IX

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El silencio se instaló en el campo de batalla en un segundo, las ruinas del castillo aún sacaban polvo del alboroto causado, la que antes fue una construcción magnánima había sido reducida a un montón de piedra y escombros.

Alexander se dejó caer de rodillas en el pasto, viendo como todo lo que amaba ya no estaba ahí, su precioso Alfa, su bello hijo y su leal hermano, no había forma de salir vivo bajo tantas toneladas.

Intentó sentir a Magnus, pero no lo lograba, trató de hacer magia pero ya no había ningún enlace que significara que aún estaba con vida, tiró del hilo que compartía con Máx y no encontró resistencia alguna.

La desesperación inundó a la manada de lobos y al clan de vampiros, el dolor se sentía como un río de lava ardiente en su pecho pero sobre todo se impuso el terror, su lider siempre había sido sádico y vengativo por cualquier cosa, pero esto, los Ángeles habían sobrepasado el límite de todo.

La gente de Alexander se dispersó, todos con la velocidad superdesarrollada corrieron, Catarina dejó la riña con su padre, armó un portal y escapó de ahí lobos y vampiros guardaron sus armas y en vez de seguir peleando, salieron por piernas del lugar, los Ángeles les perdieron de vista apenas unos segundos después.

Observaron al único terrestre que quedó, a su ex compañero ángel, incado en el pasto, perdido en sus pensamientos mientras observaba la tragedia frente a sus ojos, sin respirar, sin decir nada, sin gritar, una estatua clavada al suelo, esperando alguna señal de que su familia estuviese viva.

Caín se vanaglorió con el resultado, su alma malvada no cabía de orgullo por haber vencido a su peor enemigo, aquél que lo había condenado a ver morir a sus seres queridos, por fin podría deshacerse del maldito, lo mataría, lo quemaría y después perseguiría a los restantes hasta su extinción.

Se acercó a paso lento hasta Lightwood, sacó su espada con un ruido de metal con metal, la afiló en su antebrazo con la armadura y la levantó cual verdugo dispuesto a dar el golpe final.

- Mis saludos a tu familia

El arma descendió a la velocidad de la luz para matar al indefenso pelinegro, ésta vez Alexander no hizo nada para detenerla, no movió ni un solo músculo.

Pero la espada nunca lo alcanzó

A un milímetro de su piel, se detuvo abruptamente, como si una fuerza desconocida la hubiese atrancado, Caín puso fuerza en tratar de hacerla descender pero no se movía ni un ápice.

La misma fuerza obscura arrojó la espada por los aires, pero no a cualquier lugar, no, tanta fue la velocidad con que fue impulsada que atravesó la armadura y se clavó hasta la empuñadura en el pecho de Raziel quien cayó muerto al suelo.

Todos miraron boquiabiertos lo que había sucedido, el ángel caído se puso de pié, lentamente se irguió en toda su estatura y poco a poco volteó a la multitud de guerreros celestiales.

Lagrimas de sangre surcaban todo su rostro, corrían por las mejillas hasta caer por la barbilla, una escena perturbadora.

Se tornó una pesadilla en cuanto el cambio comenzó, su piel adquirió un tono grisaceo perlado, las uñas crecieron muchos centímetros y afiladas como cuchillas de obsidiana, las venas se marcaron en negro recorriendo toda su anatomía, dos puntas se abrieron paso entre los mechones de cabello hasta ser unos cuernos enormes, sus ojos se tornaron rojos, los colmillos hicieron acto de presencia traspasando los labios y por último unas alas de cuervo emergieron de su espalda.

Caín no podía moverse de donde estaba parado, jamás lo había visto así, en todos los milenios que Alexander llevaba existiendo nadie había presenciado tal atrocidad, semejante monstruo no debería ser posible pero ahí estaba.

En un segundo el puño del primer desterrado atravesó la caja torácica del primer vampiro, la garra salió por la espalda con el corazón de Sebastian en ella, el cual apretó hasta convertirlo en nada.

La expresión de ese malnacido se notó sorprendida pero enseguida Alexander lo sujetó con ambas manos y partió su cuerpo a la mitad haciendo volar los pedazos en lados contrarios, al tener contacto con el pasto se incendiaron hasta reducirse a cenizas.

