XII

11 4 14
                                    

Contra mis instintos, había decidido ignorar las palabras de la señora Tan. No podía pensar en eso, al menos en este momento, cuando las cosas por fin comenzaban a estar bien en mi vida amorosa.

—Tengo que dejarte unos días, cachorrita...

Estábamos sentados en la cama cuando me dijo esas palabras. Dejé caer la cabeza en sus hombros, mordiéndome el labio; tenía demasiadas preguntas por esa sola frase, pero algo me decía que no debía hacerlo.

—De acuerdo—logré articular.

Scott se giró para verme a los ojos, genuinamente confundido.

—¿No vas a decir nada más?

—¿Quiero decir algo? ¿Debería decirlo?

Echó a reír, haciendo que yo frunciera el ceño. No entendía que le parecía tan gracioso, estaba dispuesta a golpearlo pero él lo evitó besándome con furia. Había algo en esa acción que me parecía adictivo, si fuera por mí nunca dejaría de hacerlo. Y yo no creía en los "para siempre"

—Te conozco lo suficiente como para saber que tienes preguntas.

Quería decirle que no me conocía, pero había aprendido a hacerlo. Scott me prestaba atención, lo notaba en la forma en que entrecerraba los ojos cuando yo hacia o decía cosas que no había escuchado de mí.

—¿Por qué?

—Tengo que asistir a un compromiso de trabajo.

—¿De trabajo?

—Lo que compartimos no es mi único trabajo en Wall Street...—mencionó—¡No te enojes! Tengo mis razones para no decirlo.

—¿Esperabas que me molestara?

—Un poco sí...—Me ruboricé, intentando levantarme de la cama; pero él lo impidió—¿Lo ves? ¡Te estás molestando!

—No es eso—me cubrí el rostro con las manos—Te prometo que no.

Deseando que aquella incómoda conversación se terminara, giré para besarlo con fuerza; ambos encima de la cama. Era divertido estar con él, olvidar todo lo que pasaba a mi alrededor, por lo que no pude evitar ponerme triste cuando tuvo que irse; sabía que no lo vería en los siguientes días.

—Te prometo que volveré para la presentación del lunes.

Muy a mi pesar, abrí la boca, sorprendida.

—¿Cómo sabías que iba a preguntarte eso?

Se acercó a mí, apretando mi cuerpo contra el suyo, nuestras narices se rozaron en un acto intimo que no había tenido con nadie antes de él.

—Sabes la razón, cachorrita...

Me dejó un beso que me supo a muy poco antes de partir, lamiendo mis labios aún horas después, al recordarlo. Aburrida en casa, me tumbé en el sofá, no podía estar en mi recámara sin pensar en que lo vería pronto. Mi teléfono sonó y lo abrí rápidamente, pensando que sería Scott.

"Te veré pronto, dulzura".

Ese mensaje no era de mi rubio favorito, sino de la persona que nunca quería que se acercara a mí de nuevo. Sintiendo que la migraña se apoderaba de mi, tiré el teléfono a la alfombra, cerrando los ojos.

—¿Cómo consiguió mi teléfono?

Dulzura, odiaba ese maldito apodo. Significaba los peores años de mi vida, los momentos en los que no creí que sobreviviría a la sofocante relación que tenía. De nuevo, apreté los ojos, por más que intentaba, no podía olvidar.

Ni Tan SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora