𝖨𝖨

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Tenía veinte años cuando fui asesinada a sangre fría.

¿Sabes por qué un bebé llora cuando nace? Hay millones de teorías místicas con respecto al nacimiento de una criatura y la belleza de la vida, pero los datos biológicos son otros. El primer llanto es necesario para que las vías respiratorias se abran y el bebé empiece a usar su sistema por sí solo. Sin embargo, esa primera bocanada de aire quema todo por dentro, causando un dolor que no se puede describir en palabras y el bebé no recordará al crecer. Al menos yo nunca lo pensé hasta que escuché esa explicación en una clase de biología. Se suponía que iba a ser bióloga marina, porque siempre me atrajo el mar y todo lo que había en él.

Pero regresando a la explicación del llanto, ¿eso quiere decir que hemos experimentado dolor desde el primer momento fuera del útero? ¿Acaso se trata de una advertencia sobre lo que el mundo verdaderamente es? ¿A qué venimos?

Atravesamos por muchas etapas, la primera es la niñez, en donde todo es perfecto y el problema más grande es perderse la caricatura que siempre da durante la merienda. En ella realizamos los primeros contactos sociales, confiamos ciegamente, creemos en la felicidad absoluta y abrazamos la ingenuidad. Nos sentimos capaces de tocar el cielo con las manos, dueños del mundo entero.

No tengo muchos recuerdos de aquellos días, con el tiempo parecen volverse más borrosos y otros fueron bloqueados por completo; pero sí recuerdo vívidamente la primera vez que visité una playa. Habíamos ido de vacaciones a Miramar, solo mis padres y hermano -el cual tenía solo un par de meses. Aún muerta tengo la sensación de la arena en los pies, la resequedad en la piel por el agua del mar, y los primeros momentos de curiosidad sobre lo que podría haber debajo de esa enorme manta azul. Me puse triste cuando nos tuvimos que ir, pero mis papás se encargaron de llevarme cada año. Hasta que un día ya no volví.

Me hubiese gustado decirles cuánto disfruté aquellos años de sol y agua salada. Dios, hay tantas cosas que me hubiera encantado decir y no solo a ellos.

Dios, que palabra tan gracias. ¿O es un nombre? ¿Qué es? Y si se tratara de ese ser tan poderoso y sobreprotector con los suyos, ¿por qué me envió a morir? ¿Era parte de su plan para mí? Al menos tuvo la bondad de darme veinte años para conocer los lados buenos del mundo; porque sí encontré lo bonito en la naturaleza, en el arte, en las personas llenas de luz y energía positiva que me rodeaban. Encontré belleza en el amor.

Su nombre es, porque a diferencia de mí sigue con vida, Lucía. Sí, una mujer. Tenía dieciocho años cuando la conocí en una clase de natación. Nunca fui de las que decía "soy hetero" o "soy lesbiana". Más bien decía «me enamoro de la persona y no el género.» A mis padres les costó entenderlo, pero a fin de cuentas solo querían que fuese feliz. Me saqué la lotería, no todos los padres reaccionan así ante tal perspectiva.

Lucía mostró ser mi ancla y compañera de lucha. Ambas queríamos gritar y ser las voces de aquellas que ya no estaban con nosotras. En cada marcha leía nombres de muchas mujeres, pensando que no me gustaría leer el suyo en los carteles; y no creí que el mío terminaría ahí.

Tenía una vida, sueños, metas; personas, amigos, familia. Tenía amor y contención, me sentía a salvo, protegida cada día. Sin embargo, he escuchado durante mi tiempo con vitalidad que las noches le pertenecen al diablo y sus discípulos, los cuales salen a cazar cegados por la maldad.

Salí tarde de clase, era la más importante ya que la semana siguiente tendríamos el examen final. Tenía un nudo en el estómago, pero en vez de tomarlo como una señal, lo asocié a los nervios acumulados. Aún así, como todas las veces, le avisé a mamá que estaba yendo y le envié mi ubicación. También a Lucía, lamentablemente era lo que la sociedad nos demostró: no se puede caminar tranquila. Pero yo trataba porque no estudiaba lejos, solo debía caminar cuatro cuadras hasta la parada del colectivo que me dejaba en la esquina de casa. Era una rutina que había repetido cientas de veces, pero esa noche se sintió diferente. Por alguna razón las cuadras parecían eternas, y el frío de invierno congelaba los huesos hasta provocar dolor en diferentes zonas. El vello de mi nuca se erizó, pensé que era por la baja temperatura, pero no. En cuanto volteé la cabeza vi el auto golf blanco que conducía muy despacio a metros de mí, con las luces bajas y el humo de cigarrillo saliendo por la ventanilla. Supe entonces que no era nada bueno e intenté acelerar el paso, pero mis movimientos fueron muy obvios porque aquella persona aceleró hasta quedar al lado mío. Otra bajó sorprendiéndome por detrás, tapó mi boca con un pañuelo y me agarró con fuerza la cintura. Peleé, te juro que lo hice, pero aquél tipo me doblaba en tamaño y contextura, mucho más cuando aquella droga entró en mi sistema dejándome inconsciente.

Tal vez no podamos recordar el primer dolor que experimentamos, pero te aseguro que el último es uno que jamás olvidarás.

Tenía veinte años cuando fui asesinada a sangre fría. Mis captores me retuvieron por una semana, jugaron con mi cuerpo como si de plástico fuese, me mantuvieron drogada para que no intentara nada "gracioso". Y cuando ya no aguanté más, cuando no tenía más fuerzas a las que aferrarme y decidí que era hora de irme, metieron mi cuerpo frío en una bolsa de basura y me tiraron en un descampado. Pasó otra semana más hasta que me encontraron.

Mi partida destrozó corazones, creó grietas en las almas de aquellos que más amaba. Aunque ellos no pudiesen verme, intenté hacerles saber que seguía allí y que no me iría a ningún lado.

Mi alma empezó a caminar por las calles junto a las mujeres que alzaban sus voces y marchaban al ritmo de los tambores, con los brazos en el aire sujetado un enorme cartel cuyo mensaje era claro: Ni una menos.

Leí mi nombre, Valeria Montreal, y vi mi foto junto a más chicas que caminaban junto a mí. Tal vez no nos podían ver, pero ahí estábamos. Firmes, demostrando que el mundo de una mujer es difícil e inseguro, pero que el miedo jamás logrará detenernos. 

El mundo de una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora