A la mañana siguiente Steven fue citado por su novia Adriana que recién venía de haber visitado a sus padres en la otra punta del país. Ambos estaban en una pequeña confitería cercana a la zona céntrica de la ciudad, a unas cuantas cuadras de donde él vivía con sus amigos.
— No sabes lo mucho que te extrañé — Acarició su mano vagamente. — ¿Me extrañaste? — Preguntó haciendo un puchero causando que Steven voltease a ver a otro lado.
— Sí — Contesto sin ánimos.
— Y cuéntame, ¿grabaron su álbum? — Preguntó emocionada y el rubio asintió con la cabeza. — ¡Que bueno amor! Espero ganen mucho dinero, ya me hace falta un poco de rinoplastia...
— ¿Te importa más el dinero? — Cuestionó un poco molesto por la actitud de su novia. En un principio estaría contento en ayudarla a financiar su rinoplastia con solo verla feliz pero ahora sentía asco por la persona que alguna vez pensó que era “maravillosa”.
— ¡Ay no! ¿Qué cosas dices? — Rió nerviosa.
— ¿Entonces? — Miró mal.
— Solo decía... — Se encogió de hombros.
Steven volteó a ver a otro lado, el local estaba un poco lleno y la mayoría que se encontraba allí eran señores grandes que portaban un traje, algunos leían el periódico y otros escribían algo en una libreta. Ellos eran los únicos que desentonaban en la confitería.
Escuchó el timbre de la puerta que sonaba cada vez que alguien ingresaba al local. Y por curiosidad miró en dirección a la puerta. Si la frase de “la curiosidad mató al gato” fuera literal, entonces Steven ya habría muerto en la silla sosteniendo su taza de capuchino frío.
— ¿Qué ves? — Preguntó Adriana y se giró mirando sobre su hombro. No había nadie importante allí más que una chica de un metro sesenta, cabello negro lacio y un poco esponjado, llevaba un vestido azul marino de cuello tipo Chelsea, la falda del vestido le llegaba por tres dedos arriba de las rodillas y era un poco pegado al cuerpo. La joven giró su cabeza buscando con la mirada algún asiento vacío y se encontró con la mirada de Steven y de quién ella supuso era su novia.
— Ay tragame tierra — Suplicó Steven en voz baja.
Amai frunció el ceño, desafortunadamente el único lugar disponible era detrás de ellos. Amai fue a tomar asiento mientras que el rubio se mantenía quieto en su lugar sin decir ni una sola palabra, cosa que asustó un poco a Adriana.
— ¿La conoces? — Preguntó un poco celosa, hubo un instante de silencio hasta que respondió.
— N-no... — Se apresuró a beber de su capuchino para evitar más preguntas. Diez minutos después entró un pelirrojo que Steven reconoció de inmediato, buscó con la mirada a la pelinegra y cuando Amai alzó su brazo llamando la atención de este, el ojiverde sonrió pícaro.
Caminó hacia donde ella estaba y tomó asiento ignorando por completo a Steven.
— ¿Cómo estás, muñeca? Hace rato que no te veo — El rubio no pudo evitar apretar los puños. No quería a Rose cerca de Amai, ni como amigo siquiera.
— Pero si fuiste tu quién me pidió que nos viéramos — Se quejó Amai.
— Lo sé, enana — Sonrió. — ¿Ya pediste algo?
— Todavía no, te estaba esperando — Y justo a tiempo llegó un chico a pedirles su orden. La japonesa pidió un capuchino frío y el pelirrojo pidió un café con leche y dos waffles con Nutella y frutos rojos.
— ¿Cómo la pasaste en L.A? — Preguntó.
— Debo decir que será una experiencia inolvidable — Contestó con una sonrisa sincera. — Tomé tantas fotos y paseé por todos lados que sería un pecado olvidarse de las pequeñas vacaciones — Steven agudizó su oído y escuchó la conversación que tenían ellos.
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Illusion «Steven Adler» [EDITANDO]
FanfictionAlucinación 𝒇. Percepción de una imagen, un objeto o un estímulo exterior inexistentes que son considerados como reales.