XI

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Algo había cambiado dentro del equipo a partir de esa reunión; no solo dentro del equipo, también con nosotros dos. Sentir su mano encima de la mía, me dio una seguridad extraña, yo era más que capaz de hacer las cosas por mi propio pie, pero se sentía bien tener alguien que me apoyaba.

—¿Qué harás el fin de semana?

Alcé la vista, era viernes y llevaba varias horas tratando de cuadrar unos datos de mi código que solo me estaban llevando al estrés total cuando Scott entró a nuestra oficina.

—Trabajar, ¿qué más?—refunfuñé—¿Tú no deberías hacer lo mismo?
—Ya terminé todos mis pendientes...deberías aprender a divertirte, cachorrita.

Me levanté, viéndolo fijamente después de comprobar que no había nadie, tomando el cuello de su camisa.

—Sabes muy bien lo divertida que puedo ser...

Sonreí con satisfacción viendo como tragaba grueso; era fácil provocarlo. ¿Cómo había logrado conocerlo tanto? No tenía la menor idea, pero lo iba a aprovechar.

—Por eso...¿quieres salir conmigo? ¿A una cita?

Boqueé como un pez fuera del agua, sorprendida por sus palabras.

—¿Por qué yo?
—¿Con quién más querría salir?
—¿Por qué?—repetí.
—¿Vienes o no?—Confundida, asentí con la cabeza. No sabía qué era lo que esperaba de él, pero quería averiguarlo. Un parte de mi deseaba desprenderme del pasado, abrir una nueva posibilidad para mí—Pasaré por ti el sábado a medio día.
—¿Así nada más?

Scott no dijo nada, simplemente sonrió de lado antes de irse. Quería golpearlo, porque sabia que esa sonrisa no se le quitaría en lo que restaba del día; él sabía muy bien como provocarme. Seguí intentando hacer mi trabajo, pero no funcionó.

—Me iré a casa—le informé a Dean, una media hora más tarde—¿Necesitas algo más de mi?
—Luces como si no hubieras dormido nada...
—Lo haré, este fin de semana, lo prometo—sonreí de lado—¿Tu te quedarás?
—Iré a ver a un amigo.

Su tono de voz me dijo que no quería más preguntas, así que solamente me despedí con la mano y me fui. No pude dormir esa noche, solamente vi al techo de mi habitación; dejando poder salir a la playa para contar las estrellas.

—Creo que te buscan, Ámbar...

Algo peor que aquella cita era escuchar la voz cantarina de Paula, informando de la llegada de Scott. ¿Por qué no se me había ocurrido decirle que nos viéramos en otro lugar?

—No era necesario que tocaras la puerta—le dije a Scott, a modo de saludo—Podías haberme mandando un mensaje y yo estaría aquí en unos minutos.
—¿Qué tendría eso de divertido?—sonrió de lado—Además, soy un caballero, ¿cómo te haría bajar?
—Jamás te he visto ser un caballero—repliqué.
—Eso quiere decir que no me conoces.

Llegamos a su automóvil, donde se apresuró a abrir la puerta para mí. Quería haber sido más rápida para subir con altanería y evitar que hiciera eso; pero no pude. Lo único que me quedó fue sonreírle.

—¿Me dirás a dónde me llevas?—cuestioné—¿Acaso me vas a secuestrar para quedarte con el proyecto y con mi trabajo?

Alzó una ceja, tomando mi mano distraídamente mientras conducía con la otra. No podía negar que aquel era uno de los movimientos más sensuales que conocía, me provocaba hacerle cosas a los hombres.

—Vamos a Barnes and Noble.
—¿Perdón?
—Ya lo verás.

Cuando estaba con él, mi corazón palpitaba de una manera diferente, una que no quería reconocer, pues cuando era niña me habían dicho que ese es el sonido que tu corazón hace cuando te enamoras. No podía dejar de pensar en eso mientras caminábamos de la mano. Solamente me soltó para abrir el automóvil, llegando antes de que yo pudiera salir, atrapándome por la cintura mientras daba el primer paso.

Ni Tan SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora