Capítulo 4

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Hoy quiero dedicar este capítulo a todos aquellos que anhelan ser entendidos y comprendidos. No importa cuán pequeña sea tu herida; sé que sanarás. No importa la magnitud del dolor, siempre puedes superarlo.

Sé que sientes que todo te asfixia. Puedo entenderte porque yo también estoy luchando por quedarme aquí. Hazlo, no importa si tienes que llorar; solo hazlo. Siempre es bueno sacar todo el dolor, drena lo malo y deja espacio para lo bueno. Besos, yo sé que tú puedes; creo en ti.

—Soy mi propia destrucción, pero también mi propia sanación —cité mi mantra mientras dejaba salir las lágrimas.

Me limpié rápidamente los ojos al sentir la presencia de alguien que, sin dudarlo, se sentó a mi lado.

—¿Cuál crees que es el sentimiento más doloroso? —me preguntó mirándome a los ojos. Aparté la mirada al instante, suspiré y ya sabía qué responder. Bajé la vista hacia mis manos.

—El amor —respondí, todavía mirando mis manos.

—¿Por qué lo crees? —volvió a preguntarme— Si el amor es bonito.

—Es bonito —susurré— Pero el amor es el sentimiento más doloroso; es un arma de doble filo que puede llenarte de sufrimiento. Todo es bello cuando finalmente logras alcanzar ese punto.

«Pero también es el sentimiento más doloroso porque te rompe y te lastima. A veces creo que nos venden una mentira cuando dicen que el amor es lo más bonito. Lo es, sí, pero no cuando no es correspondido.

—¿Estás enamorada? —Por primera vez lo miré a los ojos y me encogí de hombros.

—Sí —le respondí y noté su confusión— Lo estoy, pero eso no significa que no duela; que no llore por amor. Tampoco significa que en algún punto de mi vida no me haya roto por amor. Por eso a veces creo que lo más bello es el amor propio.

«Estar enamorada no significa que crea que todo en el amor es rosa, cursi y tierno. Para mí, el verdadero amor es cuando esa persona sabe amarse a sí misma y tiene la capacidad de amarte a ti y confiarte ese sentimiento.

—Te entiendo —susurra suavemente.

Nos quedamos mirando la calle, observando pasar autos y motocicletas, mientras los pajaritos volaban y varias mariposas preciosas danzaban en el aire.

—Te preguntaré algo —llamé nuevamente su atención y él asintió— ¿Es eso lo que te duele cuando te lastiman?

Parece pensarlo un momento antes de fruncir el ceño. Lo detallo durante unos segundos antes de fijar mi vista en una pequeña flor marchita: tan joven y con tanto peso y dolor sobre ella, pero es una luchadora porque no se rinde.

—El corazón —me respondió brevemente.

—¿Qué es lo que se rompe cuando te lastiman? —volví a preguntarle.

—El corazón —respondió con una mirada sabia, sabiendo por dónde iban mis preguntas.

—Siempre es el corazón —suspiré mientras volvía a mirar la pequeña flor. Mis ojos se cristalizaron— La mente te muestra lo que viviste para advertirte de que puede volver a pasar...

—Pero a veces el corazón te ciega, haciéndote creer que no volverá a suceder. Pero vuelve a pasar, y todo es culpa del corazón —terminó por decirme y asentí con un enorme nudo en la garganta.

—Si escuchas más a la mente y un poquito al corazón, te cambiará la vida —murmuré más para mí misma que para él— Recuerda: las personas vienen y van.

«Por eso nunca debes encariñarte demasiado con personas que no lo merecen. Reserva tu cariño para aquellos que realmente valoran lo que eres, no para quienes solo te causarán daño.

Mis propias palabras resuenan en mi alma; a veces siento que el consejo es más para mí que para él. En este momento, todo en mí es dolor. Tengo un nudo en la garganta que desearía deshacer y poder sonreír con el mismo brillo en los ojos que solía tener, pero no puedo. Una parte de mí me dice que debo sanar, mientras que otra siente que no podré luchar.

—No puedo entenderte —dice después de un largo silencio—. Lo siento, no logro comprenderte.

—No, nadie me entiende y no es tu culpa —murmuro suavemente—. Es mi culpa por esperar que otros comprendan lo que solo yo puedo entender.

Me levanto, dejándolo solo. No quiero que nadie sienta lástima por mí; ya tengo suficiente carga conmigo misma.

Notita:

No esperes que los demás entiendan tu dolor. Quizás algunos sí lo hagan, pero no todos. Es doloroso ver cómo la juventud se marchita como una pequeña flor que, a pesar de su corta vida, ha pasado por tanto. Ella pedía ayuda a gritos silenciosos, pero nadie la oía, excepto una joven igual de lastimada que ella. Sin embargo, tampoco pudo hacer mucho por su amiga, porque ambas estaban igualmente rotas y quizás solo se tenían la una a la otra. Que este no sea tu caso; sé que si pides ayuda lo haces en esos gritos silenciosos que solo aquellos que están en una situación similar pueden captar. No dejes que el sol te marchite; aprende a amarte a ti misma y no esperes que los demás lo hagan por ti. Ámate primero para poder recibir amor y dar amor de manera saludable. Como siempre digo: valórate, cuídate, ámate y sobre todo, no calles esos gritos silenciosos. Habla y busca ayuda.

¡Nos leemos pronto!

Metanoia [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora