* Capitulo No. 8 *

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La sesión de la tarde inició con planos cerrados de diferentes partes del cuerpo de Saint mientras pintaba en un lienzo de 195 x 130 cms; dos hombres estaban acostados juntos, el que estaba abajo se encontraba en una posición sobre sus rodillas y codos mientras él otro estaba detrás de él, penetrándolo y sosteniendo su peso en sus rodillas para no caer encima de su amante.

Por alguna extraña razón, Zee encontró familiaridad en la pintura, podía reconocer el paisaje detrás, era como una casa de hace varias épocas atras y las ropas en el suelo, aunque todavía sin detalles, parecían similares a las que Saint traía, junto con un kimono más elaborado de un color rojo y azul oscuro, el sombrero de un lord en una esquina y los bocetos de los cuerpos, todavía sin detalles.

Zee agito su cabeza tratando de centrarse únicamente en su trabajo, obviando la familiaridad de la pintura y enfocando las manos de Saint, sus dedos cuando pintaba o mojaba el pincel, sus pies mientras estaba de pie, solo sus ojos, o su hombro, su espalda, a veces su cabello. Era como dividirlo en diferentes fragmentos a través del lente; Zee estaba encantado, parecía que no había parte del castaño que no estuviera hecha para ser amada por el visor de la cámara, pero cuando el cielo celeste cambió a tonos naranjas, el momento había llegado.

Saint no necesitó que Zee se lo indicara, su mirada profunda le decía todo. Nunca lo habían visto antes, las parejas no habían sido jamás la prioridad de Saint, excepto por un enamoramiento adolescente que tuvo por uno de sus tutores que lo ayudó a entrar a la universidad, el resto del tiempo Saint se sentía ajeno a todo, pese a lo que pintaba.

Sin embargo, en su estudio, mientras los rayos rojizos del sol bañaban su cuerpo y sus manos iban retirando su kimono lentamente, Saint se sentía pletórico. El deseo líquido corría por sus venas, la vergüenza se presentaba inconstante, siendo aplastada por la embriagadora sensación de los ojos de Zee sobre su cuerpo desnudo.

La sesión continuó, aunque Zee no pudo volver a hablar, sentía que estaba viviendo un deja vú y a la vez era un evento tan inusualmente etéreo que no podía haberlo vivido antes. Las luces y sombras adornaban el cuerpo de Saint, donde esa sedosa piel era mostrada como el lienzo, mientras sus propios cuadros daban el fondo contrastante perfecto que resaltaba la inocencia de sus rasgos contra lo tentador de su cuerpo. Era una invitación para lo prohibido y Zee no era falto a pecar, sin embargo, parecía absolutamente perdido en la necesidad de inmortalizar todo primero.

Su lente enfocó el ángulo en que se arqueaba la espalda del castaño, la esbeltez de sus piernas, la suavidad de sus brazos, el contraste de sus ojos mirando avergonzados y lujuriosos hacia Zee cuando se paró encima de él, mientras Saint yacía en el suelo entre pinturas y telas. La manera en que sus sonrojos se volvían más intensos, la fluidez de su cuerpo mientras se subía al asiento, abriendo sus piernas, y el lienzo de dos hombres devorándose mutuamente de fondo; o la mirada inocentemente provocadora cuando se sentó en el banco de madera, de frente a las ventanas y el sol que desaparecía, con sus piernas flexionadas y abiertas, sus manos apoyadas al frente, su rostro girando y mirando directo al lente por encima del hombro, el sol bañándolo en su totalidad, volviéndolo solo una sombra definida, absorbiéndolo todo.

Zee respiró pesadamente cuando el sol desapareció, la cámara siendo un peso muerto entre sus dedos mientras miraba a Saint tomar su kimono y pasarlo por sus brazos sin cerrarlo, apenas reteniéndolo vagamente con sus manos. El aire se sentía tenso, como si cientos de cosas no dichas estuvieran flotando entre ellos, pero se habían conocido el día anterior, nada de aquello tenía sentido, y sin embargo, todo parecía encajar tan perfectamente entre los dos, que era aterrador.

-¿Obtuviste todo lo que querías? -preguntó Saint, su voz era un susurro suave que perturbaba el silencio como la brisa al pasar entre los árboles y dejar un eco suave de sonidos.

-No todo -admitió Zee con una sinceridad que le era desconocida, Zee estaba vulnerable ante alguien por primera vez desde que recordaba, y a la vez, con una gran comodidad, como si fuera algo normal entre ellos dos.

Saint lo miró a los ojos, viendo la tormenta que se desataba en esa mirada de un hombre sufrido, que había sobrevivido a las crueldades de la vida y se había mantenido estable y fiel a sí mismo, de alguna manera. Su pecho dolía, porque su cuerpo y alma gritaban por una sola cosa.

Saint no dudaría más, sin pensarlo siquiera, avanzó, acortando la distancia entre ambos de forma parsimoniosa, dándole tiempo a Zee de decidir irse si eso quería; Pero Zee no se movió.

-Pues toma todo lo que quieras, -dijo Saint y el aire desapareció del lugar.
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AMOR DE ANTAÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora