Por mi mente pasaban miles de cosas. Quizás ya no era la misma, o tal vez volvía a ser eso.
Pedí tiempo, necesitaba tiempo.
Todo en mí se quebró nuevamente. No lloraba; no estaba derramando ni una sola gota, pero ¿estaba bien? No, claro que no. Me dolía bastante el alma.
—No eres tú —le susurré a él, con los ojos fijos en su persona—. Soy yo la que está mal, soy yo la que no se siente bien consigo misma.
Tragué grueso porque se me empezaba a formar un nudo en la garganta. Tenía ganas de llorar; mis ojos picaban y, sin contenerme, salió la primera lágrima. Me dolía; no quería lastimarlo, pero necesitaba tiempo para poder aclarar mi mente conmigo misma.
Mi mente viajó a aquella vez en que tuve un momento cliché bailando bajo la lluvia.
—Te amo —me susurró mientras su mano me hizo dar una vuelta. Reí a carcajadas.
La lluvia caía sobre nuestras cabezas mientras bailábamos. Solo con el sonido de la lluvia, un relámpago iluminó el cielo y él me pegó a su pecho, inclinándose hasta que sus labios atraparon los míos. Me dio un beso lleno de ternura, pasión y amor, uno del que jamás me olvidaría.
—Yo también te amo —le respondí y él rió mientras sus brazos decidieron alzarme. Enredé mis piernas alrededor de su cintura y pegué mi frente a la suya—. ¡Te amo!
Reímos juntos mientras la lluvia empezaba a intensificarse, y lastimosamente debimos entrar a casa.
...
—Lo entiendo —me hizo saber tratando de disimular su posible tristeza—. Mereces darte tu tiempo. Eres fuerte y lograrás salir de esto.
—Lo haré —miré a mi amiga; ella adora mi relación, pero necesito sanar para no lastimarlo.
Su mirada iba más allá del tema; la conozco y sé que piensa que hay algo más.
—¿Hay algo más que deba saber? —preguntó con cuidado. Me encogí de hombros mientras abrazaba mis rodillas.
—No, solo es eso —casi susurré.
Mi mente iba a todos los problemas que estoy sobrellevando; tengo muchas cosas en la cabeza que atormentan mis sueños llevándose mis ganas de dormir, problemas que logran que no quiera comer.
—Tienes ojeras —comentó y solo sonreí sin una pizca de felicidad.
—Las tengo —le dije de mala gana—. Como tengo insomnio, problemas, ganas de no seguir, ataques de ansiedad... ganas de llorar... ganas de recuperarme.
«¡Tengo todo eso y más! ¡Incluso se me quita el apetito! ¡No eres tú la que da vueltas en la cama buscando la manera de dormir! ¡No eres tú la que siente ese vacío! ¡No entiendes! ¡No lo haces porque no estás donde yo me encuentro! ¡Tampoco eres tú la que se decepciona de sí misma por no poder cumplir su propia promesa!...
Mis rodillas impactaron contra el piso y sentí mis mejillas bastante húmedas; realmente volví a llorar y ni siquiera me di cuenta. Mis uñas se clavaron en mis brazos de manera dolorosa, pero eso no podía opacar el dolor del alma.
—¡No eres tú la que se está rompiendo! —sollozé mientras mis uñas se clavaban cada vez más en mi piel—. No... no... lo entiendes... no... lo entenderás.
Sus brazos me rodearon mientras sentía el horrible nudo en la garganta hacerse más grande. Mis sollozos dolían bastante y realmente no sabía qué me estaba pasando. Me estaba apagando. El aire me faltaba y sentía una presión en el pecho anunciando un ataque de ansiedad; inhalaba y exhalaba pero no funcionaba, parecía que el aire abandonaba mis pulmones.
—Solo es tu imaginación —murmuró su voz para calmar mi ataque—. Pondré música.
Tomó su celular y sin soltarme colocó la canción que me calma totalmente; la letra logró hacerme derramar un par de lágrimas y sentir que cada palabra era para mí, que la propia melodía era tocada solo para mí.
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Pequeña notita:
Las heridas se curan y cicatrizan, pero la cicatriz puede volver a abrirse y depende de ti volver a lograr cerrarla.
Aférrate a tu brillo; no dejes que se apague. No dejes de quererte, valorarte, amarte y sobre todo cuidarte.
Aprende a quererte, ámate con cada defecto; hazlo con cada falla. Aprende a priorizar tus deseos y a entender que primero eres tú y luego el resto.
♡
Nos leemos pronto.