Mi Arcoíris

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Italia, en un hospital.

El italiano solamente se limita a ver a su niño comiendo inocentemente...

— ¿Italia, tú quieres a papá?—preguntó el italiano.

—Sí - dijo el infante.

El italiano se limitó a sonreír e ir al baño, recostándose en la puerta, llorando en silencio.

Se seguía sintiendo culpable y se odiaba por fingir a sus ojos ser un mártir, seguía odiando sé tanto que los llantos se hicieron más fuertes, llegando a ser más parecidos a gritos de dolor.

Una enfermera entró encontrando al infante asustado y llorando.

— Cariño, ¿y tu mamá?—dijo la enfermera.

El infante se limitó a señalar la puerta del baño, la enfermera abrió la puerta encontrando al italiano sentando en el suelo más calmado...

Después de unas horas el italiano estaba acostado con su pequeño en la camilla del hospital, era de media noche y el italiano no podía dormir, decidió salir de la habitación dirigiéndose a una habitación con el número 192 la cual en la puerta tenía una pequeña ventanilla que dejaba ver una niña en el piso acolchado dormida plácidamente...

—Piccola mia... —

La niña levantó su cabeza mirando a la puerta, acercándose. El italiano metió la mano por la ventanilla acariciando a la pequeña.

—Piccola mia, non piangere — cantaba el italiano pequeñas melodías.

La OMS había tomado el turno de la noche y decidió ayudar en el ala psiquiatría con la excusa de estar aprendiendo para tratar a countys con estrés, ansiedad, depresión, y demás problemas, pero su verdadera intención era la de estar cerca del italiano.

— 201,201,201— repetía la organización para que no se le olvidara la habitación del italiano cuando lo vio recostado en la puerta de la 192, la cual solo sabía que en esta se encuentra una niña.

— ¿Sr. Italia, debería estar durmiendo y qué hace en esa puerta? — preguntó la organización.

— Aquí está mi hija, solo la quería visitar, nunca la puedo ver, mi padre me lo impide... — dijo sacando su mano.

La niña, al sentir cómo se detenían las caricias de su Madre o Padre como prefieran, empezó a dar pequeños sollozos.

— Mamá?, ¿mamma? — dijo la niña entre sollozos desgarradores para su madre.

—Sono qui baby — dijo intentando calmarla, pero no funcionaba.

La niña se limitaba a llorar, puede que tenga 12 años, pero sigue siendo una niña que no ha querido creer por sus traumas.

La OMS, al darse cuenta de que la niña estaba llorando, abrió la puerta...

Su cara se quedó perpleja al ver excremento y orine en una esquina de la habitación y no es que fuera reciente, se veía que llevaba tiempo, así la pobre niña se veía muy delgada con claros signos de desnutrición. La OMS recordó que en el archivo decía que pesaba 98 libras cuando claramente se notaba que no pesaba ni las 30 libras.

La tomó en brazos, percibiendo el hedor de la niña, que era una mezcla del excremento con él, orine, carne quemada y en su pelo un apenas olor a chicle que sí tenía un chicle pegado al pelo.

Cuando la sacó el Fascista tuvo la misma reacción, aunque más escandalosa gritando a los cuatro vientos que intentaban matar a los pacientes despertando a las enfermeras y doctores que estaban encargados del ala junto con los familiares de los niños del ala los cuales vinieron la deplorable situación...

— ¡Por Júpiter! —gritó el Romano viendo a su nieta, a la cual el mismo ingresó... —¡Nieta mía!, ¡qué es esto!!! —dijo el Romano reclamando le al doctor de turno.

— Señor, ella debe estar en aislamiento, es peligroso dejarla, así como así — se intentó excusar.

— Sí, sí, Bueno, ¿dónde firmó para sacarla de aquí junto a su madre?—dijo molesto y arrogante —Ay, y por cierto... ¡NOS VEMOS EN EL JUZGADO! —dijo en un grito tomado a la niña y el italiano lo seguí hasta la habitación del italiano, donde tomó sus cosas y a su hijo más pequeño.

La organización se limitó a observar toda la escena, veía a la niña y al italiano que su cara algo roja por el llorar y esos ojos aguados, solo pensaba que hermoso se veía tal como una muñeca, de cierto modo y dándose cuenta de sus sentimientos determinó que se había enamorado de un paciente.

—Renuncio, ya no quiero trabajar más con este hospital, es una clara prueba de negligencia y de nula humanidad, dijo firme y saliendo del lugar con la familia de italianos y los medicamentos que necesitaba cada uno.

—Joven OMS, no tenía por qué—dijo el italiano a las afueras del hospital.

—Eso fue increíble y claro que tenía por qué mi niño, que es un doctor, debe saber que es bueno para los pacientes —dijo el romano muy contento por la actitud del joven.

—No fue nada, señores, solo cumplía con mi deber – sonrió mirando al italiano.

Te invito a cenar en mi casa y, si quieres, te puedo pagar para que te encares por unos días de mi nieta. En lo que veo, ¿dónde sería mejor internarla?

—En mi opinión, debería no internarla, dejarla con su familia, está en plena pubertad y tendría un mejor desarrollo a lado de sus seres queridos.

—Está bien, pero tendrás que aceptar mi oferta de trabajo - dijo con soberbia su clásico acento y entonación.

—Sí, señor, y sería todo un gusto al fin trabajar con representantes.

Después de lo acontecido, la organización fue a casa de la familia, ayudó a bañar y a alistar a la niña, mentas que el mayor de todos hacía la cena y nuestro italiano escribía un poco para el supuesto difunto de Third, todo calmado y muy normal para esta familia que se preparaba para cenar.

—Bueno, ya todo está listo, ¡a comer! - gritó el hombre, haciendo que todos se acercaran al comedor donde se sentaron y comían mientras platicaban.

—Todo está muy bueno, gracias, señor Roma —dijo el joven mientras comía, notando que el italiano estaba algo incómodo, como si tuviera un dolor punzante—. ¿Se encuentra bien, señor Italia?

—no— respondió en hilo de voz.

Sentía que sus tripas se revolvían, no era por la comida, más bien por el olor penetrante que salía de una de las ventanas.

— ¿Hijo, por los dioses, qué ocurre? - voltio a ver, notando que en la ventana la figura de un japonés furioso miraba fijamente al joven extranjero — tú.

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-Con cariño, Paz

1039 Palabras

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⏰ Última actualización: Jul 06 ⏰

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