—¡Mueve tu culo, perezosa! —es la décima vez que Valentina me grita para que me mueva más rápido en el rally humano del equipo 11—. ¡Eres una rueda defectuosa, estás ralentizando al equipo!
¡Estoy harta! Me trago mis lágrimas por las palabras despectivas que ella me lanza. No está permitido llorar, no delante de todas estas personas, no delante de ella. Sé que no soy la mejor en educación física, y que tendría problemas con estos juegos como lo tengo todos los años, pero tener a Valentina gritándome mis defectos es terrible. ¡No puedo creer que el colegio quiere que me lleve bien con ella!
—Valentina, ¡deja de joder, y avanza! —Diego dice rodando los ojos, está enojado también—.
—Ahí, ya estamos llegando al siguiente punto de juego. —La chica que ni siquiera conozco, Gina, apunta al frente en uno de los puestos donde nos está esperando la profesora Chandei—.
—Bienvenidos a la danza de la botella —nos dice la líder del punto de juego mientras coloca un mechón de su cabello negro como la noche tras su oreja—. Bájense del auto y pónganse en un semicírculo para que les explique el juego.
Como si fuéramos una sola persona, bajamos el hilo que llevábamos para delimitar el auto del rally al suelo, y nos posicionamos como la profesora indicó. Diego rápidamente se ubicó entre Valentina y yo. Bueno, o está tratando de que Valentina no siga destrozándome, o está tratando de alejarse de Gabriel, lo que es más probable una vez que este último se para a mi lado.
—El juego es muy simple, atarán este hilo con un bolígrafo al final en su cintura, luego van a pararse así sobre la botella —se para con las piernas abiertas un poco al frente de la botella de vidrio, y empieza a agacharse—, y tratarán de meter el bolígrafo dentro de la botella. ¿Sí, Valentina? —pregunta al ver su mano levantada—.
—¿Todos tenemos que hacerlo? —pregunta, y sé que es por mí, soy totalmente un desastre en coordinación motora—.
—Sí, tienen que hacerlo. Deben trabajar en equipo, de eso se trata este retiro. —Empieza a repartir los hilos—.
Valentina me mira con los ojos chispeando en advertencia, ¡maldita sea su competitividad! Me hará la vida imposible si me tardo en meter ese bolígrafo. Decido ignorarla, no me hará ningún bien a mis nervios seguir enfrentándola con la mirada.
—Hagan fila frente a esta botella, a la cuenta de tres empieza a correr el tiempo. —La profesora Chandei se aparta un poco de la botella, y una vez formada la fila empieza a contar—. Uno... dos... ¡tres!
La primera fue obviamente Valentina, y en menos de tres segundos ya colocó el bolígrafo en la botella. Luego ella se quedó a lado de la botella, y cada vez que alguien se tardaba más de unos pocos segundos en concluir su parte del juego, empezaba a dar indicaciones como si la persona fuera ciega.
Me retiré hasta el último lugar en la fila, no quería hacer ese juego, quería ocultarme, correr lejos del lugar. Pero no podía, por lo que aplazaría lo máximo que pudiera esta inevitable humillación llena de palabras despectivas hacia mi persona.
—¿Ella siempre es así? —Gina se acerca a mí, y sinceramente no sé qué decir—. Así de intensa, digo.
—No tienes idea, es una maldita competitiva. —Bufo inconformada, competitiva no se acerca ni un poco a lo intensa que puede ser—.
—Eso no es saludable, no se como aún no tiene dolor de cabeza.
—Ella puede no tener dolor de cabeza, pero la mía ya empieza a doler. —Llevo mis dedos a mis sienes, y empiezo a masajearlos, no me había dado cuenta del dolor hasta ahora—.
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11:11
Teen FictionCarina ha pasado años enamorada en silencio de su mejor amigo, convencida de que algún día él se daría cuenta. Pero cuando nota que su atención está en otra persona, se aferra a la única idea que le queda: hacer que él la vea antes de que sea demasi...