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Pedro terminó la llamada con Pablo y enseguida empezó a buscar sus zapatos y una mochila, importándole muy poco estar en ropa de ejercicio, empacando todas las posibles cosas que pudieran calmar a su chico.

El mayor sabía perfectamente por lo que estaba pasando Pablo, él mismo había tenido una crisis hace apenas dos días en su primer entrenamiento en Qatar, estaba tan malditamente nervioso y su cabeza solo voló lejos, y empezó a pensar lo peor, y simplemente paso; se dejó caer en el suelo en mitad de la segunda parte del entrenamiento, su respiración era extremadamente pesada y sus ojos simplemente lagrimeaban por su propia cuenta. Había sido horrible para él, y simplemente no quiso como el chico de cabellos marrón claro, quien era tan frágil y sensible.

Salió del edificio apurado, corriendo por el pasillo hasta el ascensor, agradeciendo que estuviera vacío, no tenía que lidiar con sus compañeros haciendo preguntar y especulando cosas. Marcó el número uno y la caja metálica empezó a moverse para abajo, poniendo realmente ansioso a Pedro, quería llegar al apartamento de Pablo lo más rápido posible.

(...)

Bajó del taxi y le agradeció al amable hombre, corrió lo más rápido que sus piernas cansadas le permitieron al edificio de Pablo, sin ni siquiera saludar a la chica de recepción, simplemente entró y subió por las escaleras hasta el piso tres, los ascensores lo habían cansado hoy y Pablo vivía en un piso bastante bajo y accesible por escaleras.

Llegó a el piso tres y corrió a la puerta del apartamento de su chico, totalmente ansioso y preocupado, pues podía escuchar perfectamente los sollozos de Pablo rompiendo la paz del pasillo. Con las manos temblorosas y la respiración agitada, toco el timbre del apartamento 127, y la puerta fue abierta enseguida.

— Pablito, cariño... — no pudo terminar porque el más bajo ya lo estaba envolviendo en sus brazos y sollozaba en su cuello, claramente más calmado al tener a Pedro ahí.

— P-Pepi. — susurro entre pequeños sollozos, el castaño bajo sus manos hasta la cintura de Pablo, apenas dándose cuenta que el chico iba en una delgada camiseta negra que, evidentemente, pertenecía a el mayor. — Abrázame, por favor.

Pedro bajo sus manos a los muslos descubiertos de Gavi y lo levantó del suelo, quien envolvió sus piernas en las caderas del mayor y se aferraba a el cuello de este mientras avanzaba a el interior del acogedor lugar, cerrando la puerta a su espalda con el pie.

Gavi ya no sollozaba, simplemente las lágrimas se deslizaban por su rostro y sus rojos labios temblaban ligeramente, soltando suspiros irregulares sobre el hombro de Pedro, quien se sentó en el sofá, posicionando a Pablo en su regazo con cuidado, aprovechando para quitarse la mochila y dejarla a su lado. El menor se separó un poco del mayor, quien le dedicó una sonrisa de labios juntos y limpió las lágrimas secas en sus mejillas, para luego dejar besos en estás.

— Traje algunas cosas para relajarte.

— Solo te necesito a tí, nada más. — la voz suave de Pablo envolvió el corazón de Pedro con una capa de calidez abrumadora, que lo hizo sonreír enormemente mientras besaba sus labios con suavidad.

Pero la suavidad se transformó en pasión, sus manos antes tranquilas ahora recorrían los muslos desnudos del chico sobre su regazo. Las mejillas del menor se tornaron rojas enseguida y paso de estar sentado en los muslos de Pedro a que su trasero estuviera presionado sobre la creciente erección que Pedri están teniendo.

El mayor tenía su mente clara, despejada, y cada toque en la piel del menor era una descarga de amor reflejada en caricias. Lo besaba con desmesurada calma y pasión, disfrutando de como su lengua peleaba con la del chico por el control del beso.

Gavi sabía que no pasarían de ese beso, ambos estaban calmado, y no tenían prisa para entregarse carnalmente al otro, así que sonrió entre el beso y jaló el labio inferior de Pedro entre sus dientecitos, sacándole un jadeo a el mayor, sus manos pasaron por las mejillas de este y las del más alto de colaron bajo la ancha camiseta para acariciar su cintura desnuda, provocándole un escalofrío que hizo que se separará y escondiera su cabeza en el cuello de Pedro con una sonrisa, sintiendo la erección del mayor ser aplastada por su trasero. Eso de provocar y dejar con las ganas estaba convirtiéndose en su futura tortura favorita para cuando él y Pedro fueran novios.

— ¿Quieres que te prepare un té? es lo único que se hacer. — el mayor sonrió y acarició la cintura de Gavi, provocando ligeras cosquillas en el menor.

— Yo prepararé la tina, necesitas bajar ese problema. — casi pareció burlarse, pero sus mejillas sonrojadas y la manera en la que se alejo un poco de la erección de Pedro le hizo saber a este que estaba hablando enserio, y de paso provocarle una ternura extrema.

— Luego de que me duche quiero animarte, Pablito, sabes que odio cuando estás triste. — el pequeño puchero de los labios de Pedro hizo sonreír a Pablo, quien asintió como un pequeño niño, le dió un casto beso en los labios al mayor y se levantado corriendo en dirección a su habitación.

Pedro sonrió y chillo mientras miraba sus manos, sin creer que antes había pasado sus dedos por los jugosos muslos de Pablo, que había tocado su pequeña cintura desnuda, que había podido explotar un poco del cuerpo hermoso del más bajo. Se levantó del sofá con una sonrisa enorme y la emoción en cada gesto de su cuerpo, abrió la mochila y saco las cosas de esta; había una bolsita de té de menta, galletas de miel, una película y una muda de extra, sabía que se tendria que quedar en casa de Gavi, ya estaba acostumbrado a eso.

Pablo reguló el agua de su tina con una sonrisa enorme y las mejillas calientes de pura emoción, incluso había olvidado que hace unas horas estaba en la mayor crisis de su vida; ese era el efecto de Pedro en Pablo, lo hacía extremadamente feliz.

(...)

Después de que Pablo tomará su té y Pedro se bañará, ambos chicos se encontraban bailando en la habitación de Pablo, ambos pegados al cuerpo del otro y con las luces bajas mientras Pablo susurraba la canción en el oído de Pedro, deleitandolo con su suave y angelical voz.

La canción acabo pero ellos siguen bailando, mirándose a los ojos y robándose pequeño besos, hasta que Pedro jaló a Pablo a su cama y lo arropó con la escusa de que "era un bebé y ya llevaba mucho tiempo despierto, que necesitaba descansar.", cosa que le pareció adorable a el chico. Pablo se acomodó en su cama y se abrazó a el cuerpo de Pedro cómo un pequeño koala, enterrando su cabeza en la curva de su cuello y enredando sus piernas tiernamente.

— Buenas noches, Pablo Gavira, el ser más hermoso que mis ojos han visto. — susurró Pedro en voz baja, dejando un beso tierno en la frente descubierta de su chico.

— Buenas noches, Pedro González, el mejor chico que he conocido en toda mi vida. — sonrío el menor y se acomodó mejor en el cuello del mayor, cerrando sus ojitos y dejándose llevar por la respiración acompañada de Pedro.

coffe boy | pedri, gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora