Susurrantes [Libro1] [En proceso]

Capítulo 18

Llevaban dos meses entrenado. Christian despertó su poder en la semana en la que llegaron sus padres, él no se desmayó como Ángela, pero sintió un dolor en la palma de su mano como si se la hubieran quemado y amputado; su marca era un sol en un estilo tribal que recordaban a los maoríes.

Cuando Christian entrenaba con Megan, Ángela le daba una punzada de celos al ver que la muchacha se le acercaba demasiado para susurrarle cosas al oído como si fueran íntimos amigos; a lo que Christian se reía. Ángela no dijo o hizo nada con la excusa que confiaba en él y no quería hacer una escena.

Por otro lado, los entrenadores de Carla y Rose las halagaban por su buen desempeño en su poder; se podía considerar que ya eran casi veteranas. A Ángela le fue fácil las primeras semanas de entrenamiento gracias a Leonardo, quien le enseño lo básico en Glenwood. Al poco tiempo aprendió hacer escudos, maniobrar y atraer objetos hacia ella, ahora se dedicaba a levitarse a sí misma y saltar más alto con la ayuda de su poder; aun así, le era difícil y solo lo lograba unos segundos. Y con el entrenador Joshua aprendió a dar golpes y tácticas para defenderse si su poder era bloqueado.

A Joshua le agradaba Hyun Ye por saber artes marciales y ser el mejor peleador del grupo; el muchacho no tuvo problemas en adaptarse ni seguir el ritmo del entrenamiento. Ahora trabajaba en maniobrar con un palo de doble filo, un arma que se convirtió en la favorita del coreano. Con la persona que tuvo dificultades fue con Cassandra. Las primeras semanas de entrenamiento fueron pésimas, tomando en cuenta que la chica no era de pelea y el primer golpe que dio fue a Vanessa y había sido una cachetada.

Ángela admiró a su amiga cada vez que caía y se levantaba mientras que sus compañeros se burlaban de ella por ser débil y no saber dar un solo golpe. Con las semanas, sus golpes se volvieron fuertes y duros, pero aun así requería práctica.

Y para Ángela, su amiga se había estado volviendo fuerte en estas últimas semanas, no solo en sus entrenamientos, sino que también como persona. Desde que Samantha anunció su compromiso con Leonardo, Cassandra se había desanimado, pero cuando la pelirroja fue en busca de Ángela y le contó que había sufrido un desmayo, del cual Damián se hizo cargo, le habló sobre la carta que le había dado este antes de irse de su habitación. Cassandra se emocionó y hasta la fecha ambos han pasado ratos juntos. Cada vez que Ángela veía a Damián, este miraba a Cassandra con ternura cuando ella no se daba cuenta o estaba distraída. Aun con Damián, Ángela sabía que aún le afectaba los besos que Samantha le daba a Leonardo enfrente de sus amigos, por eso se volteaba a otro lado o se iba con la excusa de tener un compromiso con Damián cuando realmente no era así. Samantha y Leonado eran los únicos a los que trataba con desdén.

Por otro lado, Samantha no dejaba de sonreír cada vez que estaba con Leonardo y lo tomaba de la mano, y la manera en que sonreía hacía que Ángela sintiera algo en su pecho. No pudo explicarlo, era uno de esos sentimientos que no tienen explicación. Mientras tanto, los habitantes de Deméter hablaban con ella y le daban pequeños obsequios porque la veían como la futura reina; los cuales Samantha aceptaba amablemente.

A la mitad del primer mes, los habitantes de Deméter se enteraron de que Ángela, su hermana y su padre eran descendientes de Caleb; algunos los trataban con indiferencia y los miraban de mala gana cada vez que salían a la isla, y otros se portaban amables con ellos. La conducta de los susurrantes no afectó a Rose en lo mínimo, en cambio, Ángela se sentía excluida.

También, Ángela, Hyun Ye, Cassandra y Christian se empeñaron en los dos meses saber un poco más de los susurrantes, y para ello, iban a la biblioteca cada vez que podían a hojear los libros antiguos y polvorientos. Ángela encontró interesante el saber que había veintiún poderes con sus respectivas marcas, así como los apellidos inusuales que tenían los susurrantes y las historias de algunos, y los árboles genealógicos que se hallaban en un libro encuadernando, ya sean de silenciosos o susurrantes; algunos estaban completos y otros no.