cinco

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Me seguía preguntando qué fue lo que pasó ayer con aquella chica, cuál fue su razón para no dejarme morir, no la conozco de nada y, aun así, no me lo permitió.

Luego de esa mala experiencia (pues no la pude concretar), las ganas de hacerlo se me fueron y lo estoy reconsiderando. No significa que las ganas se me hayan ido de un día para otro (claramente, esas cosas no pasan), pero me nubló los pensamientos.

Me arruinó los planes.

Tuve que volver a sufrir todo el día en la maldita escuela, que de a poco me consume. La asistencia de mis pesadillas no fue tan ingeniosa hoy, el transcurso de la mañana fue un poco más pasajero. Me habían dicho que iban a buscar una nueva víctima, una de medio tiempo en realidad, nos turnamos los días. Mi actitud deprimente, según ellas, sirvió de algo.

Hoy nos encontraremos en la terraza, como ella me dijo, que no falte.

Creo que responsable soy, sino esto lo hubiera evitado hace muchos años. Tengo un alto compromiso con mi auto sabotaje.

Sigo sin entender cuál es su propósito. Para mí fue por el momento, lo que me parece que cualquier persona haría, pero que después se lavarían las manos. ¿Para qué cargar con un problema ajeno? Sin embargo, no parece que quiera hacer eso.

No sé interactuar con el resto. Jamás tuve un diálogo de más de dos palabras con nadie, lo más cerca a eso son los monólogos de insultos que me relatan. No soy buena con las palabras, tampoco me descoloca, en mi mente estoy más cómoda.

Subí y ahí estaba, esperando.

No puedo mentir diciendo que no pensé en retirarme, de verdad, pero no me atreví. Vine al mundo a que me hieran, no a herir.

A ligeros pasos me acerqué.

No puedo creer lo que estoy haciendo: "confiar" en la persona que me arrebató mi más grande sueño.

Está sentada mirando para otro lado, sin aún percatarse de mi presencia. Nada nuevo mi poder de invisibilidad.

Qué nervios, me está por agarrar un ataque. Dios. Me quiero ir, qué vergüenza.

—Haerin.

Demonios, me notó. Ya no hay vuelta atrás.

—S-sí.

—Ven, siéntate.

Me hizo un gesto con la mano para que tomara asiento al lado de ella; lo hice, pero manteniendo la distancia lo más posible.

—Ven más cerca, no muerdo —rio.

Todo el mundo muerde, no es parámetro de nada. Me quiere engañar, siendo buena conmigo para después darme un golpe más fuerte, haciéndome caer a mi realidad. Mi desconfianza.

—Aquí estoy bien —me quedé en mi lugar.

—Bueno. Ya hablé con la señorita Kim y mañana puedes empezar; tienes cita a las 6. Pásame tu celular, por favor.

—¿Para qué? No lo traje.

—Mmm, de acuerdo. Para agregarla a tus contactos, pero pásame el tuyo, así te lo mando. Díctame tu número.

Con su teléfono en mano, me miraba muy atenta, a la espera de que comenzara a recitar los dígitos. Me sentía insegura y presionada, pero ya está, si esto resulta en una mala experiencia, no hay problema, otra más para agregar. Se lo dije.

—Listo, por mensaje te paso su dirección.

—Bueno —diablos ahora qué.

Miré para abajo, desviando la atención. Quiero quedarme un rato más aquí, pero es de mala educación invitarla a retirarse (y no mirarla también, pero bueno).

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