VIII

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Cuando todos estuvieron conscientes de la estrategia de batalla se otorgó un momento para el adiós, cada individuo se despidió de las personas amadas, conocidos y amigos.

La guerra traería bajas, muchas, y no estaba garantizado el boleto de regreso, todos eran concientes de ello y todos lo aceptaron como aceptaban la muerte, como algo inevitable que tarde o temprano llegaría.

Ambos líderes portaban armaduras, la del lobo era verde con detalles negro azulado, reforzada en las partes blandas del cuerpo, con un diseño que el mismo Magnus impuso en un fluido movimiento de magia.

La del vampiro era negra totalmente, una reliquia de los años en que había vivido en el cielo, antiguamente era blanca pero al destierro cambió de color tomando el de la oscuridad.

Entre ambos hombres, en brazos del dueño del castillo estaba un bebé de piel azúl, con cuernos y cabello negro azulado pero lo más lindo era la combinación en miniatura de ambas armaduras de sus padres, el pequeño primogénito también estaba listo para la batalla.

- No luchamos por maldad, no somos el enemigo, - habló el vampiro en tono profundo - luchamos por nuestra supervivencia, por nuestros seres queridos, por cada cosa que apreciamos, nos aferraremos a la vida, hasta que el último soplo abandone nuestro cuerpo seguiremos peleando. Vamos a darles una lección.

Ver a su lider y a su luna con un inesperado y sangriento buen ánimo hizo que todos se relajaran, si el ángel caído estaba de buenas, había esperanza.

Alec tomó al bebé con ambas manos y lo levantó a la altura de su cara, lo miró a los ojos y el pequeño dejó salir una risa preciosa que causo un efecto espejo en su padre.

- Cuida de papá Magnus, cariño.

Besó su frente lentamente, cerrando los ojos en el proceso, memorizando la suave piel de su hijo, el peso en las manos, la temperatura de su cuerpecito, aquellos movimientos de las pataditas y el latir prolongado de su corazón.

Se acercó a su pareja y tomó sus labios, en un beso feroz y demandante que exigió toda la atención del Alfa, sujetó el cuello del lobo pegandose más a él, profundizando el contacto hasta hacer chocar los dientes.

Se separaron abruptamente, viendose a los ojos, ninguno dijo nada porque si lo hacían no tendrían la fuerza de voluntad para dejarse ir, el vampiro entregó al bebé y el lobo lo recibió.

- Máx, - el nombrado se acercó - Cuida de mi familia

El joven vampiro se sorprendió pero aceptó enseguida, se quedaría con ellos para protegerlos en caso de que algo saliera mal.

Caminó hasta la salida y avanzó con dos especies siguiéndolo, cada persona llevaba una espada, un escudo, la armadura y algunas dagas malditas escondidas que les servirían contra los guerreros celestiales.

Las puertas se abrieron y todos salieron en multitud, los vampiros por primera vez en muchos siglos sintieron el calor de los rayos del sol pegando en su rostro, la Unión con los lobos les había dado un regalo.

Avanzado al castillo venían varias legiones de Ángeles, todos en formación y marchando al unísono, perfectos soldados entrenados para la batalla.

Al frente de los Ángeles marchaban dos personas, uno era un ángel hermoso y el otro un vampiro con odio en la mirada que echaba a perder su indescriptible belleza.

Mientras que los guerreros del cielo estaban en una formación impuesta los habitantes de la tierra caminaban tranquilos, sin orden, sin reglas, con determinación.

Eso hizo enfurecer a los oponentes, no los consideraban dignos siquiera de su atención, Caín detuvo su ejército

- Alexander Ligtwood, ¿salieron a rendirse ?

Creador de Razas (MALEC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora