XXI

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Ámbar.

Enamorarme de Scott había sido una curva en mi vida, un momento en el que no estaba pensando pero que no cambiaría por nada...a pesar de todo lo que conllevaba.

—Te ves muy guapo...—sonreí de lado.

Estaba desnuda en su cama, una de las situaciones en las que me encontraba más habitualmente. Desde que hablamos retomado nuestra relación, casi nunca pisaba mi apartamento. Paula sabía dónde estaba, ni siquiera había tenido que excusarme, solamente sonrió antes de enviarle un mensaje de texto a Scott para amenazarlo.

—Lamento que tengas que quedarte aquí, cachorrita...

Debía salir a una reunión familiar. Scott me prometía una y otra vez que aquello era temporal; que una vez que la auditoria terminara le contaría a todos que yo era su novia.

—No me estoy quejando, principito—dije, estirándome sobre la cama—La tina será toda mía, descorchare una botella de vino y pasaré la tarde bajo una capa de burbujas...

Solté una carcajada cuando mi frase quedó interrumpida porque Scott se encontraba encima de mi, la corbata aún colgaba en su cuello mientras me besaba.

—Me estoy arrepintiendo seriamente de ir al maldito compromiso—gruñó.

Acaricié su mejilla, dándole un beso en el cuello.

—Tendrás una motivación para volver pronto, cariño—rocé su nariz con la mía—aquí te estaré esperando.

Noté una extraña sensación en su mirada cuando se fue, pero decidí no pensar en eso. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que sobre-pensé las cosas.

—No te hagas esto, Ámbar–me reprendí con seriedad—las cosas por fin están saliendo bien para ti.

Eso era verdad hasta cierto punto, seguía teniendo trabajo y me gustaba lo que hacía; mi grupo de amigos creció así que me permitía sentirme segura para salir a bailar los fines de semana, no sabía nada de Lucas en este último par de meses, realmente...¿qué podía salir mal?

—Vas a llamar el mal augurio...así funciona la brujería—me informó Dean tres días después.

Algo raro estaba pasando con los nuevos informes que enviaron los jefes y yo iba a descubrir que era. Los cambios parecían sutiles, no mucha gente los notaría, pero no por nada yo era la mejor en mi área. Había pasado tres días de desvelo, revisando aquellos reportes antes de hablar con Dean.

—¿Quién te enseñó eso? ¡Hablas peor que las viejas de mi país!—me burlé.

—Mi abuela practicaba vudú...

Quería presionarlo para que me diera más información, pero debía centrarme. Había invitado a mi compañero por un café, Lupita me ayudó a conseguir quedarnos en la mesa más privada del Starbucks para que pudiéramos hablar.

—Creo que nos están robando información—solté sin detenerme a procesarlo, para no arrepentirme—Faltan partes claves del código.

Dean me miró sorprendido.

—No puede estar pasando de nuevo.

Pero sí que lo hacia. No estaba segura de como o cuál era el motivo ahora, cosa que me preocupaba aún más.

—¡Mira esto!

Pacientemente, le expliqué qué era lo que estaba viendo. El fin de semana anterior había analizado todo de nuevo, volviendo loca a Paula al verme con cuatro pantallas diferentes desplegadas frente a mi.

Ni Tan SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora