Canto XVIII Los pretendientes humillan a Odiseo

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Llegó entonces un mendigo del pueblo que solía pedir en la ciudad de Ítaca sobresalía por su estómago insaciable para comer y beber sin parar. No tenía vigor ni fortaleza,pero su cuerpo era grande al mirarlo.  Su nnombre era Arneo,  se lo puso su venerable madre el día de su nacimiento, pero todos los jóvenes lo llamaban Iro,  porque solía llevar mensajes cuando alguien se lo mandaba.  Al llegar,  empezó  a perseguir a Odiseo por su casa y lo insultaba diciendo aladas palabras :
<<Viejo, sal del pórtico,  no sea que te arrastre por el pie,  ¿No has visto que todos me hacen guiños incitándome a que te arrastre?  Yo,  sin embargo, siento vergüenza.  Conque levántate,  no sea que nuestra disputa llegue a las manos. >>
Y mirándolo,  con rostro torvo,  dijo el muy astuto Odiseo :
<<Desgraciado,  ni te hago daño alguno ni te dirijo la palabra y no siento disgusto de que alguien te dé cosas,  aunque recojas muchas.  Este umbral tiene cabida para los dos y no tienes por qué envidiar lo ajeno.  Me pareces un vagabundo como yo y son los dioses los que dan la fortuna.  Pero no me provoques a luchar, no sea que me irrites y, aunque sea viejo,  te empape el pecho y los labios.  Así tendría más tranquilidad mañana,  pues no creo que volvieras por segunda vez al palacio de Odiseo Laértida. >
Y el vagabundo Iro le contestó airado:
<<Ay, ay, qué deprisa habla este vividor qué se parece a una vieja ennegrecida por el hollín!  Y eso que podría pensar en provocarle daño:  golpearlo con mis dos manos;  arrancar todos los dientes de sus mandíbulas como a un cerdo devorador de espigas y tirarlos al suelo.  Ponte el ceñidor y que todos vean nuestra pelea:  aunque ¿cómo podrías luchar con un hombre más joven? >>
Así es como se llenaban de cólera sobre el pulimentado umbral,  delante las elevadas puertas.  La sagrada fuerza de Antínoo a los dos y con dulce risa dijo a los pretendientes:
<<Amigos,  nunca hasta ahora nos había tocado en suerte una diversión como la que un Dios nos ha traído en esta casa.  El forastero e Iro están provocándose mutuamente llegar a las manos.  Incitemos a ambos para que peleen enseguida. >>
Así dijo,  y todos comenzaron a reírse.  Rodearon a los andrajosos mendigos y les dijo Antínoo,  hijo de Eupites:

<<Escuchadme,  ilustres pretendientes, mientras os hablo.  Hay en el fuego unos vientres de cabra que hemos dejado para la cena llevándolos de grasa y de sangre.  El que venza de los dos y resulte más fuerte podrá escoger el que quiera. Además, podrá participar siempre de nuestro banquete y no permitiremos que ningún otro mendigo se nos acerque a pedir. >>

Así habló Antínoo, y les agradó su palabra.  Entonces el astuto Odiseo les dijo con intenciones engañosas :

<<Amigos,  no es posible que un viejo luche con un hombre más joven, sobre todo si está abrumado por el infortunio, pero el perverso estómago me empuja a que sucumba ante sus golpes. Ea, vamos,  prometed todos con firme juramento que golpeará de modo pesada, haciéndome sucumbir ante este por la fuerza. >>

Así dijo, y todos juraron como les había pedido. Así  que cuando habían completado su juramento dijo entre ellos la sagrada fuerza de Telémaco:

«Forastero, si tu corazón y tu valeroso ánimo te empujan a defenderte de este,  no temas a ninguno de los aqueos, pues tendrá que luchar contra muchos más quien te mate. Yo soy quien te hospeda y Antinoo y Eurímaco, ambos discretos,  aprueban mis palabras. >>

Así dijo, y todos asintieron. Así que Odiseo ciñó sus miembros con los andrajos y dejó al descubierto  sus muslos grandes y hermosos, sus anchos hombros, su torso y sus dos brazos. Entonces Atenea se puso a su lado y fortaleció los miembros del pastor de su pueblo. Todos los pretendientes se asombraron mucho y uno decía así al que tenía al lado :

<<Pronto este Iro va a dejar de ser Iro y tener la desgracia que se ha buscado ; ¡ menudos muslos deja

 ver el viejo a través de sus andrajos! >> 

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2023 ⏰

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