Me sentía incómoda, no sé cómo actuar con Valentina ahora que resolvimos nuestros problemas. Todo era un caos en mi mente. Ya no tenía porque alejarme de ella, pero tampoco podría actuar como cuando éramos niñas. ¿Podía abrazarla cuando quisiera? Eso se siente demasiado íntimo.
Los movimientos de Valentina nadando atrajeron mi atención. Son fluidos y gráciles. Cada brazada es realizada con una elegancia que yo nunca podría tener. Pronto ella dejó de nadar y empezó a flotar en el agua con los ojos cerrados por la fuerte luz del sol. De vez en cuando hacía pequeños movimientos con los brazos, que hacían que cambie la dirección de su cuerpo. Cuando dejó de recibir el sol directamente en la cara, abrió sus ojos y me miró.
—¿Qué haces ahí? —Tenía los ojos entrecerrados por el reflejo en el agua—. Ven aquí.
—No sé nadar. —Me removí incómoda sentada en la parte rasa de la piscina, la cual estaba bajo un quincho.
—Pero aquí toca pie. —Se puso de pie para demostrar su punto. El agua apenas le llegaba a la altura del pecho.
—Yo... tengo miedo. —Me sinceré.
Valentina se quedó quieta mirándome por un rato. Esperaba que a cualquier momento una burla saliera de sus labios, pero jamás llegó. En vez de eso, ella se acercó y se sentó a mi lado. Nuestros brazos se rozaban por la cercanía. Su piel estaba tan fría como el agua.
—Es normal tener miedo, pero también debes enfrentar ese miedo. —Ella miraba al frente mientras hablaba—. Que el miedo no te frene, que no te robe experiencias únicas que nunca más tendrás la oportunidad de tener.
No sabía como responder por lo que me mantuve en silencio. Valentina tampoco parecía querer hablar más. Solo se quedó a mi lado, jugando con el agua. La observé de perfil. Aun con el pelo todo mojado su belleza destaca. Sus pestañas se juntaron en gomos por el agua, sus labios estaban algo rosados e hinchados. Vi como atrapó su labio inferior entre sus dientes, y al soltarlo estaba más rojizo e hinchado que antes. Al volver a sus ojos, estos estaban fijos en mí.
—¿Qué pasa? —Sonrió tranquilamente. Mis mejillas se calentaron, me había atrapado mirándola.
—¡Nada! —Mi voz sonó una octava más alta y Valentina soltó una risita alegre.
—¿Qué? ¿Culpable por que te caché mirándome? —Acercó su rostro a mí. Mis mejillas debían estar rojísimas en este punto.
—Nada que ver. —Miré hacia otro lado.
—Ven. —Se paró frente a mí y me tendió sus manos.
—¿Qué...?
—Confía en mí.
Deposité mis manos en las suyas, y ella me levantó. Empezó a caminar hacia atrás tirando de mí hacia la parte más honda de la piscina. Me trabé en el lugar cuando me di cuenta. Trató de hacerme continuar tirando levemente de mí, pero no podía avanzar. Mi corazón estaba latiendo como loco y mi respiración se había vuelto errática. Valentina se acercó y me abrazó suavemente.
—¡Sh, tranquila! —Susurró cerca de mi oreja—. No te preocupes, nada malo pasará. Yo estoy aquí y te atraparé si sucede algo.
Sentí que empezó a moverse y me agarré fuerte a ella. Su piel estaba algo fría todavía. El agua empezó a subir gradualmente, oprimiendo levemente mi cuerpo. La frialdad de esta contrastaba con el calor de mi piel y me daba escalofríos. Cuando mi tórax empezó a sumergirse, sentí que no podía respirar. Empecé a tomar aire a bocanadas y nos detuvimos inmediatamente.
—¡Cari, mírame! —A pesar de lo tensa que estaba, no pude evitar reírme—. ¿Y ahora de qué te ríes, loca?
—Me hiciste recordar una escena de una película. —Aparté un poco mi rostro de ella y vi que estaba sonriendo.
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Teen FictionCarina ha pasado años enamorada en silencio de su mejor amigo, convencida de que algún día él se daría cuenta. Pero cuando nota que su atención está en otra persona, se aferra a la única idea que le queda: hacer que él la vea antes de que sea demasi...