ocho

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Raramente, hoy es un buen día, creo que verdaderamente el primero que puedo reconocer y admitir.

Pasaron varios días desde aquel desliz conmigo y aquella charla interna que estuvo a punto de arrojarme al vacío, pero que gracias a la persona indicada eso no pasó, logró salvarme de una mala decisión. Me hizo darme cuenta de varias cosas.

Retomamos nuestras charlas por las noches en la terraza, y mis citas con la psicóloga; a lo largo de estas semanas me ha ayudado mucho, me renovó en un nuevo sentido. Luego de haber tocado fondo tantas veces, en algún momento hay una vencida.

Y yo no sería la excepción.

De tantas personas que están o estuvieron en mi misma situación y pudieron salir adelante, ¿por qué yo no podría? Cada cual se purga a su manera, y esta fue la mía. Cada vez puedo sentir menos dolor, menos sofocación hacia mi persona. Casi puedo decir que logré encontrar el camino.

Las hazañas se cumplen.

(...)

—¿A dónde iremos? —le pregunté a mi compañera.

—A una colina que está en las afueras de la ciudad.

—¿Y eso es seguro?

—¿Me crees capaz de ponerte en peligro?

Tiene razón.

Me dijo que hoy haremos algo inolvidable. Se olvida de que para mí cualquier cosa buena es inolvidable; soy primeriza en sentir felicidad.

Aparentemente, vamos a acampar, por lo que estamos yendo equipadas a un lugar del cual no tengo idea (no es que conozca muchos tampoco, pero por Google Maps me puedo hacer un panorama).

Si tan solo supiera a dónde vamos.

—¿No era más fácil pedir un taxi?

—Se perdería la diversión.

No es muy divertido caminar 7.000 kilómetros solo para ir a acampar... No le veo la gracia, más vale que valga la pena, también porque me hizo despertar temprano debido a todo el recorrido que tenemos que hacer. Con mis cortas patitas tengo que caminar hacia un paraíso desconocido y austero, sin contar que estoy cargada de cosas.

Ella eligió el día y organizó todo, no me dio muchos detalles, bah, claramente, no me dio ninguno, pero pude aprender a confiar en todo este tiempo que ha pasado; es algo más que he aprendido gracias a su perseverancia y de lo que estoy agradecida.

Realmente he mejorado: he aprendido muchos aspectos desconocidos de esta vida, sobre la otra parte, la de enfrente a la cual me encontraba estancada. Aprendí a mirar del otro lado del puente, a un nuevo punto de vista.

No mintió, el camino sí que es largo. No sé qué carajos estamos haciendo que no se termina, senderismo o qué. No es que no lo esté disfrutando, pues estoy acostumbrada a caminar largas distancias, pero esto ya es demasiado... Es el triple de pasos que hago por día. En un momento, la mayorcita me exigió que parara de quejarme, que no faltaba mucho y que no era para tanto.

Ah, si tan solo me entendiera.

Por fin llegó el momento, arribamos a nuestro punto de llegada y, con el atardecer de fondo, nos dispusimos a levantar la carpa. Tardamos un rato porque yo no tenía ni idea de qué hacer, y por un momento me distraje mirándola bajo el sol, con los rayos apuntando a su cara y dándole un aspecto angelical, con esos pelitos desordenados a su alrededor brillando como oro.

Qué espectacular que es el sol: aspira a la belleza e inhibe la oscuridad (podría decirse). Y pensar que lo detesté por tanto tiempo... Ahora tengo una buena razón para admirarlo.

Roof Top | DaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora