Capítulo Especial

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Nota: Este es un capítulo especial y por ello es muy corto, dude mucho en publicarlo pero creo que para el desarrollo de la  historia es importante, para entender los sentimientos de los personajes.

Este capítulo tiene contenido sensual, así que no es apto para menores.

Si eres una persona sensible a este tipo de contenido, te pido no lo leeas y esperes a que suba la continuación del capítulo 11.

EL VUELO DE LA GAVIOTA.

Jamás había sentido el corazón tan acelerado, al grado de escuchar mis propios latidos, las mejillas de Eleonor se ruborizaron, tome su rostro entre mis manos y la mire fijamente, esperaba encontrar algún ápice de temor, algo que me indicara que parara con esta situación, pero, lo único que había en los ojos de mi novia era "amor y deseo".

- ¿Tienes miedo? – le cuestione susurrándole al oído.

- ¡No! – respondió buscando mis labios.

- ¿De verdad? – la besé y me atreví a morder su labio inferior con suavidad.

- ¡Sí! – ella siguió acariciando mi piel con sus finas manos – no es miedo lo que tengo – bajo la mirada – es vergüenza – al fin confeso.

- ¿Vergüenza? – sonreí un poco.

- Richard, yo nunca... - calle sus labios con mi dedo índice, sabía lo que iba a decirme, fue en ese momento que me sentí el hombre más afortunado del mundo... del universo. En comparación con ella, yo si tenía miedo, era un hombre prácticamente inexperto, mi iniciación en el arte amatorio dejo en mí una muy mala experiencia, así que no volví a repetir dicho acto, ahora era diferente pues yo amaba y deseaba a esta joven, yo iba a ser su primera vez y quería que fuese inolvidable para ella, pero ¿Cómo?, no le di más vueltas al asunto y solo me deje llevar por ese fuego interior que me quemaba las entrañas, coloque mis manos en su espalda y lleve mis labios a los suyos, al tiempo que hacia danzar mis manos por sobre la tela del camisón.

- ¡Te amor, Eleonor! – Susurre en su oído y bese el lóbulo de su oreja, la respuesta de ella no fue con palabras, no las necesitábamos, sus manos se aferraron a mi espalda y nos fundimos en un beso, me sentía enloquecido de amor y pasión. Mis manos se movían a voluntad propia y a la vez delicadeza, el corazón se volvió a acelerar cuando me deshice del camisón, sentí como mis ojos se abrieron, lo que encontré debajo hizo que mis deseos crecieran, pase mis manos por sus hombros y acaricie su piel tersa y suave, sentí como Eleonor se estremeció al contacto, me acerque a ella y comencé a llenarla de delicados besos. Baje el encaje del tirante de su camisa y bese la piel de su hombro, escuche un suave gemido, la mire, tenía los ojos cerrados y los labios apretados, sus mejillas estaban teñidas en un tono rosa intenso, Eleonor paso sus dedos por mi cabello, para mí eso fue una señal de aceptación a mis caricias, así que seguí besando sus hombros y subí por su cuello, con mis dedos hice aun lado su rubia cabellera. Su piel era tan suave y delicada como el terciopelo. Ella busco mis labios y paso sus manos por mi espalda descubierta, un choque de electricidad invadió todo mi ser, mis manos bajaron para quitar la prenda íntima inferior, por un instante ella sujeto mis manos para detenerme, nos miramos fijamente si ella mostraba algún indicio de incomodidad o molestia, yo saldría de la habitación, contrario a lo que esperaba, ella me volvió a besar, soltó mis manos y rodeo mi cuello con sus brazos, ambos sabíamos que ya era tarde para detenernos, nos añorábamos en la intimidad, no de ahora, si no desde hace mucho, solo que ninguno se había permitido romper esos límites que separaban el amor de la pasión.

- ¡Richard... - Eleonor apenas y podía hablar, la voz se le quebraba con cada caricia mía, al fin le quité sus prendas íntimas, mis ojos se abrieron tan grandes como lunas, admirados de tanta belleza, la jalé contra mí al tiempo que mis manos recorrían su cuerpo, desde los hombros hasta sus caderas.

- ¡Te quiero mía! – le confesé para luego besarla.

- Entonces hazme tuya – susurro y beso mi cuello, caímos sobre la cama y restregué mi cuerpo sobre el de ella, fue ahí que sentí como la carne bajo la piel de mi hombro ardía, no me importo el dolor que me ocasionaba la herida, ni eso pudo frenar mis deseos de hacerla mía, me incorpore solo para desabrochar los botones del pantalón y dejar descubierta, mi masculinidad, los ojos de Eleonor parecían admirados y deseosos. Zafé los pantalones de mis pies y me coloque sobre ella, con mis rodillas separe sus piernas.

- Te deseo tanto – al fin me atreví a confesar.

- Y yo a ti – abrió su corazón ante mí, acaricio mi espalda. No sabía bien cómo actuar, solo lo que en charlas con Thomas me contaba de sus aventuras con algunas damas, "cuando son vírgenes les duele", había dicho en alguna ocasión. Recordando esas palabras trate de ser lo más delicado posible.

- Tal vez te lastime y duela un poco – dije con suavidad, tratando de no asustarla, como respuesta recibí una tierna sonrisa. Acerqué mi cuerpo al suyo, buscando el jardín de su intimidad, fui recibido por la calidez de una fuente que me invitaba a bañarme en ella, no resistía más y me adentré con suavidad al oasis de su cuerpo, Eleonor se aferró a mi espalda en ese primer momento, su rostro se llenó de un placentero dolor y para mí no fue diferente, era la primera vez que sentía un fulgor desbordase a mi alrededor, segundos después mi cuerpo comenzó a danzar sobre el suyo con voluntad propia, nos mirábamos, los ojos de Eleonor me recordaron aquel día en que llegue a este lugar, el brillo en sus ojos eran como aquellas gaviotas que surcaban el cielo sobre el mar, creo que jamás olvidare la expresión que hay en sus ojos en este momento.

- ¡Richard, te amo tanto! – dijo entre los gemidos. Mi corazón se aceleró con sus palabras haciendo aumentar el ritmo de mi cuerpo, sentí que el frenesí se apoderaba de ambos, Eleonor curveo su espalda y apretó los labios para contener un gemido que al final termino por escapar de ellos, al tiempo que me aprisionaba, esas sensaciones agudizaron las ganas de que el río que fluía en mí acabara por desbordarse en el manantial de su cuerpo, un gemido de placer salió de mis labios, mis manos se aferraron a sus piernas.

- ¡Te amo, te amo! – dije con la poca voz que me quedaba, me recargue en su pecho, ella me abrazo y beso mi frente, pude escuchar el acelerado ritmo de su corazón, y estoy seguro de que ella podía oír el mío. Jamás en la vida imagine que podría vivir una experiencia como esta, siempre creí que este acto se hacía solo para la procreación de nuestra raza o como lo dijo mi abuelo aquella vez, "es para divertirte y que te hagas hombre". que equivocado estaba. Hoy descubrí que entregarse por amor era tocar el mismo cielo, y lo hice gracias a las maravillosas alas de mi gaviota. 

¡DÓNDE LAS GAVIOTAS VUELAN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora