabes que voy a hacer!

Si en verdad supieras que te conozco más de lo que tú crees no dirías eso.

Me siento cansado, y no necesariamente es porque las camas son una colchonetas sobre ladrillos, lastimosamente se siente más los ladrillos que las colchonetas.

—¡Todos los hombres de esta ala; Aleksandar, Andrei, Blazh, Yamen y Ansel, los necesita Bogdan en la área cero, ahora.

¿Área cero? Este señor no sabe crear ni si quiera una maldita fortaleza.

Siento una mirada en mi rostro, pero no me giro a ver a quien pertenece porque lo sé, no quiero lidiar con esto una vez más. Quiero acabar con esto de una jodida vez, y ya entregar por fin lo que nos pidió para poder librarme de todos.

Caminó hacia el área dicha, los pasillos más largos, y sin color que he visto en mi vida. Sin duda odio a este hombre. El piso está más liso que otra cosa y hace que emita el sonar, sin contar el eco que hay. Miró detrás mío y Helmut me mirá divertido.

—¿Qué te divierte tanto Idiota? —pregunto yo malhumorado.

—Alguien amaneció de malhumor —canturreo como un niño chico

—¿Puede dejar de hacer eso? —Pregunta Moritz con su ceño fruncido—, estamos aquí para trabajar, más no para pelear, atentos.

Mejor ignore a los demás y seguí caminando hasta llegar al área cero, allí ya estaba sentado Bogdan en su trono, literalmente uno, y peor, hecho de oro. Allí ya estaban los demás de las otras alas, me senté en espera de escuchar algo interesante, que creo que no lo habrá.

—Buenos días trabajadores —saludo cordialmente, jodido estúpido—, los cité el día de hoy para decirles que nuestro anhelado juego de ajedrez se llevará a cabo el día de mañana, gracias a mi elegida.

Hizo una pausa, y se giró hacia la entrada del lugar, unos segundos después entro Annelise con un atuendo de India tradicional; Un sari azul celeste con detalles dorados, junto con un salwar del mismo color, en su frente yacía el famosísimo bindi, el punto rojo en su frente. Las joyas en su cuerpo no hicieron falta, subió por los escalones que separaban de nosotros a Bogdan. Hasta que llegó a su trono y se sentó en la posadera de los brazos, allí se limitó a mirar solamente.

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