XIV

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Nos distraemos y no nos damos cuenta de lo que nos rodea, eso era algo que me pasaba mucho, sobre todo cuando me encontraba en paz. Era ese extraño momento en mi vida donde sentía que todo iba bien. No podía creer que era jefa de todo el departamento; tenía un novio por primera vez en mi vida y casi podía decir que estaba enamorada.

—¿Dónde está Scotty?—preguntó Paula.

Era un viernes en la noche, ambas estábamos tumbadas en el sofá con la televisión encendida en una novela mexicana. No podíamos decidir que ver, incluso habíamos peleado por el control remoto como si fuésemos unas chiquillas.

—Tenía una cena con su familia...

—¿Y NO FUISTE?—Paula se incorporó viéndome como si fuese una ofensa terrible. Me quité el cabello del rostro, incapaz de comprender porque estaba tan enojada conmigo. Me libré de responderle porque tocaron el timbre con desesperación, así que me levanté, quitándole el último puñado de papas fritas a mi amiga—¡NO TE LIBRARÁS DE MIS PREGUNTAS, ÁMBAR!

Rodé los ojos, sin siquiera preguntar quien estaba del otro lado de la puerta antes de abrirla.

—¿Me extrañaste, mi amor?

Al escucharlo, me quedé helada.

—¿Qué quieres aquí?

Lucas sonreía como lo había hecho la última vez que lo ví. La primera que había levantado su puño sobre mí.

—Sabía que mi princesa necesitaba verme...así que decidí cumplirle sus deseos.

Tenía diecisiete años otra vez, estaba paralizada al escuchar esa palabra: princesa. Dio un paso hacia mí, pero me alejé, abrazando mi cuerpo en forma de protección.

—¡No me toques!

Todo se siente mejor después de una cerveza...y un concierto de rock. Una de mis amigas tenía amigos en los lugares correctos y estábamos a punto de colarnos al festival de Rock in Rio.

—¡Vamos a ver a Coldplay!—había gritado, contenta

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—¡Vamos a ver a Coldplay!—había gritado, contenta.

A mi madre no le gustaría nada lo que estaba haciendo, ese fue mi primer pensamiento cuando me escapé por la ventana de la casa. Fruncí el ceño al escuchar la lámina golpearse.

—¿Ámbar?—la voz de mi madre se escuchó entre sueños—¿Dónde demonios estás?

—Es una rata, mamá—dije con seriedad—¡Estoy en la cama!

Me quedé parada en la ventana hasta que escuché a mi madre acomodarse en la cama y volver a roncar suavemente. No estuve tranquila hasta que mis pies tocaron la calle.

—¡Ambariña! ¿Estás lista?

—¡Carajo! ¡Bruna! ¡Me asustaste!

—¿A quién pensabas que ibas a encontrar?

Ni Tan SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora