Capítulo cinco

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La idea de ser vista siempre ha incomodado a Holga. Considerando entonces, que no era el tipo de persona a la que le gustara la atención, las personas o todo lo que significara interacción humana, el no saber de Bastian durante los últimos días estaba preocupándola un poco. Un sentimiento extraño a su parecer porque no eran exactamente amigos, más bien compañeros de clase. Ahora que lo pensaba, nadie sabía realmente por qué había días en los que no asistía a la escuela, apareciendo como si nada tiempo después.

—Déjame entender —Addie recogió la manzana verde, admirándola por un momento antes de darle una gran y ruidosa mordida—, no te ha respondido los mensajes ni regresado las llamadas, le has intentado sacar información a sus exparejas y ninguno sabe exactamente qué hace cuando no viene a la escuela.

Holga asintió en su asiento, picando con el tenedor la comida que la cafetería de la escuela daba a los estudiantes que estaban en el programa de becados, tal como ella. Como era de esperarse, no traía su cabello peinado a la escuela, sino que sus mechones de suaves marrones iban libres y sin ataduras. Sin embargo, sus uñas tenían un nuevo color, uno menos llamativo y un poco más discreto. Había estado harta de las insistentes llamadas de atención por parte de los docentes sobre cómo se presentaba a la escuela: más aún con los aretes coloridos y las uñas pintadas de extravagantes colores. Es por eso que seguía despeinada, una pequeña muestra de rebeldía contra el sistema que nadie le iba a quitar. Pero estaba más presentable que antes, hasta ella podía reconocerlo.

—Supongo que tendrá sus cosas, lo único que me estresa es de que no me ha respondido nada. Y supuestamente mañana, después de la escuela, iré a su casa para empezar a hacer el proyecto —apretó el agarre del utensilio en sus manos y como no le apetecía seguir comiendo, lo dejó a un lado—. ¿Te imaginas que llegue y no haya nadie en su casa? ¿O que esté ocurriendo cualquier otro inconveniente que me haga quedar en ridículo?

Addie hizo un extenso hmm a la vez que se tallaba —cabe enfatizar que de forma muy dramática— el mentón como si tuviera acariciando una barba imaginaria. De su mano libre colgaba la manzana a medio terminar, las uñas de los dedos estando largas y muy bien cuidadas, todo lo contrario a Holga. Addie muchas veces era todo lo contrario a Holga, mas aún así, y de alguna forma incomprensible para los demás, se terminaron encontrando y entablando una peculiar amistad.

—A mí me parece que tiene un secreto súper misterioso, ¿no crees? —exclamó emocionada, el tinte rojo de sus mejillas intensificándose, ante eso Holga rodó los ojos pero Addie no le prestó ni la mínima de atención—. ¿Crees que hay alguna posibilidad de que sea un vampiro? ¿O el príncipe perdido de un reino lejano? ¿Un espía del FBI?

—Ninguna de las tres. Le doy más a alienígena.

Addie sonrió grande continuando comiendo su manzana, Holga hizo lo mismo con su comida. Viendo la hora en su celular, quedaban pocos minutos para que terminara el descanso, la siguiente clase que tocaba era química con el profesor Gaspar, misma que compartía milagrosamente con su amiga. Contrario a creencia popular en esa materia le iba fatal.

—Y oye, quitando la situación del chico ese —dijo Addie, con su manzana casi terminada—, ¿cómo te va con tus clases? ¿La profesora Galilea les está dando piedad con el proyecto?

—Me va como siempre —Holga se encogió de hombros, dándole los últimos bocados a la pobre excusa de comida "saludable" en su bandeja—, ya sabes. Sus proyectos son pesados pero divertidos, al menos para mí. Sabes que adora ponernos en grupos, y aunque anteriormente me ha tocado trabajar con Bastian, nunca tan —hizo un movimiento con las manos—, así.

—Si fuera por ti, trabajarías siempre sola —dijo su amiga, el tono de burla amigable en su voz suave.

—Es que una cosa es trabajar en un grupo y otra trabajar siendo dos personas. Si uno no hace su parte, alguien más lo hace y ya.

La metodología del amor y otros misteriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora