Introspección

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INTROSPECCION.

La cabeza aun me da vueltas cuando recuerdo esa noche, no sé ni para qué diablos fui a pararme a ese hospital, esa mujer ni siquiera era parte de mi familia como para que yo me preocupase por ella, me repetí una y otra vez. Mire el alba a través de la ventana, habían pasado algunos días desde que Terry vino a solicitar mi ayuda, ¿Por qué se la negué?, tal vez fue porque no quería que cometiera el mismo error que yo, involucrarse con una mujer que no es de su clase, "el destino de mi hijo ya estaba trazado, se casará con la hija de un marques", no permitiría que ensuciara el apellido Grandchester solo por un capricho, seguramente esa chica Norteamérica quería aprovechar la posición de mi hijo para ganarse un lugar en la sociedad inglesa, al fin y al cabo logro que una importante familia Estadounidense la adoptara, golpee el respaldo del sillón. ¡Malditas mujeres norteamericanas! – apreté el puño de coraje – que tienen que nos vuelven locos – masculle, tenía tanta rabia de que la historia se estuviera repitiendo, se suponía que por eso traje a mi hijo a Inglaterra, no quería que se contaminara en ese pésimo ambiente, pero falle – si Terry no fuera tan difícil – suspire, pero como iba a tener una convivencia sana con él si yo mismo lo aleje, no le he dado siquiera una migaja de cariño, ¿Cómo puedo pedir que me tenga al menos un poco de afecto?, lo deje a merced de Amelia, la mujer que eligió mi padre para ser mi esposa, sabía que le carcomía el odio por Terry, no soportaba que él fuese la viva imagen de su madre, mucho menos que fuese el heredero al título nobiliario, deje que lo humillara y lo maltratara, ¡soy el peor padre que puede existir!, me reproche, no cuide como debía de Eleonor y mi hijo – ¡oh Edith!, fallé – susurre al tiempo que cerraba los ojos y volvía a recordar la promesa que le hice el día de su muerte y que no pude cumplir por mi cobardía – lamento tanto haber roto esa promesa, perdóneme – levante el rostro, ¿Cómo puede vivir una persona cargando pesadas cadenas sobre su espalda?, una cadena con título y apellido, "Duque de Grandchester", lo peor de todo es que arrastre con mis propias manos a Terry, a vivir este infierno. No merezco el más mínimo de piedad.

Ahora no sirven de nada mi arrepentimiento, las cosas están hechas y deben de seguir el curso que se ha marcado, Terry no vera más a Eleonor y mucho menos a esa huérfana, suspire largo y tendido. Mi última visita al colegio no había sido en absoluto de cortesía, lo amenace y lo golpee, mire mi mano abriéndola y cerrándola un par de veces, quise pedirle disculpas, pero como siempre me gano el orgullo no deseaba que me viera débil, suspire - ¡que más debilidad que guardar silencio ante tantas injusticias para contigo, hijo! – me puse de pie y fui hasta el secreter de cortina que estaba cerca del ventanal, metí la mano al bolso y saque el reloj de faltriquera, lo mire fijamente, levante la vista para asegurarme de no ser espiado cuando me cerciore mire el reloj con melancolía, realmente era una reliquia familiar le perteneció a mí tatarabuelo y paso de mano en mano hasta llegar a mí, siempre tuve la inquietud de dárselo a Terry pero... el odia ser un Grandchester, conociéndolo seguro me lo aventaría en la cara, sonreí de imaginarlo, es lo mínimo que me merezco por todo lo que lo he hecho padecer. Volví a lo que estaba haciendo, quite el enganche de la cadena del reloj para soltarla de la corona que tenía una forma distinta a los clásicos relojes de bolsillo - ¡aquí vamos! – murmure, metí la corona en la cerradura de la cortina del secreter y la giré, escuche con claridad el clic que hizo al quitarse el seguro, levante la cortina de madera, bajo esta se encontraban pequeños compartimentos los cuales también tenían llave, mis ojos azules se dirigieron a uno en especial, volví a utilizar la corona del reloj para abrirlo, las manos me temblaban como hacía mucho no sucedía, tenía mucho miedo de remover ese pasado que tanto me dolía, tome la pequeña manija de madera y abrí el cajón, ¿Cómo es que un lugar tan pequeño puede guardar grandes tesoros?, lo primero que alcance a observar fue una foto de Eleonor en sus años de juventud la sujete entre mis dedos para contemplarla, "¡Era tan hermosa!, no lo sigue siendo!", susurre para inmediatamente arrepentirme de mi pensamiento, a punto tomar el paquete de cartas que estaban debajo de la foto escuche la puerta de la biblioteca abrirse.

- Señor Grandchester – la voz del mayordomo hizo que me sobresaltara, avente la foto sobre las cartas y cerré el cajón de golpe.

- ¡Pedí no ser molestado! – levanté la voz al hombre, este se encogió de hombros ante mi evidente enojo.

- Lo siento tanto señor – respondió temeroso, con la mirada baja – pero acaban de mandar esto del colegio del señorito Terence – me extendió una hoja de papel, baje la cortina del secreter y le obstruí la visión con mi cuerpo para que no viera que mi reloj era la llave, en cuanto guarde el reloj me acerque a él y le arrebate el papel, mire la carta, efectivamente tenía el sello del colegio, ¿Y ahora que hizo Terry?, fue la primer pregunta que se me vino a la mente.

- Puede retirarse – volví a utilizar mi intimidante tono de voz, el mayordomo asintió con la cabeza y salió de la biblioteca, en cuanto me quedé solo abrí la carta y la leí, mientras lo hacía sentí que mis ojos se iban acrecentando, en cuanto termine la lectura cerré los ojos de golpe, apreté los labios y estruje la hoja de papel en mi mano - ¿Qué estupidez hiciste? – masculle, golpe la madera del escritorio.

- ¡Richard! – Amelia, mi esposa, entro gritando a la biblioteca – me puedes decir ¿que hizo ahora tu bastardo? – la mire recriminatoriamente, siempre utilizaba esa palabra para referirse a Terry, pero había escogido el peor momento para decirla.

- ¡Eso es cosa que no te importa! – le grite con autoridad, su expresión denotaba sorpresa – ve y dile al chofer que aliste el auto – le ordene, pero ella no se movió un solo milímetro, estaba retándome - ¿acaso no escuchas? – grite – o será que la duquesa no sirve siquiera para dar una orden – apreté los dientes, Amelia no dijo nada y salió de la biblioteca dando gritos a los empleados, mientras yo avente la hoja de papel sobre el escritorio, tenía que arreglar este asunto a como diera lugar, había sido tolerante mucho tiempo con Terry, pero esta vez termino con mi paciencia. Mientras el auto iba camino al colegio yo seguía pensado en la que creía era la mayor estupidez que mi hijo había cometido, ¿abandonar el colegio por una mujer?, no, no lo iba a permitir, no iba a dejar que renunciara a la posición social que daba el apellido Grandchester, además ¿de que iba a vivir si no sabía hacer nada?, lo único a que se dedicaba en sus ratos libres era a leer piezas de teatro, todo mi ser se cimbro ante la cruda realidad, en ocasiones lo observe en secreto, recitaba piezas de teatro y lo hacía también como su madre, ¡lo lleva en la sangre!, tiene más de ella que de mí, en ese preciso instante me di cuenta de que todos mis esfuerzos por desprenderlo de ella habían sido en vano, el haberle dado la libertad para que hiciera lo que le venga en gana no sirvió de nada, al final no pude destruir los lazos que lo unen con Eleonor Baker.

¡DÓNDE LAS GAVIOTAS VUELAN!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora