Una vez frente a la casa del árbol, toda la valentía se esfumo. Quería saber que pasó, pero tenía miedo de que fuera algo que no se puede solucionar. ¿Sabes ese dilema cuando quieres algo, pero al mismo tiempo no porque tienes miedo? Es exactamente eso lo que me está pasando.
Si todo esto se me hubiera revelado antes de que Valentina y yo nos acercáramos, no me habría importado seguir sin hablarle. Ella me hizo mucho daño con sus burlas en todos estos años. Pero después de todo lo que pasamos en estos meses, no quería volver a separarme de ella.
Me pellizqué el brazo, y con el corazón latiendo desbocado subí la ancha escalera que conecta con la zona frontal de la casa. Esta está construida alrededor del tronco para que la copa del árbol caiga sobre el techo. Paso por el área externa y entro, es solo una habitación redonda simple, con algunos muebles y muchos de mis juguetes antiguos. Pensé que todos se habrían donado o que estarían en mal estado, pero estaban sorprendentemente bien conservados. Todo estaba demasiado arreglado, ni siquiera parecía el lugar que jugaba cuando era niña.
Valentina estaba parada frente a una ventana al otro lado de la habitación, solo la vi una vez que empecé a caminar por el lugar. Frente a ella había una cajita azul cielo con un lazo decorativo lilas, abierta. En su mano tenía un anillo de metal con una piedra lilas falsa, uno de esos anillos baratos para niños.
—Pensé que habías tirado esto —comentó sin dejar de mirar el objeto en su mano.
—¿Por qué lo haría? —Me acerqué y me paré a su lado, sin apartar la mirada del anillo en su mano.
Ella no me respondió. Prefirió volver a guardar el anillo, y caminar por la casa mirando las cosas que estaban guardadas. Una muñeca llena de garabatos de marcadores coloridos estaba colocada sentada en una estante alta, una pelota de vóley guardada en una caja de juguetes, rompecabezas y juegos de mesas estaban apilados en sus respectivas cajas a lado del estante lleno de libros infantiles. Valentina tomó un libro con portada roja, Matilda. Vagamente recordaba esa historia porque a ella le gustaba mucho cuando éramos niñas.
—Era tu historia favorita —comenté a una distancia de dos pasos de ella.
Valentina guardó el libro bruscamente y se distanció de mí. Con cada nueva cosa que veía, su entrecejo se fruncía más. Parecía estar a punto de estallar cuando volvió a estar frente a la cajita con el anillo.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó entre dientes.
—¿Hacer qué? —Empecé a jugar con los pelos de mi nuca. No estaba entendiendo a Valentina, ¿qué había hecho? No entiendo, no entiendo, no entiendo.
—¡No te hagas! —gritó.
—Yo realmente no sé de qué estás hablando. No entiendo nada.
—¡Quién no entiende soy yo! Tienes todas estas cosas guardadas, todavía te acuerdas de mi historia favorita e incluso tienes ese maldito anillo guardado todavía. —Las primeras lágrimas empezaron a correr por su rostro. Quise acercarme, pero ella se alejó más cuando lo intenté—. ¿Por qué? ¿No se supone que me odias? Entonces, ¿por qué tienes todo eso guardado?
No sabía que responderle. ¿Por qué debería tirar mis juguetes de la infancia solo porque la odio? ¿Siquiera la odio todavía? ¿Realmente lo hice alguna vez a pesar de todo lo que ella me hizo?
—¿Por qué...? —Empezó a sollozar—. ¿Por qué me abandonaste cuando dijiste que estarías a mi lado para siempre?
Esa pregunta fue un duro golpe para mí. El dolor que expresaba con cada palabra parecía perforarme cual flecha, y su voz quebrada por el llanto desgarraba mi corazón.
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Teen FictionCarina ha pasado años enamorada en silencio de su mejor amigo, convencida de que algún día él se daría cuenta. Pero cuando nota que su atención está en otra persona, se aferra a la única idea que le queda: hacer que él la vea antes de que sea demasi...