El cielo se oscureció, las nubes negras aparecieron de la nada bloqueando el paso del sol, un viento huracanado comenzó a mover los árboles sin piedad, los truenos sonaron sobre sus cabezas, relampagos iluminaron por segundos el tétrico paisaje mientras las legiones del cielo estaban en posición de defensa sin saber qué hacer.

La tierra empezó a temblar, se agrietó y partió profundamente en todas direcciones, lava ardiente empezó a fluir desde abajo con fuerza, los árboles se derrumbaron con estruendo, Alexander empezó a caminar.

Emprendió el camino en dirección a aquellos intrusos que habían dejado caer la gran roca, no necesitó armas pues de su cuerpo fluyó una bruma negra, los envolvió y los gritos agonizantes se hicieron presentes pero pararon un minuto después, siguió avanzando.

Los Ángeles supieron que no ganarían y emprendieron la retirada, tal vez si no lo hubieran hecho Alexander los habría dejado vivir, pero se trataron de escapar y eso no le gustó al monstruo.

De la tierra surgió una enorme cordillera de rocas bloqueando la salida, todos desplegaron sus alas y los primeros comenzaron a volar, no llevaban 100 metros cuando los rayos empezaron a lloverles encima, como moscas electrificadas se desplomaron.

No era suficiente, su familia no estaba a la vista, los haría pagar con sus vidas todo el sufrimiento que le causaron en el pasado y ahora.

Los Ángeles tomaron formación, lo atacaron juntos pero aquella bruma de muerte y destrucción se desplegó en un golpe que hizo pedazos las 10 primeras filas.

Entonces Alexander atacó, como una bala de cañón se fue directo a ellos, sin medir fuerza ni tener compasión, arrasó a su paso con todo lo vivo, respaldado por su bruma, protegido por lava y ayudado por los relámpagos.

El verdadero apocalipsis en toda su horrorosa gloria, la tierra vomitaba aquél líquido fundidor de Ángeles, los vientos les dificultaban el vuelo, la electricidad de las nubes caía encima y en la tierra Alexander mataba decenas de seres alados por minuto.

Aquellas imponentes legiones en menos de 600 segundos estaban reducidas a un par de centenares, todos temerosos, desesperados, orando al cielo porque su dios viniera a salvarlos del monstruo.

Un pedazo de cielo se iluminó, como estrella cayó una figura envuelta en resplandor blanco puro, irradiando luz y esperanza.

- No teman, hijos míos, he venido a salvarlos del mal

Su Dios había bajado del cielo para derrotar a la bestia, él lo mataría y estarían salvados de una muerte trágica como la de los demás Ángeles.

Alexander había pasado de la furia a la cólera, aquél maldito todo poderoso se creía capaz de llamarlo maldad cuando él había sido quien mandó a sus tropas a acabar con gente inocente llevandose a su paso la familia que tanto esperó.

Tomó aquella masa de oscuridad, inyectando todo el poder destructivo que tenía en su persona,simulando tener un arco en sus manos colocó la flecha negra apuntando a aquél maldito al que alguna vez idolatró y dejó fluir el proyectil.

Nadie lo vió cruzar el espacio que los separaba pero todos escucharon cuando se hundió en el ser de luz, un jadeo provino de los labios de quien una vez fue amigo de Alexander, sintió todo el dolor del ángel que expulsó del cielo y no pudo con tanto sufrimiento, cual polilla en sus últimos momentos la luz parpadeo unas cuantas veces y se extinguió.

Una sonrisa de satisfacción se instaló en la cara de Lightwood, aquella mueca macabra al ver tantos cuerpos mutó al deleite, si alguien no ponía un alto pronto, ya no habría retorno para nuestro ojiazul.

Se encaminó a los últimos sobrevivientes sonriendo al ver sus caras de horror, todos ellos se agruparon rezando por alguna milagrosa salvación, sentían miedo y lástima, compadecían al pobre diablo que había sufrido al grado de transformarse en una bestia.

El espacio se terminó al igual que su tiempo, cara a cara estaba el monstruo y su destino, Alexander levantó la mano derecha listo para dar muerte pero aquella extremidad se quedó suspendida en el aire.









Creador de Razas (MALEC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora