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-Su alteza imperial.- un hombre de mediana edad, que con orgullo portaba un impecable traje de tono oscuro, llegó hasta una de las habitaciones más importantes del Palacio de Cristal con el único objetivo de informarle al príncipe de trece años la noticia más reciente -La concubina de su padre dió a luz el día de hoy.
Athanasio tomó está noticia con un poco de sorpresa. Había calculado que el hijo de la concubina de su padre nacería dentro de cuatro lunas, no imaginó que decidiría adelantarse tan pronto para conocer el mundo finalmente.
-Ya veo.- dejó la pluma dorada sobre el tintero y descuidó por completo la hoja que con anterioridad estaba escribiendo dejando hasta que una gota de la tinta negra cayera y la manchara; el príncipe heredero echó su cuerpo para atrás y dejó que el respaldo de la silla lo retuviera -Asi que decidió tenerlo después de todo.- él estaba al tanto de los deseos de su padre y su desesperada insistencia de que la mujer de hermosos ojos magenta abortara al bastardo para salvar su maldita vida de las garras de la muerte -Oh, Dianna- una macabra sonrisa se formó en su rostro que hizo temblar de temor al mayordomo principal del Palacio Cristal -tomaste una decisión finalmente, ¿No es así?, Decidiste traer a este mundo a un hijo y lo condenaste al infierno por la eternidad.
-¡Mí príncipe!- habló con prisa el anciano disipando toda clase de atmósfera pesada provocada por el heredero a Obelia; Athanasio miró al hombre que tenía delante suyo y a unos pasos alejado de su escritorio con atención -fue una niña.- esté hombre que ahora mismo temblaba no lo hacía porque estuviera asustado por culpa de ese chico, su temor iba a más allá de lo vinculado con el joven príncipe. Él temblaba de terror porque no quería ver aquellas manos tan importantes para su alma cubiertas de sangre -Lady Dianna dió a luz a una niña. No a un varón. Tiene que sentirse en calma.- aconsejó. La cara de sorpresa del rubio era inesperada, claro que tampoco imaginó que algo así sucedería: que el nacimiento se adelantara y que naciera una hija en vez de un hijo -Su lugar está asegurado. No hay ningún obstáculo.
«No le creas»
-¡Mientes!- Athanasio golpeó el escritorio lleno de rabia. Ahora sí estaba asustado de ese chico porque no habría esperado que una noticia así fuera tomada de tal manera por él -¡Estás intentando engañarme, lo haces para que no asesiné al hijo bastardo de mi padre!