XXXVIII

8 3 0
                                    

Para Gabs que nunca me ha abandonado en esta aventura. 

Ámbar.

Sentía los ojos pesados, no iba a ser capaz de levantarme. El teléfono móvil seguía sonando, molestando la pequeña burbuja de la que nunca quería salir, así que me escondí de nuevo entre los brazos de Scott.

—¡Apágalo, cariño!—me quejé, golpeando su hombro—¿Por qué no te pueden dejar en paz?

—He estado ignorándolos todo el fin de semana, cachorrita...creo que no puedo prolongarlo más.

Después de darme un beso en la frente, se levantó a contestar la llamada. Suspiré, cerrando los ojos mientras inhalaba su almohada. Perder el miedo para estar con él había sido la mejor decisión de mi vida. Aquel fin de semana me había cambiado de muchas maneras, no solamente porque habíamos follado en el mar hasta que nos entró arena en lugares que no quería recordar. Scott y yo nos habíamos dado por fin la oportunidad de hablar como personas normales, de conocernos y saber que era lo que queríamos para el futuro que contruíriamos juntos. Froté la mejilla contra su almohada, sonriendo aún más cuando lo sentí acostarse de nuevo.

—¿Qué querían? ¿Nos fuimos a la bancarrota por que decidiste escapar un fin de semana?

Scott acarició mis piernas por unos segundos, respirando profundamente antes de hablar.

—Necesito decirte algo, mi amor.

Sin gustarme nada aquel tono, me giré abruptamente hasta ver su rostro. Scott no podía mentirme, conocía cada una de las arrugas que se formaban en su frente cuando estaba preocupado o angustiado. Me senté de golpe en la cama, sin soltar sus manos. El rubio hizo lo mismo, pero se movió para sentarse frente a mi, viéndome a los ojos.

—Lucas vendrá pronto a este país, cariño. El abogado intentó de todo para mantenerlo preso, pero fue imposible.

Aquello se sintió como si me hubiesen dado un golpe en el estómago. El mundo comenzó a darme vueltas, no podía pronunciar palabra alguna; bajé la mirada a mis manos que no dejaban de temblar. Cerré los ojos de nuevo, no quería enfrentarme a eso. Todo se aceleró a mi alrededor, empezando por mi ritmo cardíaco. De pronto no podía respirar, Scott me tomó por los codos, intentando forzarme a verlo.

—No...—moví la cabeza—¡Tengo que irme! ¡Eso no puede ser cierto!

Quise levantarme de la cama, el espacio en la cabaña se había hecho demasiado pequeño para mi; pero Scott me lo impidió. Con ligereza, me hizo sentarme en su regazo, abrazándome con fuerza hasta que comencé a llorar, sacando todo aquello que tenía guardado dentro de mi ser.

—Tranquila, cachorrita—imploró—No pasa nada, estamos juntos y ya nada nos va a separar, ¿de acuerdo?—parecía tan seguro de si mismo que me hizo abrir los ojos para encontrarme con los suyos—Lucas es solo una piedra sin importancia en tu camino—estaba desesperado porque yo lo escuchara—Tendremos un final feliz, Ámbar, haremos todo lo que nos prometimos este fin de semana. ¡LUCAS NO IMPORTA!—dijo, haciendo énfasis en cada una de las palabras.

Pero yo no estaba dispuesta a creer eso; una vez había pensado que todo saldría bien entre nosotros y mi felicidad se había roto. Me separé de él, limpiándome las lágrimas con fuerza, casi arañando mi rostro.

—No siempre pasa, Scott, lamento romper tu burbuja—habia conseguido tener fuerzas para hablar, clavando las uñas en las palmas de mi mano—No siempre hay una salida, no siempre hay un final feliz...

—¿Por qué no?—me retó—¿No has pensado que es porque no te lo has permitido?

—He pasado por muchas sesiones de terapía como para hablar de eso contigo—dije, mi tristeza poco a poco se hacía furia—No puedo permitirmelo, ¿cuál es la alternativa?

Ni Tan SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora