La Inocencia

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Moscú, 4 de mayo 1945

Era de mañana las risas de algunos niños se escuchaban, mientras el alemán dormía con el soviético y el bolchevique preparaba el desayuno de todos

— Má, Папа, что ты делаешь? — preguntó el pequeño ucraniano

— Está durmiendo, mi niño — respondió dulcemente

El bolchevique terminó de cocinar y servir todo para subir con una bandeja con el desayuno de los dos bellos durmientes

— ¿Buenos días, alguien se despertó? —

— Да, Yo — respondió el soviético todavía medio dormido con el peso de Third encima.

— ¿Todavía, sigue dormido? —preguntó algo preocupado

— Se despertó por un momento, pero se durmió otra vez... — contestó — Моя жизнь, podemos dejar de hablar tan robótico... —

— URSS, sabes muy bien que yo todavía no lo puedo olvidar y me siento muy traicionado por lo que pasó... — dejó la bandeja en la mesa de noche del lado del soviético, retirándose a jugar con los niños.

— Buenos días, Mein Leben — dijo despertándose el alemán

— Y vamos con las risas... —

— No me estoy riendo, me pongo romántico y te pones, ¡Ah! ... —Se levantó molesto y muy rápido, causando un mareo en él, cayendo en los brazos del soviético.

— Lo siento..., todavía no puedo expresar cómo me siento — abrazó entre lágrimas al alemán.

—Ah... Ya, no debí gritar... — se recostó junto al soviético

Solo los llantos y sollozos del soviético se escuchaban, si acaso al fondo los pasos emocionados de los niños se escuchaban por la ventana que daba al jardín.

El alemán, al ver la bandeja de comida, la tomó comiendo de ella y dándole pequeños bocados al soviético que no detenía su llanto. Los minutos pasaron cuando, en un parpadeo, ya había pasado la hora, y el soviético por fin se calmó y terminó de comer.

Hoy no tenía ganas de Vodka, decidió bajar y prepararse un té o tomar el sobrante a hurtadillas regresando a la habitación.

—Third? — busco con la mirada al nombrado, sin encontrarlo

Se dirigió a una pequeña mesa con 2 sillas cerca de la ventana, sentándose, observando cómo sus hijos jugaban tranquilamente y más lágrimas salieron de sus ojos.

Aunque no le gustaba llorar, era algo recurrente en él. Por obvios motivos no lo hacía en público, pero cuando estaba solo era un mar de lágrimas. ¿Arrepentimiento?, ¿Tristeza?, ¿Ira?, ¿Miedo? No sabía cuál sentimiento era el causante de sus lágrimas...

— ¡¡Y ahora, porque lloras, deberías estar viendo a los niños, ya preguntan por ti, deja de llorar!! —dijo el bolchevique entrando a la habitación, tomando las sábanas y saliendo de ella...

Él sabía que se estaba haciendo la víctima, él hizo cosas malas y lloraba, no le solucionaría nada, pero... Él no podía parar de llorar...

Se secó las lágrimas y, a duras penas, se calmó y salió al jardín cuidándolos.

— Inocencia, te protege del dolor emocional, cuando daría por volver el tiempo atrás y nunca crecer — comentó el alemán, sentándose junto a él con un pastel. — Aunque no es posible, siempre se tiene la segunda opción... la azúcar — le dio el pastel, con una sonrisa amable.

— Gracias... — tomó una cuchara, comiéndose un poco.

—He querido preguntarte si podía hablar con Flor..., Japón..., Imperio... Japón... — preguntó alejándose un poco.

¶{Con El Viento De Moscú }¶ CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora