Capítulo 10

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EL REGALO DE EDITH.

No regresamos a Nueva York hasta que el grupo teatral lo hizo, lamentablemente en el incendio algunos integrantes del grupo teatral perdieron la vida. Cada que Trudy y Eleonor relataban lo sucedido, mi corazón se llenaba de angustia y lo único que podía hacer era abrazar a mi novia, el pensar que la pude haber perdido me quebraba por dentro, aunque trato de no mostrar desesperación pues yo sentía que debía ser esa roca firme que le daba fuerza. Paso poco más de una semana antes de que volviéramos a tocar suelo neoyorquino, sentí un gran alivio al llegar a la ciudad, Eleonor tuvo que viajar con el grupo teatral, pero saber que íbamos en el mismo tren de vuelta me confortaba, nunca me imaginé lo protector que podría a llegar a ser con una persona.

- ¡Ven! – le di la mano a mi novia para ayudarla a descender del vagón, detrás de ella venía Trudy a quien mi amigo ya esperaba.

- Te llevare a tu casa - Robert le dio el brazo a la joven.

- Nosotros nos iremos a parte – dije antes de que mi amigo nos invitara a ir con ellos.

- ¡Claro! – Robert entendió que yo deseaba estar un rato a solas con Eleonor. Nos despedimos y cada uno tomo un camino distinto, Robert y yo nos tomamos el atrevimiento de pedir enviaran el equipaje en los domicilios de las damas. Mi novia quería ir directamente a su hogar, y yo deseaba que así fuera, no quería andarme exhibiendo y no por el hecho de que me vieran por ella, si no, porque tenía miedo de que alguien me reconociera y abriera de más la boca. Me puse el sombrero para así ocultar un poco de mi identidad, para mi desgracia había estado en demasiadas reuniones sociales, incluso mi rostro apareció en la foto de un diario semanas atrás.

- ¿Qué tienes? – cuestiono Eleonor – pareces... agobiado – dio con la palabra indicada, estaba agobiado.

- Nada – sonreí, pero creo que ella no me creyó del todo – no fue fácil digerir la idea de que tal vez – apreté los labios – te había perdido – y en parte era verdad, no concibo la vida sin ella.

- ¡Richard! – dijo mi nombre con suavidad al tiempo que apretaba la tela de la manga del saco – tuve miedo de no volverte a ver – me confeso – sentí unas imperiosas de abrazarla, pero me contuve – te parece bien si te invito un café – propuso esbozando una sonrisa.

- Por mí, encantado – le regrese la sonrisa. Camino a su casa pasamos a comprar algunas cosas, ya que era de su ponerse que no habría nada en la despensa, me habría gustado comer en algún lugar, pero creo que este es el momento indicado para contarle la verdad. Quería que el tiempo pasara lo más lento posible para retrasar mi confesión, en mi cabeza repasaba una y otra vez las palabras que iba a utilizar para contarle sobre mi vida en Inglaterra, tenía que ser sutil y estaba convencido de que ella me amaba y comprendería la situación – ¡Eleonor! – detuve mi andar.

- ¡Sí! – ella me miro con dulzura.

- Quiero hablar de algo importante – deje salir el aire de mis pulmones, ella fijo sus ojos en mí esperando a que yo hablara – en cuanto estemos en tu casa, lo sabrás – baje la mirada.

- ¿Pasa algo malo? – cuestiono con un poco de angustia.

- No – traté de darle confianza - ¡adelante! – le cedí el paso a la entrada del edificio, ella sujeto con fuerza la bolsa que llevaba en las manos. Subimos, el silencio era tal que parecía que podía escuchar su respiración. Eleonor saco las llaves de su bolso, note que sus manos temblaban, tanto que cuando iba a introducir la llave en la cerradura esta cayó de sus manos al suelo, me agache a recoger la llave.

- Yo lo hago – la vi tan nerviosa que decidí ayudarla, metí la llave y la giré, de inmediato el seguro se quitó, iba a empujar la hoja de madera para que se abriera, pero ella la sujeto y la volvió a cerrar. Me sorprendió tanto su actitud y la mire desconcertado - ¿Qué sucede? – cuestione ante esa reacción.

¡DÓNDE LAS GAVIOTAS VUELAN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora