𝕏𝕀𝕀𝕀. Aprender a dejarte ir

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Terminar de recorrer toda la casa y no encontrarla solo significaba una cosa, que no estaba. Volví a la cocina por mi celular y decidí llamarla para saber dónde estaba, uno, dos y el celular empezó a sonar en la casa. Raro, eso fue lo que pensé, Daniela nunca salía sin celular, y si sonaba aquí, era porque aquí estaba. Seguí en la llamada para ir en busca del celular, cuando llegué al baño mire extrañado la puerta, trate de abrirla, pero estaba con seguro, ahí fue donde me preocupe, si ella estaba ahí y no había dado respuesta tal vez le había pasado algo. Traté de abrir la puerta como pude y con todo lo que veía, en un momento pensé que iba a ser imposible hasta que la puerta se abrió.

: - ¡Dani!

Al ver un montón de sangre en el piso, algunas pastillas también y a mi hermana inconsciente solo pude hacer dos cosas, llorar y llamar a una ambulancia con urgencia, no sabía que más hacer, cómo reaccionar como una persona cuerda, tal vez si hubiera sido otra persona, una más lejana, con menos sentimientos afectivos las cosas hubiesen sido diferentes y mis reacciones habrían sido menos desesperadas, pero, era mi hermanita menor, la luz de mis ojos.

En camino al hospital me encargue de llamar a mis padres y a Mateo, en pocos minutos todos estaban ahí, los médicos trataban de hacer de todo con tal de que las cosas fueran bien, mis recuerdos son muy borrosos porque no quería hacer más nada que llorar, pero sabía que los doctores y enfermeros corrían de aquí para allá, pedían transfusiones de sangre y lavados de estómago, así estuvieron por horas, hasta que nos dijeron que ya no había nada más para hacer, lo que estaba a su alcance ya estaba hecho y que era momento de despedirnos de ella. Justo minutos después del que médico nos haya dado la noticia entramos a la habitación y la vimos, para mí era demasiado difícil verla así, sus ojitos cerrados, en su pecho ya no estaba ese movimiento lento característico de su respiración lenta como cuando estaba dormida bastante tranquila, se me hacía difícil porque sabía que en ese momento muchas cosas llegaban a un final junto a la vida de mi hermana, ya no habían travesuras, risas por las mañanas ni visitas nocturnas en las noches de tormenta porque le daban miedo los truenos.

: - De esto no se le cuenta a nadie, si preguntan, Daniela se fue de intercambio y nada más

: - Papá, mi hermana acaba de morir y quieres tapar la verdad con un "intercambio", ¿En serio?

No podía creer que la vida de mi hermana se le hiciera tan poquito como para llegar a ese grado.

: - No puedes tapar el sol con un dedo papá, tarde o temprano se sabrá la verdad, en algún momento el intercambio deberá de terminar ¿Y qué dirás cuando no vuelva? Todos saben que no podría vivir lejos de Manuel

Mateo tenía algo de razón, la gente sabía que nosotros dos éramos extremadamente unidos, éramos una pareja dispareja explosiva, el mayor tiempo que podíamos estar lejos uno del otro, eran máximo tres días, no más, no menos.

: - No diré que mi hija, se suicidó, y que seguramente haya sido por una estupidez, ¿Acaso no piensan en nuestra reputación?

Ninguno de la habitación podía creer lo que estábamos escuchando, a mi cabeza llegaron millones de insultos y muchas cosas, pero solo me quedé en silencio, no quería discutir con el cuerpo sin vida de mi hermana aquí, me parecía una falta de respeto.

Días después se hizo su funeral a escondidas y en privado, solo éramos mis padres y yo, y un cura que no sabía que estaba haciendo ahí ni entendía porque le estábamos dando una "santa sepultura" cuando ella no era religiosa. Después del funeral y llegar a casa entré a su habitación con delicadeza, desde aquel día no me atrevía a entrar. Me senté en su cama y observé su habitación, tenía muchas fotos en una pared, fotos mías, de mis padres, de sus amigas, de Mateo incluso, incluso, tenía algunos garabatos que le había regalado un pequeño al cual cuidaba. Miré su mesa de luz y había una foto de nosotros dos en una portaretrato negro decorado con pequeños detalles dorados en forma de jazmines, junto a él había un frasco de perfume con aroma a jazmines, obvio, y un vaso, ella siempre tenía su vaso de agua allí.

Entré a su armario y ese olor a jazmines me invadió por completo. Tomé algunas de las cajas que tenía ahí y comencé a observar que tenía dentro, había dibujos, más fotos, algunos posters de One Direction y Maroon 5, incluso, libros tenía. Después de eso comencé a ver su ropa, vaya que tenía buen estilo. Así pasé algunos minutos, media hora tal vez, hasta que quise guardar todo y sin querer una caja termino en el suelo con todas sus cosas esparcidas en el lugar, mientras trataba de dejar todo como estaba vi unos cuantos sobres, así que los tomé.

:- Para papá, mamá, Mateo, Manu, Nazz, Aly, Nacho

Mientras iba viendo los nombres se me hacía raro, ¿Por qué habría una carta para cada uno de nosotros y quién era ese Nacho? Algunas dudas llegaron a mí, entre ellas si tenía que leer la que correspondía a mi nombre, o si debería arles esas cartas a las personas que figuraban ahí fueron decisiones que tomé tarde, pero decidí darlas y ahí fue donde me enteré porque estaban los nombres y porque había escrito las cartas, se estaba despidiendo.

La lágrima que corría por mi mejilla me hizo volver al presente, miré esa fotografía de nuevo y saqué un suspiro mientras daba paso a que otras lágrimas caigan, era necesario sacar ese sentimiento comprimido que estaba sintiendo en este momento.

: - Ya ha pasado un año y aún sigo sin saber que hacer, tengo que aprender a dejarte ir, pero no puedo, no sé cómo hacerlo, no quiero  

Hasta que los Jazmines se acaben (Jazmines #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora