ᑕᗩᑭÍTᑌᒪO 5 𓊝 «ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴀs, ᴘᴇʀᴏ ᴀᴍᴀʀɢᴀs ᴜᴠᴀs ᴅᴇ ᴠɪɴᴏ»

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* ੈ✩‧₊˚

«ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴀs, ᴘᴇʀᴏ ᴀᴍᴀʀɢᴀs

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«ᴇxǫᴜɪsɪᴛᴀs, ᴘᴇʀᴏ ᴀᴍᴀʀɢᴀs

ᴜᴠᴀs ᴅᴇ ᴠɪɴᴏ»









UN FUERTE DOLOR ATRAVESÓ LA CABEZA DE AMBER, era como si mil dagas se le enterraran una tras otra. Apretaba la almohada sobre su rostro, como si eso fuera aliviarla, y a la vez la cubría de la luz solar que se colaba por las ventanas abiertas de par en par, y se acurrucaba por la fresca brisa que entraba de ahí. Amber levantó la almohada, y sus ojos se encandilaron de los primeros rayos del amanecer, y comenzó a sentir un olor putrefacto de quién sabía dónde.

Abrió sus ojos lentamente y parpadeó varias veces hasta acostumbrarse. Levantó su torso y extendió ambas piernas, analizando su alrededor. Se encontraba nuevamente en el cuarto real, el cual compartía con Caspian, pero sin la presencia de él. ¿A dónde se había ido esta vez?

Se sentó en el borde de la cama y pisó el frío mármol en sus cálidos pies. El olor seguía atormentándola, empeorando el dolor de cabeza con el que cargaba. Olfateó su camisón, pero no encontró rastros de mal olor. Se miró al espejo y se horrorizó al ver su aspecto: cabello enmarañado, ojos levemente hinchados y ojeras oscuras.

Escuchó el golpeteo sobre la madera y preguntó quién estaba detrás de la puerta, ya que no quería que Caspian la viera de este manera. Abrió la puerta sutilmente, y asomó su cabeza, pero resultó ser sólo una sirvienta, aliviándola.

—Mi Lady, ¿se encuentra bien? —le cuestionó la mujer, rozando su mano en su frente para sentir su temperatura.

—Ah, no... ¿Qué me ocurrió?

—¿No lo recuerda?

—No, en verdad. —Suspiró mirando hacia arriba—. ¿Dónde está Caspian?

—Le prepararé un baño caliente —dijo la sirvienta, ignorando la pregunta—. Le ruego que me perdone, pero este lugar huele muy mal y usted también.

Pudor. Un sentimiento que se estaba volviendo costumbre sentir, para Amber.

Se dio un baño rápido en el cuarto de al lado, se vistió apresuradamente y se colocó sus zapatos torpemente. Algo estaba mal, y no sabía qué era, pero sabía que era su culpa. Bajó las enormes y pulidas escaleras del palacio, tropezándose en el último escalón, pero se reincorporó inmediatamente, agradeciendo al cielo que nadie la haya visto. Últimamente se sentía más torpe de lo usual.

En el camino, su recorrido se vio interrumpido por los gritos del príncipe Florian, quien la detuvo.

—¿Qué ocurre, mi Lady? ¿Hacia dónde va con tanta prisa?

—¡A buscar a Caspian! ¿Lo haz visto?

El rostro de Florian se transformó, y una sensación incómoda se apoderó de su cuerpo. Cruzó sus brazos y estrujó sus dedos.

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