Canto XV Telémaco regresa a Ítaca

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Entre tanto había marchado Palas Atenea hacia la extensa Lacedemonia para sugerirle la idea del magnánimo Odiseo e incitarlo a que volviera a su morada. Encontró a Telémaco y al hijo de Néstor durmiendo en el pórtico del glorioso  Menelao. En verdad, solo al hijo de Néstor dominaba el dulce sueño, mientras que Telémaco no podía dormir pues en la noche inmortal agitaba en su interior la angustia por su padre. Se acercó Atenea, la de ojos brillantes, y le dijo:

<<Telémaco, no está bien vagar más tiempo lejos de casa dejando allí tus bienes y a hombres tan soberbios. Cuidado, no vayan a repartirse y devorarlo todo mientras tú haces un viaje en vano!
Vamos, apremia a Menelao, de recia voz guerrera, para que te despida, a fin de que encuentres a tu ilustre madre todavía en cada, que ya su padre y hermanos andan empujándola a que se case con Eurímaco, pues éste aventaja a todos los pretendientes en regalarla y en  aumentar su dote. Guárdate de que no se lleve de casa, contra tu voluntad, algún bien. Pues ya sabes cómo es el alma de una mujer está dispuesta a acrecentar ls casa de quien la despose olvidando y despreocupándose de sus primeros hijos y de su esposo, una vez que ha muerto.

Conque ponte en camino y deja todo en manos de la esclava que te parezca la mejor, hasta que los dioses te den una esposa ilustre. Te voy a decir algo más, pobló en tu interior los más nobles de los pretendientes te han puesto emboscada en el paso entre Ítaca y la escarpada Same, deliberadamente, pues desean matarte antes de que la tierra abrace a alguno de los pretendientes que se comen tu hacienda. Así que aleja de las islas tu bien construida nave y navega por la noche, pues te enviará viento favorable aquel de los inmortales que te custodia y protege. Tan pronto como hayas llegado a la ribera de Ítaca, envía la nave y a tus compañeros a la ciudad para que anuncie a la prudente Penélope que estás a salvo y has llegado de Pilos. Hablando así marchó hacia el lejano Olimpo. Despertó Telémaco al hijo de Néstor de su dulce sueño empujándole con el pie y le dijo su palabra:

Despierta, Pisístrato, hijo de Néstor, unce al carro los caballos de una sola pezuña a fin de apresurar nuestro viaje. Y le contestó Pisístrato, el hijo de Néstor:
Telémaco, no es posible conducir en la oscura noche, aunque estemos ansiosos de ponernos en camino. Pronto despuntará la aurora. Esperemos a que el héroe Atrida Menelao, ilustre por su lanza, nos traiga sus dones, los ponga en el carro y nos despida con palabras amables; que un huésped se acuerda cada día del hombre que te ha acogido si este le ha ofrecido su amistad. Así habló y tal punto apareció Eos de trono. Y se les acercó Menelao, de rica voz guerrera, levantándose del lecho junto a Helena de lindas trenzas. Cuando lo vio el hijo de Odiseo vistió apresuradamente sobre su cuerpo la brillante túnicas, echó sobre sus resplandecientes hombros un gran manto y se dirigió a la puerta. Y colocándose a su lado le dijo el querido de Odiseo:
Atrida Menelao, vástago de Zeus, pastor de tu pueblo, despídeme ya a mi querida patria, pues mi ánimo desea regresar. Y le contestó Menelao, de recia voz guerrera:
Telémaco, no te detendré más tiempo si deseas volver, que también a mí me irrita quien recibes  un  huésped y te ama en exceso o en exceso te aborrece. Todo es mejor si es moderado. La misma bajeza comete quien anima a su huésped a que se vaya, cuando éste no quiere hacerlo, que quien se lo impide cuando lo desea. Hay que agasajar al huésped cuando esta en tu casa, pero también despedirlo si lo desea. Mas espera a que traiga mis hermosos dones y los ponga en el carro, dones hermosos, lo verás con tus propios ojos, y a que diga a las mujeres que preparen en palacio un almuerzo de cuanto aquí abunda. Que es honor y gloria, al tiempo que provecho, el que os marchéis por la tierra inmensa después de almorzar. Si deseas volver por la Hélade y el centro de Argos, para que yo mismo te acompañe, unciré mis caballos y te conduciré por las ciudades de los hombres. Nadie nos despedirá con las manos vacías, sino que nos darán algo para llevarnos, un trípode de buen bronce, un jarrón o dos mulos o una copa de oro. Y Telémaco le contestó con sensatez:
Atrida Menelao, vástago de Zeus, caudillo de tu pueblo, quiero volver ya a mis cosas, pues no he dejado al venir ningún vigilante de mis posesiones; no quiero que por buscar a mi padre vaya a perderme yo, o que me desaparezca del palacio algún tesoro de valor. Luego que le oyó Menelao, de recia voz guerrera, ordenó a su esposa y esclavas que preparasen en palacio un almuerzo de cuanto allí abundaba. Acercósele después Erróneo, hijo de Boeto, tras levantarse de la cama, pues no habitaba lejos, y le ordenó Menelao, de recia voz guerrera, que encendiera fuego y asara carne. Y a que no desobedeció. Menelao ascendió a su perfumado dormitorio, pero no sólo, que junto a él marchaban Helena y Megapentes. Cuando habían llegado adonde tenía sus tesoros el Atrida Menelao, tomó  copa de doble asa y ordenó a su hijo Megapentes, que llevara una crátera de plata. Helena habíase detenido junto a sus áreas donde tenía peplos multicolores que ella misma había bordado. Tomó uno de éstos y se lo llevó Helena, divina entre las mujeres, el más hermoso por sus adornos y el más grande, brillaba como una estrella y encima de los demás. Conque atravesaron el palacio hasta que llegaron junto a Telémaco. Y le dijo el rubio Menelao:

La Odisea HomeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora