Secretos

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Comencé a averiguar un poco sobre el oficial Rodríguez, siendo amigo de todo el pueblo, logre recaudar mucha información o por lo menos rumores. El hombre tenía un reconocido oficio en Buenos Aires, Capital hasta que la desaparición de una niña, lo dejó fuera de juego, al parecer él se había equivocado de sospechoso, encerró a un inocente tras las rejas, y el verdadero asesino secuestró, torturó y abusó de una niña, para luego asesinarla y dejarla en un descampado. Fue un error que jamás pudo superar, entonces pidió su traslado a un pequeño pueblo, alejado de todo y de todos los ojos juzgadores.
¡No! si esto sí era de película, No sé bien para qué pero esta información podría serme muy útil, hasta podría acusarlo de que él no estaba bien mentalmente y por estas razones estaba hostigándome.
Pasaron los días y no tenía noticias de este tipejo, tal vez se había dado por vencido. Comencé nuevamente a frecuentar los bares, pues necesitaba una nueva mujer, después de todo la zorra de mi mujer al parecer había huido con un hombre a la gran ciudad, ese era el rumor que recorría el pueblo. Imagínense un hombre con plata, conocido, con buenas referencias era un excelente partido para cualquiera. No tardé mucho en visualizar a una joven dama, por lo menos 10 años menor que yo, alta, de ojos color miel, pelo oscuro y ondulado, que me dejó totalmente loco. Sin dudarlo la invité a salir, y ella aceptó.
Los días siguientes la pasé con esa mujer hermosa, andando a caballo, cenando a la luz de la luna, todo parecía marchar perfecto.
Hasta que una mañana, escucho unos golpes en la puerta, era el oficial Rodríguez, con una orden de allanamiento. Yo sabía que no iban a encontrar nada, él también lo sabía, solo quería fastidiarme y arruinar mi vida. La noche anterior María Laura se había quedado en mi casa, imaginense a la pobre mujer, asustada por los golpes, sin entender bien lo que estaba pasando. Rodríguez se le acercó y le dijo
_ éste tipo, hizo desaparecer por arte de magia a su esposa, ten cuidado.
La jovencita agarro sus pertenencias y se marchó tan rápido, que ni siquiera llegó a ponerse el calzado. Yo estaba furioso, tenía ganas de agarrarlo a golpes, y destrozarle la cabeza, ya era hora.. hora de que "la cosa" le diera una visita.
Por supuesto que no encontraron nada. Yo había examinado cada espacio de mi casa, borrando todo tipo de prueba. Ni siquiera había sacado las fotos de mi esposa, para aparentar extrañarla. Después de dar vuelta totalmente mi casa, se marcharon, salí hacía la puerta y allí estaban, todas las personas del pueblo husmeando, comentando sobre mí.
Y allí estaba nuevamente, solo, de vez en cuando extrañaba el calor humano, y necesitaba de alguien a mí lado; quería rehacer mí vida, tener hijos, formar una familia feliz, totalmente diferente a la mía.

Iracundo: Historia de un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora