Benja no podía creerlo...
Tenía un pequeño tumor benigno, que le tenían que extirpar, cosa que desde luego, no le hacía mucha gracia. Iba sentado en una silla de ruedas, conducida por una amable enfermera que rondaba los 50, quizás los 60. Le repetía cada dos minutos, la poca importancia de la operación y le animaba a no preocuparse. ¿Pero como no preocuparse? Sólo tenía 18 años...
No pensaba que iba a ser intervenido de algo así nunca. Al menos nunca se planteó de esa manera su segunda entrada en la vida a un hospital. La mayoría de habitaciones, estaban cerradas. Amelia, como la enfermera se llamaba, paró la silla un momento, y se quedó hablando con un doctor. Al parecer no había prisa...
Benja suspiró y echó su cabeza a un lado, simbolizando lo harto que estaba de aquello. Un poco más alante, vio una habitación que curiosamente, no estaba cerrada. Se puso a pensar en si esa iba a ser su habitación o simplemente no cerraban la puerta por claustrofobia.
Él no pensaba tenerla abierta, ¿para qué? ¿Para que vieran su “desgracia”? De pronto, escuchó algo, una dulce voz...
-¡Sí! ¡Eso también! –Decía entre risas. –No Papá... Los árboles de aquí son enooormes... Ajá. Y ahora el cielo está precioso... Sí... Justo como a mí me gusta. ¿Tú crees? ¿Qué apostamos? –Dijo volviendo a reír.
Él miraba extrañado la puerta, ni se acercaba ni se alejaba, simplemente escuchaba. Otra enfermera, algo más joven que Amelia, entró en la habitación.
-Camila, cariño...
-Papá... –Dijo con la misma dulzura, algo apagada por la tristeza. –Tengo que colgar, ¿si? Mañana discutimos como se encuentra el paisaje... Un beso... Yo también.
Se sumergió en aquella conversación, en aquella voz. Daba una sensación alegre, de bienestar...
De pronto, algo interrumpió su trance. Amelia había empujado la silla de golpe, por lo que Benja se echó hacia delante sin poder evitarlo.
-¡Benjamín! ¿En qué estabas pensando? –Dijo preocupada. –Te podría haber pasado algo...
Sonrió ligeramente, tras decir un “Nada, tranquila no tiene importancia”.
La silla avanzó, para descubrir a la dueña de aquella voz. Una chica menudita, con melena rojiza y una sonrisa que movía al mundo. Miraba con ternura el paisaje de la ventana que se encontraba al lado de su cama, mientras la enfermera bromeaba con ella.
Benja no pudo evitar sonreír. Ni llantos, ni tristeza, ni amargura...Aquella habitación era perfecta, se respiraba alegría. Su silla pasó de largo. Por desgracia, aquél no era su destino. Dos habitaciones más adelante, Amelia paró y le enseñó lo que por un corto plazo de tiempo, si todo salía como tenía que salir, iba a ser su lugar.
Había pasado una hora y media desde que había llegado a aquella incómoda cama. Los canales de su habitación pasaban a una velocidad pasmosa... Nunca le había gustado demasiado la tele. Intentó concentrar aquella energía en leer un libro.
Necesitaba respirar, salir. Necesitaba volver a su vida, a los entrenamientos por las tardes, los partidos. Le encantaba el deporte.
Se rindió... Era imposible que leyera un libro en esos momentos. Se levantó de la cama y decidió dar un paseo, a pesar de la insistente negativa de Amelia.
Se acordaba perfectamente de aquél número... 108.
Abrió con cuidado la puerta y sonrió. Ahí estaba ella, con unos cascos y concentrada en aquél otoño que pasaba tan despacio...
Se acercó a ella y se sentó en el sofá. Ella seguía sin atenderle, sin hacerle caso. Como si fuera invisible. De pronto, la misma enfermera que había entrado la vez anterior, entró y se quedó mirando a Benja.

ESTÁS LEYENDO
• Relatos || Pablizza / Benjamila •
FanficRelatos o historias cortas de Pablizza o Benjamila en vidas diferentes, también puede que utilice a otros personajes que ellos hayan interpretado... 》》 • No se permitió adaptaciones, ni copias. • CC: Varias (no créditos)