—¿Qué? Eso no puede ser verdad —Cristopher estaba furioso, mientras Elena lloraba desconsolada.
Su padre agarró su cabello de forma brusca, haciendo que el joven soltara un gemido de dolor. —Escucha bien, mi hijo no puede ser un maldito maricón de mierda. No puedes tener esa enfermedad.
Su puño impactó en su rostro. El dolor era intenso y su cara comenzó a sangrar.
—Tú no puedes amarlo, eso es pecado.
Su padre se lanzó sobre él, golpeando su frágil y delicado cuerpo. —¡Entiéndelo, pecado... él es pecado!
Su cuerpo yacía tirado en el frío suelo, incapaz de moverse. Seguramente tenía algunos huesos rotos; el dolor era insoportable.
Con gran esfuerzo, alzó la cabeza y miró hacia su madre, quien continuaba llorando. Ella evitó su mirada, esperando que dijera algo, pero no lo hizo. "No puedo", alcanzó a escuchar antes de que ella saliera corriendo, desapareciendo del lugar.
Las lágrimas afloraron en sus ojos.
«¿Qué mal he hecho?», se preguntó en voz baja para sí mismo.
¿Todo esto había sucedido por atreverse a seguir su corazón y darle una oportunidad a su propia felicidad? ¿Sólo porque había entregado su corazón y sentimientos a otro hombre?
Su cuerpo fue levantado toscamente para luego ser atado a una silla. Estaba por perder el conocimiento. Debajo de él había un gran charco de sangre. Sintió como le arrojaban un líquido con un olor particular.
—Entonces has elegido el camino del mal —su padre se puso de cuclillas para quedar a su tamaño, frente a frente y escupió sobre su cara.
Prendió un fósforo, una risa malévola se escuchó entre todo ese silencio además de los sollosos del pequeño angel. Dejó caer el fósforo encendido al suelo provocando que este se incendiera inmediatamente.
Su cuerpo ardía entre las llamas, gritaba desesperado pidiendo ayuda, pero nadie venía a ayudarle. ¿Donde diablos estaba su madre? Su garganta comenzó a doler por gritar excesivamente. La carne viva era consumida por el fuego, era un dolor insoportable. Su muerte estaba cerca.
—¡Púdrete en el infierno maldito homosexual! —Cristopher reía de una manera espeluznante.
Una risa que le atemorizó...
Abrió los ojos y se levantó bruscamente de la cama, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Estaba empapado en sudor y su respiración era agitada, como si hubiera corrido una maratón en sus sueños. Se revisó en busca de heridas o quemaduras, pero su piel estaba intacta, sin marcas de la pesadilla que lo había atormentado. Fue solo eso, una horrible pesadilla. Suspiró aliviado, pero el eco de su propio aliento en la habitación le recordó lo solo que estaba.
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El Silencio de Dios
JugendliteraturEn un torbellino de silencio divino, Lucas luchó hasta el último suspiro, enfrentando la incomprensión y el rechazo, solo para descubrir que en su sacrificio final, su voz resonaría más fuerte que nunca, llevando consigo el mensaje de esperanza y li...