Esa mañana temprano Holga salió de su casa, se montó en una bicicleta y pedaleó hasta su escuela. Con su cabello despeinado y uñas mordidas, su uniforme medianamente arrugado y sus zapatos negros un poco gastados, cualquiera podría decir que vivía una vida sin preocupaciones. Y aunque no era del todo cierto, tampoco estaba tan lejos de la realidad.
Ella estacionó su bicicleta quince minutos antes de las ocho y aún habiendo alumnos fuera del edificio, decidió mejor entrar antes de que sonase la campana y se diera lugar una estampida de adolescentes hormonales. Cruzó las puertas a la vez que evitaba cualquier contacto físico con las personas y, llegando a su casillero que se le fue dado un año antes, se dispuso a sacar sus libros y cuadernos de las materias que le tocaban las siguientes horas, hasta que escuchó la voz de su compañera de casillero y se vio a la necesidad de decirle los buenos días.
La mayoría de las personas eran bajas comparadas con ella, pero Addie era baja a otro nivel. Le llegaba muy por debajo de su pecho. Holga sabía la exactitud de su estatura porque cada que se veían salía la conversación de su diferencia de como si fuese un nuevo descubrimiento, y quizá para Addie en verdad lo era. Holga no tenía amigos, pero tenía a Addie, la típica chica popular que realmente era amiga de todo el mundo, para no decir de toda la escuela. Buena para platicar, mala para algo más que eso. Ambas eran tan solo dos extraños que se conocían, y aunque Holga a veces sentía una barrera extraña entre ellas, agradecía tenerla en su vida.
Terminaron caminando por el pasillo, Holga escuchando atentamente a todas las aventuras y locuras que salían de la boca de su peculiar acompañante. Por supuesto, ocasionalmente aparecían otros de los amigos de Addie, sin embargo ella no tardaba más de la cuenta en hacerles plática y seguir hablando con Holga como si nada. Al llegar a un cierto punto de la escuela, se despidieron con Addie prometiendo apartarle un pudín de chocolate cuando llegase el primer descanso y Holga agradeciéndole con una sonrisa grande.
Así pues, antes de que se diera cuenta, era su última clase del día.
—El proyecto de este mes será uno muy importante —observó como la profesora de Literatura se levantaba de su escritorio lleno de papeles ordenadamente desordenados, su cabello blanco, todo canoso, recogido en una coleta alta que tanto la caracterizaba. Eso y sus lentes negros que eran espeluznantemente grandes para su rostro arrugado—, tendrá valor del cuarenta por ciento de su calificación.
Holga se acomodó en el asiento de su pupitre, sintiéndose de repente nerviosa. Sus demás compañeros, por lo que podía notar, gruñeron y se quejaron tanto en voz alta como en voz baja, y de alguna forma podía entender su reacción al ser la última clase del día, ella estaba un poco igual. La profesora Galilea tenía la rara manía de darles proyectos cada ciertos meses, más aún proyectos muy extraños y un poco pesados. Iba de hacerles actuar en una obra de teatro en equipos de cinco sobre un libro en específico, hasta hacer un comic sobre la importancia de la literatura popular del siglo XIX. Así que con ella, en realidad, uno nunca podía predecir sus proyectos.
—Será en parejas —continuó hablando, dándole la espalda a sus alumnos y escribiendo algo el pizarrón. Holga leyó "¿Qué es el amor para ti?", y tragó saliva. Sacó el lápiz de su bolsita de útiles e hizo algunas anotaciones en su cuaderno. Ella siguió hablando—, y como ven, tratará sobre amor.
—¿Se puede parejas de tres? —Ariana, la chica más castrosa que existía en el mundo a ojos de Holga, gritó a todo pulmón desde la parte de atrás del salón, recibiendo una que otra risilla de sus compañeros como respuesta. La profesora de Literatura suspiró, se dio la vuelta y acomodó sus lentes negros.
—No se pueden parejas de tres —dijo, después agregó antes de que otro listillo siguiera el chiste—, ni de cuatro, cinco o seis. Solo parejas de dos personas y ya, ¿queda entendido? —y con eso hubieron más quejas, aunque poco le podía importar, así era ella. Regresó la vista al pizarrón y continuó con su explicación—. El diccionario define el amor como el sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno. Pero ustedes, mis queridos alumnos, tendrán que crear su propio significado.
—Uy, pero qué fácil —Miguel, el chico que se sentaba a tres pupitres en frente de Holga, exclamó con su típico tono arrogante y sabelotodo—. Profe, ¿ya se le acabaron las ideas?
—Aún me falta explicar, joven. Hágame el favor de guardar silencio, que cuando termine me puede preguntar cualquiera de sus dudas —sus ojos café mostraban cansancio y años de paciencia infinita, Holga sintió pena por ella que debía aguantar a sus molestos compañeros—. Como iba diciendo, el objetivo de este proyecto es desarrollar un vídeo explicativo de lo que significa el amor para ustedes. Será en parejas y tienen todo este mes para completarlo. Debe durar de tres a ocho minutos y necesita contener ejemplos y definiciones. Lo demás está en ustedes, tienen total libertad creativa.
—¿Usted elegirá los equipos? —Esta vez fue Lilia, una de las pocas personas de su salón que le caía bien y no era mala onda.
Deseando que fuese una respuesta negativa, Holga se alegró cuando la profesora dijo que no. Inmediatamente todos comenzaron a hablar y a juntarse. Acostumbrada a trabajar sola, quedó quieta en su asiento mientras veía el caos desenvolverse a su alrededor, y hubiera continuado así si no fuera por un pequeño detalle.
—¿Tienes un equipo?
Ah sí, él. Bastian. El típico compañero que casi, para no decir nunca, se presenta a la escuela y que, por azares del destino, decidió ese día asistir y hacer la vida de Holga más difícil.
ESTÁS LEYENDO
La metodología del amor y otros misterios
Novela JuvenilTodo empieza con una proyecto para la clase de Literatura: Hacer un vídeo sobre qué es el amor para ti. Holga escoge a Bastian porque no le queda de otra, y también porque es el único de su salón que medio le cae bien y no es un total patán. Y todo...