𝖨𝖨𝖨

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Hoy en día, está comprobado que los abusos en su mayoría son realizados por un familiar o alguien que conoces. Yo puedo confirmarlo, porque en mi caso fue así. Era una niña, entrando a mi etapa de preadolescente, cuando mi hermanastro intentó propasarse conmigo la primera vez.

Mis padres estaban separados. Yo vivía con mamá y visitaba a papá los fines de semana o en ocasiones especiales. Con el tiempo, papá se puso de novio con otra mujer que tenía un hijo. Los había visto poco y nada, hasta que se mudaron con él y era prácticamente imposible evitarlos.

Siempre fui una persona muy intuitiva, incluso desde chica, por eso ninguno de los dos termina de agradarme por completo. Los respetaba, sí, pero nunca confié. Aún así, por querer mantener la paz con mi papá, intenté mantener una buena relación con el hijo de la mujer. La primera alarma (la cual no vi hasta que empecé a tener más noción) fue que constantemente proponía jugar a "mamá y papá". Algunos pueden encontrarlo normal, te aseguro que no es así y mucho menos cuando se trata de un comportamiento constante.

El juego se detuvo cuando crecí y empecé a decir no, mas crecer no te salva de lo que viene después cuando vivís con un violador en potencia.

Varias veces lo encontré espiándome, en mi habitación o cuando entraba al baño. Tenía trece años, no sabía cómo actuar o si me creerían. Tal vez por eso callé un tiempo. Hasta que un día, quiso besarme. Intentó convencerme con el discurso de que no éramos hermanos de sangre, aún así dije no y lo eché. Creí que eso sería suficiente para hacerlo entender, ciertamente no fue así.

Empecé a ir menos a la casa de papá. Nadie me cuestionaba, se respetaba mi decisión. Todo estaba bien, siempre y cuando lo fuera a ver cada tanto. Un año después, fui a visitarlo justo cuando el maldito organizó una fiesta por su cumpleaños. Mi papá y la mujer se habían ido, yo me quedé pensando que nada pasaría ya que había bastante gente. ¿Qué mal podría ocurrirme?

Estaba en una etapa donde quería empezar a divertirme, experimentar cosas nuevas y pasarla bien. Así que empecé a socializar, bailaba y hablaba con aquellos que, dentro de todo, parecían buenos. Uno de los invitados, un amigo de él, llamó mi atención. No voy a negar que fui coqueta con él, porque así fue. Lo que yo no sabía era que tanto mi hermanastro y ese chico habían hecho una apuesta de llevarme a la cama. Caí como una tonta, era ingenua. Una nena.

Éste personaje logró lo que quería, fue mi primera vez y ni siquiera le importó mi comodidad. Mi hermanastro estaba al tanto de todo, incluso, creo yo, se las ingenió para espiarnos. Eso nunca lo sabré.

¿Cuál fue la razón por la que propuso esa apuesta? Acercarse a mí e intentar usarlo como un chantaje para que accediera a acostarme con él. Como me negué, me trató de puta.

Aquél suceso, para mí, fue la gota que derramó el vaso. No solo había sido abusada, sino que también usada. Estaba harta de él, de su mente trastornada y no quería que las cosas siguieran escalando a mayores. Tenía miedo de que un día se colara en mi cuarto y abusara de mí. Entonces hice lo que debí haber hecho desde un inicio: acudir a mi mamá.

Afortunadamente, ambas siempre tuvimos una excelente relación y confiaba en ella. Obviamente, el miedo de que no me creyera estuvo presente, pero necesitaba contarle lo que había atravesado. Después de todo, tenía derecho a saberlo.

Nos sentamos en la mesa y le conté absolutamente todo, desde la primera vez que quiso besarme hasta la apuesta que hizo con su estúpido amigo para chantajearme. Lo primero que me preguntó fue si me cuidé, luego procedió a tomar el teléfono y llamar a mi padre.

Generalmente, las hijas esperamos ser protegidas por nuestro papás, que en ellos encontraremos un salvador. Para mi mala suerte, el mío me dio la espalda. Resulta que el otro me ganó de mano y le contó a ambos lo que ocurrió la noche de su cumpleaños, omitiendo ciertos detalles que eran de relevancia; cuando mi mamá se los dijo, defendieron al otro y me echaron toda la culpa a mí por haber tenido sexo. La mujer de mi papá gritó tantas cosas sobre mí, menos que era inocente. Yo no podía creer que mi propia sangre no me creyera. Yo era su hija, aún así le creyó a alguien más.

A partir de ese momento, empecé a ser la problemática para ellos. Cuando mi papá me quería ver, tenía que ser un día en que su hijastro no estuviera. Si había reuniones familiares, me sentaban en una punta alejada y tenía que soportar las miradas juzgadoras sobre mí. Su mujer me odiaba, los ojos le brillaban de furia cuando estaba presente. La relación entre mi papá y yo cambió para siempre, supe que jamás podría confiar en él completamente.

Es irritante tener que escuchar a personas estúpidas decir que nosotras somos culpables, las locas. Cuando queremos hablar, decir la verdad y contar los hechos tal como ocurrieron, somos ignoradas. Tachadas como la peor escoria del planeta. ¿Alguna vez cambiará? ¿Alguna vez habrá una verdadera evolución? ¿Cuándo vamos a ser escuchadas? ¿Cuándo dejaremos de ser víctimas y podremos vivir en paz?

El mundo de una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora