LA METODOLOGÍA DEL AMOR
POR MARÍA HOLGA RUIZ BORCE Y BASTIAN DANIEL ARAÚJO CAVININT. CASA / RECIBIDOR Y COMEDOR COMPARTIDO - TARDE
Nos encontramos en el interior de una casa. La cámara se posa en el rostro frontal de VIVIANA (77), que esboza una tímida sonrisa y saluda suavemente con la mano. Detrás de ella, cuelgan cuadros de pinturas de colores acuarela y estantes con pequeñas macetas de diferentes animalitos: vacas, pollitos, ranas, etc.
La mirada de la anciana se clava del otro lado de la cámara, donde HOLGA (16) se encuentra anotando algo en un cuaderno y BASTIAN (16) enfoca el video.
Holga: Dinos primero su nombre y edad. Preséntese.
Viviana: (sonrojándose, pausando para tomar aire) Claro, por supuesto. Eh, hola, mi nombre es Viviana. Tengo setenta y siete años.
Holga: Cuéntenos qué hace en su tiempo libre, si no es mucha molestia.
Viviana: Yo, bueno. Debido a mi discapacidad y mi avanzada edad, vivo de una pensión, pero eso me da tiempo para ocuparme de mi jardín siempre que es posible. Disfruto de la repostería y de tomar el té que compro en el mercado los sábados por la mañana.
Aparece una foto del jardín trasero de Viviana. De pequeño tamaño, en el centro hay dos sillas de madera y una mesa circular, a su alrededor hay macetas de colores y una gran variedad de flores.
Luego, hay una pregunta entre una escena y otra, la cámara no la registra. Viviana parece sorprendida, intenta ocultar una carcajada con un tosido pero no lo consigue.
Viviana: No, no, para nada. Fui una niña terrible para mis padres. Carecíamos de dinero y no podíamos permitirnos juguetes ni golosinas. Éramos cinco en total y mis padres siempre estaban trabajando. Había ocasiones en que las gemelas Anna y Margaret, la pequeña Frida y, por supuesto yo, nos colábamos en la tienda y robábamos caramelos y chocolatinas para nuestros hermanos. ¡Nos metíamos en muchos problemas!
Otra pregunta que la cámara no capta.
Viviana: (su voz se vuelve suave) La mayoría de mis hermanos y hermanas murieron, ahora sólo quedamos Gael, mi hermano menor, Anna y yo. ¿Y triste, dicen? Desde luego. Debido a la distancia, ya no podemos vernos. Cada uno siguió su propio camino. La mitad se quedó en el pueblo donde crecimos y los otros, como yo, se fueron a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Eso sí, procuramos volver una vez al año e ir al cementerio a dar flores a nuestros hermanos y padres.
Holga: ¿Cuál fue su primera impresión de la ciudad?
Viviana: Con tanta gente, me parecía sucio y asfixiante. Yo tenía entonces veinte años, y recuerdo que en cuanto conseguí alquilar un apartamento tuve que compartir mi espacio con una pareja, dos hombres, a los que les encantaba pintar. Ellos vendían sus obras en su tiendecita que quedaba a pocas calles de donde residíamos.
De nuevo, una pregunta. La anciana se arregla el mechón de cabello canoso que le cae sobre los ojos, regalando una pequeña mueca con su boca.
Viviana: (pensativa) Conseguí trabajo de limpieza en un hotel al mismo tiempo que estudiaba en la universidad pública. Fue una época dura, estando sola y tal, aunque la independencia me resultaba agradable. Al cabo de un tiempo, empecé a relacionarme más con la comunidad gracias a Ron y Guille, mis compañeros de piso.
Holga: ¿Qué comunidad especifica te refieres?
Viviana: En cuanto se dieron cuenta de que me interesaban poco los hombres, me presentaron a gente como yo de la zona. Nos escondíamos para que la policía no se diera cuenta de que nos reuníamos; en bares, casas, tiendas clandestinas. Todos nos conocíamos, incluso teníamos nuestro propio código lingüístico para identificarnos.
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La metodología del amor y otros misterios
Teen FictionTodo empieza con una proyecto para la clase de Literatura: Hacer un vídeo sobre qué es el amor para ti. Holga escoge a Bastian porque no le queda de otra, y también porque es el único de su salón que medio le cae bien y no es un total patán. Y todo...