Capítulo 11 - Pánico

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No entiendo lo que está pasando. En un momento estábamos todos esperando a que el hermano de Melissa viniera a buscarnos, y en el otro el rubio estaba parado estático frente a nuestro grupo mientras que Melissa se reía a carcajadas. Sarah, Valentina y Altaír estaban parados un poco atrás, con este último con un brazo alrededor de su hermana y el otro atajando su casco, con una expresión indescifrable.

—Eh... bueno... —El rubio trató de hablar, pero parecía que se había olvidado de cómo hacerlo—. Si ya están listos, podemos irnos. —Se rascó la barba con el indicador.

—Hermano —Melissa empezó a hablar en tono dulce, y Elio se puso rígido—, quiero helado. —La rubia agarró sus manos frente a ella, y sonrió de manera tierna.

—Ya es un poco tarde, papá y mamá se van a enojar si no vas a casa. —Ella empezó a jugar con los dedos de su mano, y miró hacia abajo.

—Si estas conmigo no dirán nada. —Formó un pico con su labios, y no fui la única que la miró. Dafne la veía con una pequeña sonrisa, Darío con un brillo en sus ojos, y Valentina con una sonrisa ladeada.

—¡Ah, no! No voy a estar en medio de un montón de adolescentes —dijo tan bruscamente que algunos alzaron sus cejas.

—No dije que estarías en la misma mesa que nosotros. —Esta vez la sonrisa de Melissa me dio escalofríos, se parecía a la que Valentina usaba cuando tenía un plan que estaba a punto de revelar—. Puedes estar en una mesa cerca de nosotros, junto al hermano de Valentina. —Juntó sus manos tras ella y le dio una sonrisa brillante.

—¡¿Qué?! —Después de ese grito, un leve rubor apareció en lo que se podía ver de sus mejillas, y él se acercó a su hermana a susurrarle algo. Melissa se sonrojó tanto que creí que un tomate no era tan rojo como ella.

—Si lo haces, lo haré —susurró, pero aún así la escuché.

—¡Bien! En nuestro auto entran siete personas, así que, además de Meli y Carina, pueden venir más cuatro personas.

—Iré con mi hermano —Valentina se pronunció—. Así los demás pueden ir con ustedes.

El hermano de Melissa dijo algo, y ella empezó a reírse de él otra vez. El rostro de Elio parecía un tomate. Al final, entró en el auto a esperar a que todos, menos los dos hermanos, entraran también. El camino hasta la bendita heladería Zpacio fue bastante incómodo, y el motivo fue porque me hicieron sentar entre Dafne y Sarah.

—¡Oye, Cari! —Dafne me llamó—. ¿Qué pasa entre Valentina y tú?

—¡Dafne! —Melissa regañó—. No seas inconveniente.

—¡Oh, vamos! Todos queremos saber porque se odian a muerte si fueron amigas en el pasado.

Mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte. No quería hablar sobre el pasado, hacer eso duele. Bajé mi cabeza, y me perdí en los recuerdos de una época feliz, sin preocupaciones ni responsabilidades. Un tiempo donde era ignorante a los prejuicios y peleas de mi familia.

—¡Cari! —La voz de Darío me hizo volver a la realidad—. Está bien, no necesitas hablar sobre eso. Dafne prometió que ya no va a preguntarte nada sobre eso.

Asentí y miré al frente, el ambiente se había vuelto aún más incómodo. Melissa y su hermano compartían algunas miradas, era como si hablaran telepáticamente. Cuando el mayor se dio cuenta que los estaba mirando, me guiñó el ojo por el retrovisor. Sentí que mi rostro empezaba a calentarse, y decidí ver el paisaje por la ventana.

...

La heladería estaba tan llena, que apenas conseguimos dos mesas para nuestro grupo y una mesa para los mayores, la cual estaba tan alejada de nosotros que no se podía escuchar su conversación, o la falta de esta.

11:11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora