VI

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El tiempo comenzó a volverse arena y corrió con más rapidez de la que habían notado, los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, para la pareja de padres primerizos cada hora era pesada pero hermosa.

Las energías de Alexander disminuyeron, su vientre aumentó, con sueño y un humor de perros la manada estaba inusualmente feliz, cosa contagiada por su Alfa, el hecho de ser próximamente padre lo hacía sentir todo diferente.

- Maggs

El alfa volteó a ver a su pareja recostada a su lado.

- ¿Que se le ofrece a mi ángel?

El señor vampiro sonrió por el apodo cariñoso, desde que le contó a Magnus que había sido un ángel el lobo había tomado ese seudónimo para llamarlo, pero lo hacía con un tono tan amoroso que no era una simple palabra.

- Ven aquí

Alec lucía misterioso, eso podía ser bueno o malo, con él nunca se sabía. Magnus se acercó más a él, con ciega fe de que nunca le haría daño.

El vampiro tomó las manos de su destinado y las puso sobre su gran vientre, apenas lo hizo una serie de revoluciones se desataron dentro del ojiazul.

- Woow ¿Qué?

Eso sacó una risa divertida de Alec, la expresión del lobo era conmoción pura, fascinación absoluta, alegría, inmediatamente pegó sus palmas y se inclinó hasta que su mejilla estuvo en la piel ajena.

Podía escuchar el líquido dentro de su pareja agitarse, una diminuta personita pateando y manoteando.

- Es nuestro hijo

Unas manos pálidas peinaron con cariño el cabello rebelde del lobo recostado en su vientre.

- Pero claro que lo es, nuestro poderoso, precioso y enorme hijo.

Ambos rieron porque era cierto, su retoño crecía a un ritmo alarmante, podían escucharlo, sus huesos crujiendo, órganos formándose, los alimentos llegando a él, todo eso ellos lo sentían y escuchaban.

- ¿A quién crees que se parezca?

Un pequeño puchero se formó en los labios del no muerto y adoptó una actitud pensativamente divertida.

El Alfa quizo responder con humor.

- No lo sé, puede tener el color de tus ojos o los míos, puede ser un vampiro o un lobo, tal vez una mezcla de ambos, quizá sea mitad ángel caído, o demonio, uno nunca sabe.

El silencio de su pareja puso en alerta al Alfa, posiblemente se había pasado con su bromita, se despegó del vientre para poder verlo, su rostro parecía nostálgico, deprimido, triste.

Unas lagrimas rodaron por la orilla de sus bellos ojos, el arrepentimiento recorrió el cuerpo del lobo.

- Lo siento cariño, no quería ponerte mal, era una broma estúpida, perdón.

El chico pálido negó con la cabeza mientras su pareja limpiaba las lágrimas derramadas, un roce tierno como si tocara el diamante más bello.

- Yo siempre fuí apreciado y afortunado, tenía todo lo que alguien puede desear, pero el amor... nunca fue parte de eso. Desde el cielo y entre las nubes podía ver a los mortales, viviendo sus vidas tan plenamente como si fuera el último día de su existencia, disfrutando de lo que el cuerpo les permitía, corriendo, gritando, haciendo el amor.

las palabras salieron sin esfuerzo, cual barco dejando caer un ancla, Alec se liberó del peso en su alma

- Yo quería experimentar, saber lo que se sentía amar, así que una noche mientras las sombras me escondían bajé, llegué a la tierra donde una pequeña aldea estaba ubicada en un valle, me acerqué a los humanos fascinado por su efímera naturaleza, ellos como polillas atraídas por la luz caminaron a mi, recuerdo a una chica muy hermosa que me cautivó en un instante, quería tocarla, sentirla en mis brazos y lo hice, la rodee y por un segundo me aferré a ella, pero se marchitó cual flor de primavera al llegar el otoño, perdió su color, su vida. Los demás no se inmutaron, estaban hechizados por mi luz angelical, traté de alejarme pero uno a uno murieron.

El silencio reinó no sólo en la habitación, sino también en toda la mansión, los lobos escucharon atentos el relato sin atreverse a mover siquiera un dedo, no quisieron perturbar el ambiente que Alec había construido tan sólo con su voz.

- ¿Qué sucedió después?

Apenas fue un susurro de Magnus, uno tranquilo.

- Mis hermanos Ángeles bajaron por mi y me llevaron ante mis superiores, los arcángeles dictaron la sentencia apropiada, me expulsaron del cielo, arrancaron mis alas, las desgarraron para después arrojarlas a una hoguera y a mi a la tierra, a esa que tanto había deseado conocer. Pero después de eso la odié, tenía tanto dolor acumulado en mi cuerpo, era tanto mi sufrimiento que descargué mi ira con los humanos, los culpaba y les hice pagar por algo que yo mismo había provocado.

Esa época olvidada por los hombres apenas y se conservaba como una leyenda, un suceso trágico en tiempos obscuros

- No fue hasta que Caín me confrontó que tuve noción de mis actos y las consecuencias de estos. Había condenado a la eternidad un alma que añoraba su final y le di dones a una buena persona, como si fuera justicia divina un regalo y un castigo y ahora nuestras vidas dependen de ese ser de maldad.

Su tono fue descendiendo hasta alcanzar un sentir afligido pero el alfa no estaba de acuerdo.

- En eso te equivocas, nuestras vidas sólo dependen de nosotros mismos, confío en ti Alexander y te apoyaré en todo lo que pueda, lo venceremos juntos.

Eso estremeció al vampiro, tanta entrega, tanta fe, tanto... amor.

Después de una eternidad, después de la agonía, después de haber perdido toda esperanza, ahí estaba él, su destinado, su pareja, su mate, su alfa, su alma gemela, el hombre de su vida, dispuesto a luchar por un error que no cometió sólo por mantenerlo a salvo a él.

Si

Al fin había encontrado eso que siempre buscó, el amor.

Creador de Razas (MALEC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora