XIII Los feacios despiden a Odiseo. Llegada a Ítaca

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Así habló el hijo de Laertes y todos enmudecieron en el silencio; estaban poseídos por un hechizo sombrío palacio. Entonces Alcínoo le contestó y dijo:

<<Odiseo, ya que has llegado a mi palacio de piso de bronce, de elevado techo, creo que no vas a volver a casa errabundo otra vez por mucho que hayas sufrido. En cuanto a vosotros, los que acostumbráis a beber en mi palacio el rojo vino de los ancianos escuchando al aedo os voy a hacer este encargo: el forastero ya tiene, en un arca pulimentada, oro bien trabajado y cuantos regalos le han traído los consejeros de los feacios. Démosle también un gran trípode y una caldera a cada hombre, que yo después os recompensará realizando una colecta por el pueblo, pero es doloroso que uno haga dones gratis.>>

Así habló Alcínoo y les agradó su palabra. Y se marchó cada uno a su casa con ganas de dormir.

Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, se apresuraron hacia la nave llevando el bronce propio de los guerreros.

Y Alcínoo, el de sagrada fuerza, marchando en persona, colocó todo bien bajo los bancos de la nave, no fuera que causaran daño a alguno de los compañeros durante el viaje cuando se apresuraran moviendo los remos.

Luego marcharon al palacio de Alcínoo y dispusieron el almuerzo. La sagrada fuerza de Alcínoo sacrificó entre ellos un buey en honor al Cronida Zeus, el que oscurece las nubes, el que gobierna a todos. Quemaron los muslos y se repartieron gustosos un magnífico banquete; entre ellos cantaba el divino aedo, Demódoco, venerado por su pueblo. Pero Odiseo volvía una y otra vez su cabeza hacia el resplandeciente sol, deseando que se pusiera, pues ya pensaba en el regreso. Como cuando un hombre desea vivamente cenar, en tanto su pareja de bueyes ha estado todo el día arrastrando por el campo el bien construido arado sus rodillas le duelen al caminar, y la luz del sol se pone para él con agrado, ya que se va a alimentar, así se puso el sol con agrado a Odiseo.

Y volvió a dirigirse a los feacios amantes del remo y, dirigiéndose sobre todo a Alcínoo, dijo su palabra:

<<Poderoso Alcínoo, el más ilustre de tu pueblo, haced una libación y devolverme a casa sano. Y a vosotros, ¡salud! Ya se me ha proporcionado lo que mi ánimo deseaba, una escolta y amables regalos que ojala los dioses, hijos de Urano, hagan prosperar.  ¡Que encuentre en casa, al volver, a mi irreprochable esposa, a salvo junto a los míos! Vosotros quedaos aquí y seguid llenando de gozo a vuestras esposas legítimas y a vuestros hijos; que los dioses os repartan bienes de todas clases y que ningún mal se instale entre vosotros.>>

Así habló, y todos aprobaron sus palabras y aconsejaban dar escolta al forastero, porque había hablado como correspondía. Entonces Alcínoo se dirigió a un heraldo:

<<Pontónoo, mezcla una crátera y repare vino a todos en el palacio, para que demos escolta al forastero hasta su tierra patria después de orar al padre Zeus>>

Así habló, y Pontónoo mezcló el vino que alegra el corazón y se lo repartió a todos, uno tras otro. Y Libaron desde sus mismos asientos en honor de los dioses felices, los que poseen el ancho cielo. El divino Odiseo se puso de pie, colocó una copa de doble asa en manos de Arete y le dijo aladas palabras:

<<Sé siempre feliz, reina, hasta que te lleguen la vejez y la muerte que andan rondando a los hombres. Yo vuelvo a casa, goza tú en este palacio entre tus hijos, tu pueblo y el rey Alcínoo.

<<Así hablando el divino Odiseo traspasó el umbral. Y el poderoso Alcínoo le envió un heraldo para que le condujera hasta la rápida nave y la ribera del mar. También le envió Arete a sus esclavas, a una con un manto bien lavado y una le dio un arca adornada para que la llevara y otra portaba trigo y rojo vino.

La Odisea HomeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora