Capítulo 1

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La afluencia de personas a esa hora de la tarde en el aeropuerto evitaba que
pudiéramos movernos o incluso correr un poco hacia las puertas de
abordaje.

Amy y yo llevábamos meses planeando nuestro viaje a Alemania incluso desde antes de terminar el bachillerato.

Habíamos decidido tomarnos un año de
vacaciones antes de entrar a la Universidad.

El corazón se me quería salir del pecho
por la emoción.

-A este paso sufriré un infarto si no llegamos a tiempo. Es que mi vida no puede ser más difícil y para colmo decido ponerme estas estúpidas sandalias que se me caen
de los pies.

-Ya te dije que debiste haberte puesto las deportivas.

Fulmine a Amy con la mirada.

-Te recuerdo que eso fue antes de que estuvieras de acuerdo que sería más cómodo, ya que las deportivas de las que hablas me pesan casi un kilogramo en cada pie.

Caminábamos lo más rápido posible sorteando a las personas con sus equipajes .El nuestro ya debía estar en el avión y se iría antes que nosotras a Alemania si no íbamos más deprisa.

-¡Ah mira!, ahí está, menos mal aún tenemos algo de tiempo.

Amy señalo el final del pasillo donde una puerta presidida por varias cintas
divisoras señalaba el abordo al avión.

-Si a cinco minutos te refieres, sí, tiempo suficiente para ir al spa por un masaje
completo y regresar.

-No fue mi culpa que el baño estuviera tan ocupado.

-Claro Amy, solo a ti se te ocurriría ir al baño minutos antes de subir al avión.

-Está bien fue mi culpa pero no podía esperar, sabes que no me gustan los baños del avión, me dan claustrofobia. Uff, me estremezco de pensarlo.

Apresuramos el paso y justo cuando las cintas estaban a veinte pasos de nosotras y el rostro de la amable empleada mostraba alivio, todo se volvió negro y algo me golpeó fuertemente.

Me prepare para la caída…

No, no lo hice.

Caí estrepitosamente al suelo y una sandalia se me resbalo del pie deslizándose por el piso frente a mi cual patinador de hielo.

Sonó un golpe seco.

Sí, mi cadera al golpear el suelo y luego mi bolso sobre mi pierna.

Para mí solo fueron minutos pero debieron haber sido segundos, tiempo suficiente para escuchar el sonido del
obturador del móvil de Amy.

Ya tendría tiempo de arreglármelas con ella y negociar la foto ridícula que acababa de tomarme.

-Cuando me levante de aquí Amy, espero que ya estés sentada en el avión porque lo que pienso hacerte no te va a gust...

Amenacé mientras me levantaba y cargaba el bolso.

Al mismo tiempo trataba de quitar mi cabello despeinado de la cara pero me detuve antes de poder decir algo  más.

Frente a mí habían dos personas, tres si contaba a mi amiga de quien no quería
saber nada en este momento.

Dos chicos quizás de nuestra misma edad me observaban sorprendidos, bueno al menos uno de ellos, el otro con ese cabello algo largo y rizado, con mechones alrededor del rostro, la piel ligeramente bronceada y su metro ochenta de estatura me miraba como si Adam Sandler hubiese hecho su mejor broma frente a él.

La vergüenza quiso colorear mis mejillas de rosado pero no se lo permití, ya no estábamos en el siglo XIX y yo no era una de las Bennet. Le enfrente.

-¡Y bien, alguien tiene algo que decir de mi ligero traspiés!

Me cruce de brazos.

El de los rizos soltó un bufido y en el otro chico, un rubio delgado y pecoso pero igual de alto que su amigo, se le dibujaron dos círculos rojos en sus mejillas.

Amy se apresuró a hablar en su defensa.

-Claudia, veras esta vez no fue mi culpa,
estos chicos tenían prisa al igual que
nosotras, no nos dimos cuenta y chocamos solo que la más afectada fuiste tú y caíste al suelo. Lo siento mucho debí haberte sostenido más fuerte no pensé que tu sandalia te jugaría una mala pasada.

-¡Pero qué!

Bajé la cabeza y casi pierdo el sentido cuando me vi cruzada de brazos mientras fingía una pose despreocupada. Sólo que en un pie no llevaba sandalia y mis uñas moradas estaban a la vista junto a un cayo que acababan de hacerme las muy malditas.

Alce la vista aparentando normalidad como si todos los días acostumbrara a estar sin zapato en un pie, pero la verdad es que se me estaba haciendo un nudo en el estómago de aguantar la vergüenza, sobre todo cuando sentía la mirada del chico de los rizos frente a mí.

Y es que era tan lindo que no podía ni insultarlo, la sonrisa burlona le quedaba fenomenal, no quería ver cuando sonreía normal.

-Bien, así que ustedes provocaron mi caída, no me detendré mucho en analizarla pero al menos pueden ir y buscarme la otra sandalia ya que por su culpa casi me parto la crisma.

-¿Y si no quiero? Dijo el de los rizos.

-¿Cómo?

-No quiero buscar tu sandalia. No veo por qué lo haría. Para eso es tuya.

-Porque se llama modales, fue su culpa que cayera al suelo y ni siquiera se han
disculpado, lo menos que puedes hacer es eso.

Replique enfadada.

Pero qué se ha creído, ya veo de qué va, en mi instituto había muchos como él.
Lástima, si hubiese sido un poco más agradable se posicionaba en mi Top Ten de los mejores chicos para salir, por detrás, claro está, de todos los miembros de One Direction.

-Pues disculpa.

Hizo un gesto con los hombros y sonrió mientras me pasaba por el lado y…

¡Guao, guao, guao!

¿Acaso esa fue una sonrisa de labios llenos, dientes perfectamente alineados y dos adorables hoyuelos a ambos lados de sus mejillas?

Sí.

Pero la magia de ese nuevo descubrimiento se apagó en segundos cuando me gire y observe cómo se alejaba de espaldas con las manos en los bolsillos de su pantalón corto y sin darse la vuelta, tocó con la punta de una de sus Vans mi sandalia y la lanzó hacia atrás, deslizándola una vez más por el suelo y deteniéndose justo frente a mi pie descalzo.

Al menos su amigo tuvo la decencia de disculparse por los dos antes de salir
corriendo detrás de él.

Un encuentro accidentadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora