XVIII

5 4 16
                                    

Odiaba esa sensación más que ninguna otra. Detestaba sentirme vulnerable entre sus manos, pero de nada había servido todo lo que me repetí que yo no era la misma persona que él había conseguido manipular por tantos años porque estaba allí, congelada, como una maldita protagonista de película de terror. Lucas no había tardado en someterme, su respiración erizando los vellos de mi nuca.

—Te dije que serías mía de una manera u otra...

Había cerrado mis sentidos, no quería ser consciente de lo que iba a pasar, peor escuchar a alguien gritar me sobresaltó.

—¡OYE! ¿QUÉ TE PASA?

—¡DÉJALA EN PAZ!

Sentí el forcejeo, pero yo estaba algo perdida. Alcancé a extender las manos para defenderme cuando alguien me abrazó con fuerza. Me costó un esfuerzo casi sobre-humano distinguir que era Mei. Parpadeé varias veces, hasta reconocer a Dean, golpeando a Lucas con certeza en el ojo.

—¡VAS A PAGAR POR ESTO, ÁMBAR!

Dean lo golpeó de nuevo, haciendo que esta vez no se pudiera poner de pie, cosa que aprovechamos para salir de aquel lugar. Mis dos amigos me sostenían de los brazos, no tenían intenciones de dejarme caer.

—Vamos a tu casa, para que te tranquilices—propuso Mei.

Negué fervorosamente con la cabeza, nos habíamos sentado en una banca del parque, realmente no tenía mucha idea de dónde me encontraba, pero de una cosa estaba segura: todo se había roto.

—No...a cualquier otro lugar.

No quería estar cerca de nada que me recordara a lo que había sucedido, y en mi apartamento todo era una presencia constante de los hombres que había amado y las veces que me había equivocado.

—¿A tu casa?—dijo Dean, viendo a Mei.

—Sabes que vivo con mis padres, no creo que Ámbar quiere o esté en condiciones de dar explicaciones.

Era ajena a su discusión, me abrazaba a mi misma, cerrando y abriendo los ojos. No quería que me tocaran, pero al mismo tiempo no deseaba tenerlos lejos. Estaba apunto de llorar, pero me obligaba a mí misma a ser consciente del lugar en el que me encontraba.

—Está bien, iremos a mi apartamento, solo espero que Travis no esté en casa.

Una parte de mi mente quería preguntarle quién era Travis, pero no tenía fuerza para hacerlo. Con el rabillo del ojo pude ver como mi amigo pedía un taxi por medio del teléfono móvil, pero no me relajé hasta que estuvimos dentro del automóvil.

—¿No quieres nada? ¿Un vaso de agua? ¿Un chupito?—cuestionó Mei en voz baja, después de ayudarme a sentarme en el sofá de Dean—¿Estás segura que te sientes bien?

—No ha pasado nada—repetí, intentando asegurarme a mí misma que aquello era cierto.

Diría esas palabras las veces que fue necesario para realmente creerlas, tanto como lo había hecho desde que era pequeña. La violencia no era ajena a mi, por más que creyera que hubiese escapado de ella, tomando mis cosas y volando a otro país.

—Deberías poner una denuncia...—dijo Dean—Esto no se puede quedar así.

Solamente me encogí de hombros.

—Lucas se aburrirá y se irá, siempre pasa lo mismo. Solamente tengo que desaparecer por unos cuantos días y esperar lo mejor.

—¿Qué es exactamente lo mejor?—preguntó Mei.

—Que se consiga otra novia para que se olvide de mí.

—¿Desde cuándo lo conoces?—quiso saber Dean.

Ni Tan SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora